Le familia y sus servidores (detalle)
Bartolomé el Inglés (1338-1380)
Acabo de terminar un libro precioso de una gran medievalista francesa, Régine Pernoud: Las mujeres en tiempos de las catedrales. Un recorrido precioso por el papel de la mujer en el campo, en la ciudad, en el mundo de las letras, en la política, en el poder. Sus vidas, sus rincones físicos y conceptuales. Un libro tan espléndido no podía tener un final mejor. Reproduzco aquí parte de los últimos fragmentos: ¿Por qué no inventamos las mujeres soluciones propias para nuestro tiempo, como lo hicieron otras mujeres en el suyo?¿No tenemos nada original que proponer al mundo [...]?¿Quién nos dice que no haría falta una solución femenina para poner término a la injusticia generalizada [...]? Siempre se le ha reconocido a las mujeres cierto sentido de las realidades concretas. [...].La mujer podría manifestarse eficazmente en muchos terrenos: todos lo que conciernen al respeto por la persona, es decir, por cada uno de nosotros, al respeto por el otro, a la educación y la felicidad de la infancia. ¿No es extraño que desde que el mundo es mundo, a pesar de que los recuerdos de la infancia, sean de dureza, de angustia o de ternura, ocupan un lugar importante en la vida del adulto, nos ocupemos tan poco de dar a cada niño lo que necesita sobre todo en los primeros años: cierto calor, un ambiente tranquilizador?... ¿No les corresponderá a las mujeres pensarlo?¿No os parece fantástico? Una mujer, por encima de todo, debería sentirse orgullosa, fuerte y decididamente convencida de su papel como madre y todo lo que ello conlleva para su núcleo familiar, para la sociedad que le rodea, para la historia del mundo. Los sentimientos son intangibles y como tales no se pueden vender ni comprar, aunque hayan quienes nos quieran mentir al respecto. La infancia, el cariño recibido en los primeros años de vida, condicionan inexorablemente el resto del camino. Y las mujeres, nos guste o no, jugamos un papel decisivo. Y esto no es incompatible con una vida como persona, con un respeto por parte de los hombres. Todo lo contrario. Deberíamos encontrar un equilibrio pero sin olvidar esta nuestra primera y más bonita, preciosa y fantástica faceta: la de madre.