Mientras Madrid se viste de gala, sin reparar en gastos y en boatos, para recibir en sus calles la visita del Papa, la policía expulsa por la fuerza a las personas concentradas en la Puerta del Sol. Es obvio que el movimiento 15-M no despierta en el sistema las mismas simpatías que Benedicto XVI y así se explica que los primeros vean como desmantelan el punto de información abierto en la céntrica plaza madrileña y, en cambio, su santidad (qué gran ironía) sea agasajado por el poder político y económico, que sabe que tiene en su figura un aliado mediático, que vende el discurso de la derecha con entusiasmo y convicción. La cara y cruz de una misma moneda: quienes luchan por su dignidad y quienes la han vendido al mejor postor. Personas concienciadas que exigen derechos democráticos que les son negados y una jerarquía eclesiástica cómplice del capitalismo en la defensa de un modelo de desarrollo que desconoce el significado del concepto de justicia social. Ésta iglesia no es la mía. Afortunadamente, hay un cristianismo de base, comprometido y combativo, con el que sí me siento identificado, Claro que éste no sale en la televisión, ni concentra multitudes en acto multimillonarios, patrocinados por grandes compañías, responsables de la crisis económica, el desempleo, la precariedad laboral, los bajos salarios y los recortes sociales.
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