"el paisaje desde mi ventana (the landscape from my window)"

Por Orlando Tunnermann


Me he despertado esta mañana con la arrogante presunción de que el día que amanece será idéntico al de ayer y de mañana. He dado por hecho que al mirar a través de la ventana ahí seguirían los tupidos bosques que me vieron crecer, esa jungla inextricable (impenetrable, confusa) donde vive la familia de mi mejor amigo, Faustino Leal. Tres incendios pavorosos lo han arrasado todo y ahora, el paisaje desde mi ventana es una colina de cenizas negras. A Faustino le han ingresado con graves quemaduras por todo elcuerpo y su mujer, Adela, se halla en paradero desconocido. Siento en el alma una tristeza de calado insondable que no puedes vislumbrar a través de mi rostro siempre optimista y feliz. El paisaje desde mi ventana, que siempre estimé imperturbable e imperecedero, de la noche a la mañana se ha convertido en una esencia ignota que ni reconozco ni comprendo. Ese paisaje para mí era como las estrellas, los mares y cielos; algo eterno que das por hecho, que no se puede derrumbar, que fue creado para sobrevivir a los anales de la humanidad. Pero a través de la ventana se burla de mí la desoladora negrura de esa joroba desnuda, esa desalmada colina que se ha divorciado de los árboles lozanos y las salvajes plantas fragantes que nacían a sus pies. Esa devastación trata ahora de contarme una historia que no puedo comprender. Me dice que me olvide de la vegetación feraz y de los árboles magníficos donde anidaban estorninos, abejarucos, mirlos y urracas. Me cuenta esta historia, tan aciaga y atroz, que de ahora en adelante piense en la colina como un alma en pena que se divorció de su alma gemela, que bosque y promontorio ya no son dichosa conjunción, que van por separado, que un fuego devastador ha cambiado para siempre la fisonomía del paisaje que yo creía eterno. Visualizar de manera antagonista, paradójica e irreal los conceptos más inamovibles que residían en mi mente como una parte esencial de mi vida, ahora se me antoja tan confuso y rocambolesco comomemorizar nuevas capitales europeas sustituyendo en España Madrid por Johannesburgo y en Argentina Buenos Aires por Lahore. No quiero colinas desnutridas que se despidan de sus bosques y sus pequeños habitantes alados. Exijo el retorno del bosque de mis amaneceres y atardeceres, el bosque de mis cumpleaños y de mis ilusiones, sueños, enfados y momentos de alborozo y de tristeza, el bosque que compartió conmigo tantas confidencias, que fue testigo de mis juegos y primeros besuqueos bajo los tejados de las coníferas. Exijo en definitiva que no me arranquen esa parte de mi vida que siempre consideré perenne, incólume, imperecedera e imperturbable, el bosque que para mí era como un bastión inexpugnable que ni un seísmo podía derrumbar...