El Padrino

Publicado el 18 noviembre 2010 por Antoniodiaz

Primer Plano. Penumbra. Emerge una silueta, un espectro enjuto, calvo a la vieja usanza, tan moreno que parece calcinado por el sol, con la perilla poblada al estilo y forma del Capitán Alatriste. Su primer movimiento es postrarse encorvado, dar fé de su humillamiento, como si estuviese en misa de doce, en eso de cuando se comulga con el tarugo de pan al que algunos llaman Sagrada Forma. Lo presentan como el enterrador, aunque el pájaro presume de ser un artista con los fiambres, capaz de convertir la pestilencia de un cadáver sexagenario en Channel nº 5 y el rigor mortis de un ahogado en belleza pétrea renacentista.  Con voz timorata a la vez que pedigüeña, cual páter de barrio bien, pide al Don que mire por su única descendencia, que ha sido forzada y vejada por un par de aficionados, borrachos y embaucadores, que la obligaron a beber hasta deshonrar su lustroso apellido. Resalta varias veces, para que quede claro el asunto, que ella, que es pura y decente, también dulce y noble, se resistió con bravura, si bien no le resultó suficiente para deshacerse del ataque de semejantes bandidos.  
-Ninguna institución nos ha defendido, Padrino. No ha habido justicia para ella y ese par de talibanes siguen campando a sus anchas, mis ojitos los han visto con pancartas en el Siete. ¿Y sabe lo que le dije a mi señora? Que la justicia nos la hará Don Corleone.
- ¿Por qué vienes a verme ahora? Si nunca quisistes mi amistad. 
- Le daré lo que me pida, Don Corleone. -le suplica el sepulturero besuqueándole la mano-.
- Pero, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Qué he hecho yo para que me trates así? Vienes a mi casa a insultarme, a pedir que elimine a alguien, cuando ni siquiera me llamas Padrino -le intimida mientras se atusa, con táctica marcial, el mostacho-. Está bien, por ser el día que es, no puedo negarme. Pero ten en cuenta que algún día habrás de devolverme el favor. 
- Grasias, grasias, Padrino. -se retira por la puerta con el rabo entre las piernas, dando grandes bocanadas de alivio, como el besugo recién pescado que presiente que lo van a devolver al mar-.


Un séquito de matones se acerca a la mesa, con la intención de despachar definitivamente el asunto. El Consigliere, también levantino, mano derecha, sucia y navajera, del capo mediterráneo, es el que maneja todos los hilos bajo la tapadera que le proporciona una revistilla sobre el morucho de lidia y los parásitos que de él se aprovechan.- Manolo, ¿a quien mandamos para hacerle justicia a Juan Pedro?- A alguien de fuera, que no nos implique directamente. Mandáselo al de Triana. Que lo ponga bien por todas las ferias. Si es necesario, habla con la Mesa del Toro y que le indulten tres o cuatro toros. Pídeles discrección y sigilo, que éstos son capaces de indultar media corrida en San Isidro.






Fuera, en el cortijo, novios e invitados dan buena cuenta del ágape nupcial, que consiste, cómo no, en una exhibición de los únicos manjares que sientan bien a los estómagos agradecidos de la Famiglia: los fiambres y la chacinería del encaste bodeguero, regados con los vinos, sin cuerpo ni sangre, que se vendimian en la yerma y estéril dehesa jerezana. En uno de los rincones de la alquería, una dama despamelada, pamela en mano, recoge, depositándolos en una saca, los pingües sobres con los que los convidados siembran de prosperidad su porvenir más inmediato. Si la sementera de billetes es buena y la talega acaba siendo una plétora de oro, ya saben lo que habrán de leer y oir la temporada próxima: indultos a novillotes con hierros legendarios venidos a menos, de esos que son herrados con el gas a butano; faenas superiorísimas, antologías del toreo puro esculpidas por toreros ultrascendentes; y unos cuántos de días `des´y horas `hache´de la historia de la tauromaquia en Cabezabellosa, Cantalejo o Alcollarín. 


