Daniel es uno de los cien jóvenes-líderes de varias nacionalidades invitados por el papa Francisco a participar en un Simposio sobre Desarrollo Sostenible que tiene lugar en el Vaticano organizado por la Pontifica Academia de las Ciencias del 30 al 31 de octubre.
Pérez González ha entregado 8 años de su vida profesional, sin contar sus años como niño artista, a la compañía de teatro cubana, La Colmenita, para hacer arte y música con los chicos y chicas más pobres o vulnerables en Cuba y, sucesivamente, en otros países de América Latina y España.
En su voz hay entusiasmo y mucha pasión. Al parecer, la ‘sofá-felicidad’ no entra en el mundo de Daniel. Ese mal que el papa Francisco denunció en la JMJ en Polonia, que es probablemente “la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar”. Es decir, esperar que las cosas cambien solas mientras caemos tumbados en el sofá.
En el Simposio en el Vaticano, “hay participantes de varios países desde Irak hasta Argentina. Las realidades pueden ser tristes, pero hay que escucharlas y la mejor manera que hay es conocerlas de la mano de la gente que la vive y que la sufre”, comentó Pérez González.
Francisco considera que el desarrollo humano integral y el pleno ejercicio de la dignidad humana no pueden ser impuestos. Deben ser edificados y desplegados por cada uno, por cada familia, en comunión.
En este sentido, La Colmenita, Compañía Infantil de Teatro de Cuba, nació hace 26 años de la mano del músico y docente Carlos Alberto Cremata (actual director).
Detrás de La Colmenita hay una historia de creatividad infinita y amor por los más necesitados. El propósito fue trabajar con las uñas, con poquísimos recursos, con el material divino y humano más precioso que hay; la infancia y la juventud entre esperanza y educación.
Precisamente, el papa Francisco ha destacado como una virtud, la creatividad, que sirve para encontrar métodos nuevos para cambiar las realidades que oprimen a los más débiles.
La Colmenita es una muestra de esa creatividad que “nace en un contexto de plena crisis en Cuba, cuando se priorizaba en la salud, en la educación y en la alimentación de la población en el momento más duro del embargo. De esta crisis nace la idea de contribuir a la construcción del ser humano a través del teatro”, cuenta Pérez González.
El 14 de febrero de 1990, Cremata junto con 14 jóvenes amigos se reúnen en su casa para conformar un grupo de teatro para ayudar a la infancia en La Habana.
Actualmente, se cuentan en su historia más de 95 obras estrenadas en varios países del mundo, desde Japón hasta Colombia. De ahí, que se ha convertido en un proyecto teatral que trasciende las fronteras. Además son embajadores de Buena Voluntad de UNICEF, organismo de la ONU para la infancia.
Además, de la música, el teatro también hay un movimiento de payasos terapeutas. “Trabajamos en hospitales en Cuba visitando cama por cama a los niños enfermos en las salas de oncología y cardiología.
No se trata de llenar la sala principal para un espectáculo con los niños que se pueden alzar, varios no pueden. Por eso, el payaso terapeuta trabaja con cada niño”, cuenta Pérez González.
Asimismo, “trabajamos con los niños de la Escuela de Formación Integral (en Cuba), que es el lugar donde estudian los infantes que han incurrido en delitos de diferentes causas con el apoyo de las instituciones; obras de teatro grabadas y que luego han pasado por la televisión nacional cubana.
Es decir, que esos niños son vistos por el grande público y tienen un incentivo de vida. ‘Esta bien, te equivocaste, pero mira, sigues siendo un ser humano pleno con muchas actitudes capas incluso de convertirte en artista y que lo vea Cuba entera.
¡Es un incentivo fuerte! Escuelas de periferia y barrios pobres son nuestros mejores teatros. Esa es la esencia. Claro trabajamos en teatros grandes también a petición del público”, abundó.
La idea es fomentar “valores, cultura general y hacemos una labor ética y estética”, dijo a Aleteia Pérez González que es el encargado de realizar asimismo películas, documentarios y materiales audio visivos sobre la misión de La Colmenita.
