El padre de Malia y Sasha y los niños de Abbotabad

Por Iroel Sánchez

El papá de Sasha y Malia (segundo de izquierda a derecha) contempla el operativo de ejecución de Osama Bin Laden

“…quiero que cada niño tenga las mismas oportunidades de aprender y soñar y crecer que ustedes, niñas, han tenido. Por eso he decidido emprender esta aventura con mi familia.

“Estoy tan orgulloso de ustedes. Las quiero más de lo que pueden imaginar. Y doy gracias cada día por su paciencia, porte, gentileza y humor mientras nos preparamos para iniciar esta vida juntos en la Casa Blanca.

“Las quiere,

“Papá”

Así terminaba la tierna misiva que el presidente Barack Obama escribiera a sus hijas Malia y Sasha poco después de ser electo presidente. La he recordado al conocer que cuando el ejército paquistaní llegó a la casa donde fue ejecutado Osama Bin Laden -en la localidad de Abbotabad-  halló, junto a tres cadáveres ensangrentados, a 16 personas maniatadas, de ellas nueve niños de 2 a 12 años y tres mujeres. Entre los menores se encontraba la hija de 12 años del terrorista entrenado por la CIA que terminara siendo el enemigo público número uno de EE.UU. Ella es la que ha dicho que su padre fue primero capturado y después ejecutado.

Horas antes, las fuerzas de la OTAN habían asesinado en Libia a un hijo y tres nietos de Gaddafi.

No sé si conocerán las muchachas de Obama y Michelle que la “vida juntos en la Casa Blanca” incluye convertir en testigos o víctimas de una “justicia” que no necesita tribunales ni leyes a otros como ellas, sólo por el hecho de tener lazos de sangre con un enemigo de su padre.

Quizás, a pocos metros de sus niñas, “papá” contemplaba a sus soldados matar a un hombre delante de sus hijos y maniatar a un pequeño de dos años; “estoy tan orgulloso de ustedes” puede volver a escribir el inquilino de la  Casa Blanca, ¿y ellas de él?