El palimpsesto no es un bicho palo

Publicado el 29 noviembre 2016 por María Bravo Sancha @Labocadellibro
¿Qué queréis que os diga? A mí la palabra palimpsesto me recuerda a un bicho palo o a una mantis religiosa desocupada al sol y a la vez esperando a su amante para arrancarle la cabeza. No me neguéis que la palabra no es curiosa para referirse a un término relacionado con las Letras. Por eso, he querido investigar sobre el origen de esta palabra tan singular en su composición. 

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Lo primero, ¿qué palabra española tiene tres consonantes seguidas? Tic-tac, tic-tac. Estos son algunos de los grupos consonanticos en español. Tampoco es cuestión de saturar:
   -nst: instrumento, monstruo, etc.
   -mpr: improbable, comprobar, etc.
   -str: distribuir, maestro, etc.
Bien, la palabra palimpsesto también tiene un grupo consonántico: mps. Lo curioso es que es la única palabra con ese grupo consonántico. Venga, os reto a encontrar una, ¡vamos, mis valientes! ¿Veis?, no es un asunto sencillo.
¿Cuál es el origen de la palabra? 
La palabra está formada por palin, que en griego significa «nuevo», y psao, que en griego significa «raspar» o «frotar». La palabra de origen griego apareció por primera vez en 1855, en el diccionario de Gaspar y Roi: Pergamino que se raspaba para escribir en él de nuevo. Muchos fragmentos de autores antiguos se han encontrado haciendo revivir la escritura de los palimpsestos.
El significado no ha variado mucho al que se conserva en la actualidad: manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente.  

Ekaterina Panikanova


¿Cuándo comenzó a tener importancia y por qué? 
No, no fue en el jardín de tu barrio (por aquello de bicho palo) ni Darwin tuvo nada que ver. Su origen se remonta a la Edad Media (a partir del siglo VII y hasta el XII). En los monasterios se reutilizaban los pergaminos para poder escribir encima, generalmente eran textos paganos griegos, aunque también latinos. Vamos, eran como hojas en sucio, las mismas que guardamos para imprimir cosas baladíes. En el pasado se ahorraban otro pergamino raspando la tinta con piedra pomez (sí, la de los pies), y en el presente lo hacemos reutilizando otro folio escribiendo por detrás, por ejemplo. Aquí cada uno economiza cómo puede. Algunos de estos pergaminos en sucio o palimpsestos se han conservado como documentos de gran valor, pues el raspado no se realizó con profusión y se han conservado restos de tinta. 
¿Qué palimpsestos importantes se han conservado?
Hasta el siglo XIX no se pudieron identificar este tipo de documentos, ya que fue cuando proliferó el estudio de lenguas antiguas. El palimpsesto más célebre lo encontró el historiador, político y filólogo alemán Barthold Georg Niebuhr (por el nombre ni idea, ¿verdad?) en Verona en 1816. Incluía las Instituciones del juriconsulto romano Gayo y encima se escribieron las obras de San Jerónimo. En el año 1822 el cardenal milanés Angelo Mai descubrió textos de famosos personajes como Marco Aurelio, Homero, Antonino o Cicerón, con su De republica, en palimpsestos de igual importancia. 

Página del palimpsesto de Arquímedes


Pero el que se lleva la palma entre los palimpsestos del famoseo es el de Arquímedes. En el siglo X, un escriba anónimo escribió encima de la obra; y en el siglo XII el manuscrito fue raspado y lavado, después las hojas se doblaron por la mitad para reutilizarse como un libro de salmos y oraciones de un convento de 177 páginas. Gracias a que el borrado no se realizó correctamente, en 1906 el filólogo danés Johan Ludvig Heiberg ya se percató de que Arquímedes había escrito en el manuscrito. Pero no sería hasta 1998 cuando, por medio de diferentes trabajos científicos que se realizaron hasta 2008, se descubrió lo que realmente plasmó Arquímedes. Escribió textos sobre el equilibrio de los planos, sobre las espirales, la esfera, el cilindro o el círculo entre otros temas altamente interesantes, como El método de los teoremas mecánicos, que representa la única copia original existente. Para los matemática, una auténtica delicia.
Así que ya sabéis, cada vez que vayáis al campo y veáis un bicho palo, os acordaréis de que La boca del libro os habló en una ocasión sobre los palimpsestos. Que no tienen nada que ver con el mundo natural, pero ayuda a enlazar conceptos para, cada día, ser un poquito más listos (pero sin excesos).
Escrito por María Bravo
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