Pedro Sánchez y Albert Rivera han sabido ver el futuro y han convertido la sesión de investidura del día 1 de marzo en un plebiscito parlamentario sobre la regeneración. Quien apoye esa ruta, tendrá sitio en el futuro, pero quien diga "no" quedará marcado como político del pasado, anclado en la corrupción, la injusticia, el abuso de poder y el egoísmo arrogante que han causado la ruina al país en los últimos treinta años.
La genialidad del pacto no es el programa pactado, sino la bandera elegida para que los españoles la vean alzada. Una bandera atractiva equivale a un imperio para un político hábil y sensato. La bandera ya la tienen y ahora sólo les falta demostrar habilidad y sensatez.
Aprendí en mis años de periodista, en Centroamérica, donde dirigía, entre 1977 y 1980, la importante estructura informativa de la agencia EFE en aquella zona caliente, el inmenso valor que tienen las banderas. Omar Torrijos, general golpista panameño, era sólo un dictador, pero supo elegir bien su bandera y se convirtió en un héroe al defender con todas sus fuerzas la recuperación del Canal de Panamá para el pueblo panameño. En Nicaragua, los sandinistas eran una manada de comunistas totalitarios mediocres, pero supieron elegir bien la bandera al alzarse contra el tirano Somoza, un tipo odiado por el pueblo, una bandera adecuada que les proporcionó la victoria y el poder.
La apuesta por la regeneración es la única bandera que otorga hoy la victoria en España. Los que la enarbolan dejan en ridículo a los que no lo hacen, nadando, como enanos, en el pequeño mundo de sus miserias, uno pidiendo hasta el cansancio ser "Vicepresidente" y el otro, incapaz de negociar con nadie, retraído y repitiendo como un loro que él ha ganado las elecciones y tiene que gobernar.
Rivera le ha prestado a Sánchez un gran servicio al mostrarle el valor del camino regenerador y hacerle entender que lo que le conviene conquistar no es la Presidencia, sino el futuro y el posicionamiento para afrontar con aire de victoria las próximas elecciones, si, como es probable, son convocadas para junio.
Sánchez, que hace poco era un cadáver a los pies de Susana Díaz y de los barones socialistas, a pesar de ser el heredero de un PSOE marcado por la corrupción y culpable de muchos de los actuales dramas de España, surge del pacto con Ciudadanos fortalecido ante sus barones y ante los ciudadanos, muchos de los cuales verán en él no el continuador de las miserias corruptas y traiciones de su partido, sino a un abanderado de la España nueva que todos soñamos.
Rivera, que ha sabido aprovechar la etapa de la negociación para convertirse en el gran sacerdote del diálogo, la concordia y la regeneración, también ha ganado posiciones y está en disposición de arrebatar millones de votos al decepcionante PP de Rajoy y a muchos indecisos e incrédulos. Puede que hasta duplique sus escaños en junio, perfilándose ya como futuro presidente del gobierno de una España renovada, que estará transitando ya por la senda de las reformas y la regeneración y renegando de la corrupción, la injusticia y el abuso que patrocinaron el PP, el PSOE y los nacionalistas del odio.
El pacto tiene otras virtudes de las que nadie habla: la principal es que centra la política española y deja aislados y desprestigiados a los dos extremos, a una derecha intransigente y aislada, afincada en un PP inmovilista y sumergido en la corrupción, y a la izquierda montaraz y de rasgos totalitarios, encarnada en un Podemos que ha cometido el error de abandonar sus objetivos de regeneración para abrazar la estúpida reivindicación del poder puro, repitiendo ese machacón y malsonante "quiero ser vicepresidente" de Pablo Iglesias, que ha avergonzado a media España.