El papel fundamental de los propietaros

Publicado el 14 mayo 2014 por Borjaros

En el tratamiento de un animal que presenta conductas problemáticas, podemos diferenciar 3 componentes fundamentales:

  1. El animal.
  2. El propietario.
  3. El profesional.

De cada uno de ellos se podrían definir una serie de características que es importante tener en cuenta dentro del programa de modificación de la conducta problemática que presenta el animal; sin embargo, en este artículo quiero centrarme en el propietario, ya que su papel dentro del programa de tratamiento es absolutamente fundamental; por muy bien que se defina el temperamento y carácter del animal, por muy buena genética que tenga y por mucha experiencia que tenga el profesional, si no hay colaboración por parte del propietario el problema difícilmente se resolverá, por no decir rotundamente que el tratamiento estará abocado al fracaso.

El grado de compromiso del propietario es uno de los factores principales, sino el más importante, a la hora de establecer un pronóstico cuando nos planteamos tratar un animal con cualquier problema de comportamiento, incluso podría decirse que es uno de los parámetros más importantes a tener en cuenta a la hora de valorar si conviene empezar un tratamiento conductual o no. El papel del propietario es importante antes de la aparición del problema (prevención), durante su presentación (autorefuerzo, involuntario y/o inconsciente) y, por su puesto, mientras se está llevando a cabo la modificación de conducta. Para afinar más el tema, hablaremos de la importancia del propietario en el tratamiento del problema.

PREVENCIÓN:

Cualquier profesional de la medicina del comportamiento, nunca se cansará de afirmar que es mejor prevenir que curar. Como ya se ha comentado en otros artículos, antes de adquirir un animal como mascota, es recomendable que el/los futuro/s propietario/s tengan en cuenta una serie de factores (ver artículo http://adetcan.wordpress.com/2013/08/20/como-elegir-a-nuestro-cachorro-mas-adecuado/ ).

Pero además de estos factores en relación al animal que se quiere adquirir, también sería recomendable informarse acerca del comportamiento típico de esa especie, ya que esto permite, por un lado, conocer qué es normal y qué no lo es en dicha especie (pues muchas veces se tiende a considerar una conducta como  anormal, cuando es del todo normal en esa especie) y, por otro, permite prevenir la aparición de futuros problemas de comportamiento.

A este respecto, es importante que el propietario recurra a fuentes de información fiables, tales como un veterinario, sobre todo los especialistas en comportamiento (etólogos), el criador si se va a adquirir un cachorro de esta forma, adiestradores y educadores profesionales.

También se pueden usar otras fuentes como internet, libros, revistas relacionadas con el tema,… pero en estos casos es muy importante saber bien la profesionalidad y el rigor de dichas fuentes, ya que, especialmente en internet, hay mucha información poco fiable que, lejos de ser útil, puede resultar un problema potencial que agrave más aún el manejo y el trato que se hace de la mascota, o el problema de conducta si lo que se está mirando es cómo tratarlo.

Y SI YA HA SURGIDO EL PROBLEMA, ¿QUÉ HACER?

Si el animal ya presenta un problema de conducta, lo mejor que puede hacer el propietario es acudir a un profesional, un etólogo que, mediante sus conocimientos y una entrevista completa y detallada, realice un diagnóstico y un plan de tratamieto adecuados. Si se decide empezar el tratamiento, como he comentado más arriba, la involucración del propietario es esencial. En este setido, hay varios factores a destacar, que todo propietario debería tener en cuenta para aumentar las probabilidades de éxito del plan de tratamiento:

  •  CONSTANCIA: cuando el experto en comportamiento da unas pautas de manejo, el propietario y el resto de personas que conviven con el animal deben cumplirlas SIEMPRE. Muchas veces, los problemas de conducta surgen y se mantienen por la inconsistencia de los dueños, es decir, por realizar las pautas unas veces sí y otras no; esto es un gran error, porque esa inconsistencia no solo no resuelve el problema, sino que lo agrava, ya que se produce lo que se llama un programa de refuerzo intermitente, que para el adiestramiento es genial, pero a la hora de resolver una conducta problemática es catastrófico, porque hace que la conducta en cuestión se afiance cada vez más. Veamos esto mejor con un ejemplo: el perro se acerca a la mesa pidiendo comida, y le damos un trocito; a la próxima vez, vuelve a hacer lo mismo, pero no le damos; cada vez que estamos a la mesa, el perro se acerca y pide comida, con mayor o menor insistencia. A la larga, esto puede resultar un comportamiento molesto para los dueños, pero lo que ha aprendido el perro recibiendo comida de vez en cuando es que en algún momento la va a recibir, por tanto “le merece la pena” esperar o “ser pesado”, porque tarde o temprano le caerá un trocito de comida. Así pues, el primer requisito en el tratamiento es cumplir siempre las pautas tal y como el profesional las indica, y realizarlas siempre, en cada caso y situación, no de vez en cuando.
  • PACIENCIA: cuando la mascota comienza a realizar una conducta que resulta molesta, se pretende que se resuelva en seguida, lo que no siempre es posible; de hecho, pocas veces es posible resolver un problema de conducta “en el momento”; más aún cuando el animal lleva tiempo manifestando el comportamiento en cuestión, y ya lo ha instaurado a su repertorio conductual habitual. Por lo tanto, el propietario debe mentalizarse de que se requiere un tiempo hasta que el problema comienza a mejorar y termina por resolverse o atenuarse.
  • POSITIVISMO: esto puede resultar algo extraño, pero es muy importante que el dueño del animal no se desanime si no observa resultados a corto plazo; está relacionado con el punto anterior, y además a lo largo del tratamiento pueden haber fases en las que el problema empeore o se produzcan “recaídas”; es fundamental tener esto en cuenta y no desalentarse, porque en ocasiones es parte del proceso, y en otras ocurre porque se ha fallado en algún punto, pero siempre puede volverse atrás y corregir esos fallos.
  • TIEMPO: según el problema que presente el perro o gato, y la intensidad del mismo, el tratamiento requerirá más o menos tiempo por parte del propietario. Debe considerarse esto ya que, en combinación con la constancia, el dueño del animal deberá trabajar cada día con éste para que el tratamiento sea más rápido y efectivo; por otro lado, el manejo correcto del animal será de por vida, lo que implica que, una vez resuelto el problema, no deben volverse a repetir los mismos errores del pasado, sino que deberá manejarse al animal correctamente para evitar que el problema reaparezca, o que aparezcan otros distintos derivados de un manejo inapropiado.
  • ESFUERZO: como todo en la vida, el esfuerzo y el interés que ponga el propietario y aquellas personas que conviven con el animal serán aspectos decisivos en el éxito o el fracaso del tratamiento. Si desde un principio no se pretende dedicar tiempo y trabajo al animal, quizá no merezca la pena empezar el tratamiento, ya que no se obtendrán los resultados esperados, lo que creará más frustración y malestar en el dueño y, por extensión, en el animal.

En resumen, cuando tratamos un problema de conducta, tanto las características del problema y del animal como el profesional al que se recurre son importantes; pero independientemento de ello, el papel del propietario va a ser la clave que determine el éxito o el fracaso del mismo; sin esfuezo, constancia, trabajo y tiempo, el programa de tratamiento no tendrá sentido ya que se reducirán las probabilidades de que tenga éxito y se resuleva el problema; así pues, el propietario es la pieza clave para resolver el problema de comportamiento de su mascota, y de él/ella dependerá en buena parte el éxito de dicho tratamiento.


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