[7/10] En la Toscana el aire huele a tierra húmeda, se oye a las abejas zambullirse en las flores y los críos corretean medio desnudos por el campo. Es el mundo natural que Alice Rohrwacher nos presenta en “El país de las maravillas”, una auténtica Arcadia feliz sino fuera por la escasez de dinero, la falta de condiciones para una vida digna y el dudoso futuro que se vislumbra para las hijas de Wolfgang. Son cuatro las niñas que tiene con Angelica, y les asiste Cocò en la granja… hasta que se les añade un pequeño delincuente llamado Martin que necesita ser reinsertado. La mayor de las chicas es Gelsomina, que ya no es tan niña y que supone una auténtica ayuda para la familia en el trabajo de producción de miel. Un día llega la televisión a ese lugar de la Umbría, al parecer para promocionar el turismo en la tierra de los etruscos… aunque para Wolfgang lo que hacen es corromper el atractivo de lo natural, de lo auténtico del lugar. Y ese es el mensaje de la directora, que aboga por un país de las maravillas idílico, aunque los peligros sean mil y las carencias dos mil.
La cinta respira amor a la Naturaleza y rinde tributo al cine del neorrealismo italiano. El artificio y lo que suena a falso no gusta, y se prefieren las localizaciones naturales o las puestas en escena invisibles. No se hace asco a la suciedad y a lo imperfecto, y las estrellas son tipos lugareños sin belleza ni modos académicos de interpretar. En un cine así no se busca la tensión dramática -que no la hay-, ni el desenlace de la historia -que es mínima y cotidiana-, ni siquiera la perfección estética de planos o montaje. Lo que interesa es la relación de las imágenes con la realidad, la manera de reflejar lo genuino y la verdad de unas vidas sin trampa ni cartón. En ese sentido, Rohrwacher acierta a recoger fragmentos de una realidad menos corrompida y a denunciar sutilmente la mentira que la televisión nos transmite… con concursos y programas “populares” que engatusan sin dar felicidad.
En su inocencia y bondad natural, Maria Alexandra Lungu sabe querer a la cámara como las abejas parecen quererla a ella, y Gelsomina se convierte en la joven virgen que quiere agradar a su padre pero que comienza a tener las inquietudes propias de la edad. La dirección de los niños es ejemplar y la directora consigue no quitarles nada de su frescura, mientras que la figura de Martin es tan enigmática como el desenlace de la película. Con todo, lo importante en la cinta es la amenaza que sufre un rincón natural por parte de una modernidad tecnificada que trata de reproducirlo con espectacularidad. Frente a ello, un panal que queda diezmado por un veneno, un pequeño accidente con la máquina de extraer la miel, una angustia de no llegar a fin de mes… realidades ordinarias para una familia apicultora y para un mundo de otro tiempo.
La propuesta es arriesgada y va a contracorriente, tanto como su protagonista Wolfgang. Fue premiada con el Gran Premio del Jurado en Cannes y en Sevilla, que vieron en ella una aproximación inteligente y sensible a la tensión entre tradición y modernidad, con la mirada ingenua de una adolescente que contempla el pasado y el futuro con inquietud, con el aire mágico que respira un soñador y la necesidad de sobrevivir de un hombre pegado al terreno. El encanto de la cinta y su sabor natural pueden gustar a un espectador cinéfilo y curtido, pero requerirán unas buenas cucharadas de miel para endulzar el visionado a un espectador no acostumbrado a lo natural.
Calificación: 7/10
En las imágenes: Fotogramas de “El país de las maravillas” (Le meraviglie), película distribuida en España por Karma Films © 2014 Tempesta. Todos los derechos reservados.
Publicado el 3 marzo, 2015 | Categoría: 7/10, Alemania, Año 2015, Críticas, Drama, Italia, Suiza
Etiquetas: adolescencia, Alice Rohrwacher, El país de las maravillas, familia, Maria Alexandra Lungu