Gregorio Luri.Ha sido fascinante, por ejemplo, escuchar las voces de quienes gritaban que no lo esperaban, tratándolo como a un pariente lejano muy venido a menos con el que da un poco de vergüenza relacionarse. Han hecho bien en dejarle rotundamente claro al mundo su condición de nuevos ricos ideológicos con todos sus ahorros depositados en la banca del poscristianismo. Ha sido fascinante ver como algunos (que no lo esperaban) se cabreaban porque el papa ha venido a defender las convicciones de quienes sí lo esperaban, los católicos, en lugar de tener la delicadeza de defender las suyas...
No, no. Lo que ha pasado es lo siguiente: han venido -y seguirán viniendo, claro, porque están en su derecho- unos hombres sin apenas cultura democrática y con mucho, mucho más poder e influencia política que cualquiera de nosotros, con el firme propósito de recortar muchas de nuestras libertades más básicas (como por ejemplo: casarnos con la persona que amamos, tener hijos con ella, adoptarlos si lo anterior no es posible, dar a conocer nuestro amor, divorciarnos, abortar...). Y por si eso fuera poco, algunos de sus defensores nos han dicho, con irritante sarcasmo, que no es para ponerse como nos hemos puesto. Los mismos, seguramente, que luego nos llaman liberticidas o algo peor por querer 1) prohibir y castigar el maltrato animal y por 2) denunciar que las leyes no pueden decir una cosa y permitir otra. Pero es lo que tiene ser un 'nuevo rico ideológico', ¿no? Que uno no se puede callar cuando el primo de Zumosol de los católicos intenta pisar los más elementales derechos humanos sin ofrecer justificación racional alguna, sólo apelando a la fe; es decir, apelando al 'porque Dios lo dice' y tú (me) obedeces, que para algo te llevamos vendiendo la moto durante dos mil años.