Los protagonistas son los niños y las niñas que enfrentan temas sociales a través del teatro y la música. “Estudie en una escuela de profesores de arte y el regalo más grande que recibí cuando me gradué fue iniciar a trabajar en la Colmenita”.
El proyecto que nació en La Habana tiene hoy presencia en varias provincias cubanas y a nivel internacional; en Argentina (Buenos Aires), Colombia (Bogotá), Panamá, El Salvador (San Salvador), Venezuela (varias provincias) y España (Sevilla y Tenerife).
¿Por qué un joven músico de su talento no invierte su tiempo en una carrera propia o más lucrativa?
“Más allá de lo económico es reconfortante ver como los niños se fortalecen, aprenden, comparten, viven experiencias contigo. El aplauso y el reconocimiento del público para los muchachos ¡Todo esto no tiene precio!”, dijo con voz convencida Pérez González.
“No hay sábados, domingos, en La Colmenita ensayamos en zonas rurales y caseríos donde los niños que participan son más de los que se quedan en casa y prefieren no venir. Ellos con sus espectáculos llenan teatros como el Karl Marx, el más grande de Cuba con 5000 butacas”.
¿Qué lugar tiene Dios en su vida?
“Yo no soy católico. Mis padres tampoco. Respetamos la tradición católica. Aunque no sea católico soy una persona que tiene fe en las personas y por supuesto en Dios. Y agradezco a Dios de poder estar aquí en el Vaticano y traer esta experiencia de vida de los niños y la sociedad cubana.
Católicos y no católicos en Cuba queremos mucho al papa Francisco, cuando se enteraron que vendría al Vaticano muchos me decían: ‘abraza al Papa por mí’. Sabemos que Francisco ha hecho mucho por Cuba. Reconocemos lo que ha hecho en este proceso de conversaciones entre Cuba y Estados Unidos”.
Es una emoción muy fuerte que el papa Francisco pueda escuchar lo que ofrecemos en Cuba en materia de educación para los niños para eliminar los males sociales”.
¿Qué beneficios tiene el teatro de cara al Desarrollo Sostenible?
“La esencia fundamental de la Colmenita no es hacer teatro es hacer y promover el bien. El teatro es la herramienta que usamos para empoderar a nuestros niños, para hacerlos hombres y mujeres de bien”.
El teatro es un medio para que el fin sean los valores y el humanismo que se expresa en los rostros, los cuerpos y las voces de los niños que pisan las tablas de un escenario o un salón de clases.
Donde la igualdad de género esté siempre presente, la paz, el diálogo, el encuentro. La obra de teatro no es lo más importante, lo importante es dar a los niños instrumentos para la vida diaria y así contribuir para que no caigan en el mal”.
La mejor carta de presentación de la Colmenita, tras 26 años de labores, son los niños y las niñas de la primera generación hoy adultos jóvenes que se destacan en varios ámbitos profesiones: Desde bomberos hasta maestros y médicos. “Todos hombres y mujeres de bien”, destacó.
¿Un ejemplo concreto de este trabajo?
La Colmenita tiene una obra muy especial en Colombia en el barrio San Cristóbal en una de las zonas más pobres de Bogotá, allí se ha dado instrumentos musicales a los niños. Esto enseña otra manera de ver la vida con el arte, lejos de la violencia”.
Asimismo, en “El Salvador (en San Salvador, San Miguel y Santa Ana) tenemos un proyecto fuerte para superar la violencia y la pobreza”.
Premios más recientes obtenidos por la Colmenita:
Condición de Embajadores de Buena Voluntad de la UNICEF. 3 de octubre de 2007.
Resolución 521 del Senado del Estado de California, (EE.UU) “Para Honrar a La Colmenita”. 14 de marzo del 2003.
Diploma al Mérito del VI Festival Mundial de Teatro de Niños en Toyama, Japón. Año 2000.
Distinción “Let’s Fly” del 7mo. Festival Mundial de Teatro de Niños en Lingen. Alemania. Año 2002.