Mientras sigue la parranda, en el umbral de una de las estancias del cortijo que hace las veces de oficina, como si fuera un reventa, hace cola un hombre que por su aspecto no lo parece. Embutido, al más puro estilo cantimpalo, en un traje que le sienta como el  jalufo a los hijos de Allah, sudando a mares, con el pelo como un estropajo de esparto blanco, del maltratado por el sol y con una incontinencia verbal presa, sin duda, del pánico. Se juega mucho.


- Don Cogleone, estoy en la boda, feliz y ... ¡bah! No...

- Padguino
, estoy muy encantado y feliz ... no... no...

- Me siento Padguino, hongado, de que... no... ufff... no me va a salig. 


Mientras el caricaturesco personaje sigue intentado montar un discurso de más de veinte palabras sin hacerse la sisa un ovillo, los jardines se van pareciendo a Sodoma y Gomorra. Con la diferencia de que en Sodoma siempre hubo justos, virtud que a estos de aquí no se les presupone. Todos bailan alegremente al compás de las coplas que se marca el cantante oficial de la Famiglia, que acaba de llegar de una glamourosa gira por el resto de España. Qué hubiera sido de él de no haber mediado en su favor el Don. Garganta, ritmo y pescuezo de cantaor siempre tuvo, pero sin ese Plus y ese Ser, que tienen algunos `consejos´del Padrino nada habría sido igual. 




♫♫  Desde el ruedo de la Ser, lo que usted quiera saber sobre el mundo de los toooorooos ♫♫
♫♫  Por montera la verdad    de la Fiesta Nacional programa de Grana y oooro  ♫♫♫♫ Los domingos para usted junto a Monolo Molés se lo contaremos toooodo ♫♫   ♫♫ En la Ser, en la Ser, en la Ser...  ♫♫

Y sin playback. José Luis del Serranito lo había vuelto a conseguir una vez más. El público sucumbía ante la majestuosidad de las letras y la métrica alejandrina, amén del torrente de voz del artista. No se veía a las masas tan poseídas desde el España - Malta. Jaleo para rato... 
  En el despachito al que nos referíamos antes, el capo, harto, no para de acariciarse el bigote, la pernera del pantalón o el nudo de la corbata. Hubo un tiempo en donde por la finca había gatos, y no faltaba nunca uno pardo en su regazo, que era objeto de toda clase de carantoñas. El caso es que ahora no los hay, nadie sabe el porqué. Los que trabajan en el servicio dicen que se los metieron en una cestita y se los llevaron de sobreros a las Ventas. A algunos les cortaron las orejas. Ha acabado con todos los requerimientos del día, o casi todos, y apenas si ha podido disfrutar de la fiesta. Pero aún le queda una mosca, cojonera, pero no española, -caso extraño, porque todas lo son- con la que bregar. No será por ganas.
- Consigliere, Benlloch, acércate. ¿Es necesario esto? ¿No puedes despacharlo tú? Estoy muuuy cansado...
- Manolo, debes de recibirlo. Lleva haciéndonos el trabajo sucio mucho tiempo. Además, bien sabes que será el próximo capo de Madrid y ya trabaja para la familia. Es un pesado engreído que no cae bien a nadie, pero debes de hacerlo por el día de mañana.
- Venga, rápido, házmelo pasar.
Y ahí que entra, con su apariencia de diplomático despistado, de Moratinos cavando con el CETME una trinchera en isla Perejil, presto a hacer su pequeña gran declaración al jefe.
- Don Cogleone, estoy hongado y aggadecido a que me invitase a venig a su boda, sssu su casa... en el día de la boda de Manzanita y deseo que su primeg hijo, sssu su primeg nieto, sea un hijo. En pgenda de mi etegna lealtad, le doy este sobge para el enlace nupcial de Manzanita.


- Gracias, Simón Casas, mi más preciado amigo.


Y ahí que los dejamos, hablando de sus cosas, de lo que van a hacer con Madgid, de la cultura, las producciones... mientras nosotros nos vamos a la cama esperando que después de esto, no nos despertemos con una cabeza de caballo entre las sábanas. Aunque bien pensado, si esto pasa, pelillos a la mar, Manolo, porque no tengo caballo...