El Paquete [Parte II y Final]

Por Enviado Del 74 @enviado74

[...viene del capítulo anterior]
Al escuchar su nombre y primer apellido se dio cuenta de que no le quedaba otro remedio que abrir, para ver de qué se trataba, aunque tuviera que dejar apartado por unos instantes, ese momento que dulcificaba las tardes de manera tan gloriosa.
- Y más ahora, después de una mala noche, tras una mañana sin tregua en la oficina…, esta entrega de correos, será algo bueno y después me permitirá descansar por unos minutos en paz y sin más sobresaltos.-, volvió a reflexionar Juan.
Una vez recogió el paquete y firmó el recibí, se despidió del cartero con amabilidad, dejándolo encima de la mesa, al lado del sofá, donde volvió a sus pesquisas imaginando que iba a ser el gran momento de "entierro sepulcral".

Todo su afán era el volver a buscar su manta, y comenzar de nuevo el ritual. Los ojos se le cerraban, sentía el deseo de echarse, rendirse a los encantos de la auto prometida siesta, ir cerrando poco a poco los ojos y terminar durmiendo a pierna suelta. Era tal el deseo, que a punto estuvo de ponerse el pijama, y dormir hasta que llegara la noche.

– Una siesta de campeonato.- imaginó.
Se tumbó, se acomodó la espalda, corrigió un par de veces la posición del cojín, y se tapó de pies a cuello.

Ésa manta paduana era una reliquia familiar que había heredado de su abuela paterna Lola, que en paz descanse. Siempre le mentaba: - "¡La manta paduana te produce calor noble y dormirás como un roble!".-
Cuando ya estaba tumbado se dio cuenta de que aún entraba bastante claridad por la ventana del salón, por lo que no le quedó más remedio que volver a levantarse, bajar un poco más la persiana, correr la cortina, y dejar una luz más tenue. De nuevo acostado y cómodo, cerró los ojos. Algo volvió a su pensamiento, y esta vez no eran ovejas… era el dichoso paquetito que estaba encima de la mesa, justo enfrente, y lo tenía de los nervios.

-Tranquilo. El paquete seguirá ahí cuando despiertes, no se va a ir.- pensó. Respiró profundamente e intentó de nuevo que Morfeo lo recogiera entre sus brazos.
Nada más lejos de la realidad. Apenas transcurrieron unos minutos, se despertó con el primer ronquido. Nervioso como si sintiera chinches que le recorrían todo su ser y sin haber pegado ojo, se levantó malhumorado, tirando la manta a un lado, y para colmo de males, el reloj marcaba aún las cinco de la tarde.
– ¡No me dueeeeermo!, al final voy a tener que levantarme a ver qué es lo que he recibido. -
Se sentó y acarició el paquete, observándolo, tocándolo; se lo acercó a la oreja y lo agitó, esperando descifrar su contenido por el ruido. Apenas escuchó nada, es como si éste fuera del mismo tamaño que lo que contenía dentro. Aquella caja apenas medía un palmo de ancho y otro de largo, no era muy grande, más bien estrecho y alargado, y lo curioso es que venía sin remitente, sólo tres letras a modo de acertijo, TQM - ¿Será una broma de mi ex?, por la hora que es... siempre le dio coraje mi facilidad para dormir la siesta.- se dijo.
Pero como a buen Capdevila le pudo la curiosidad, y dado que parecía que dormir, ya no dormiría mucho, se decidió a dar el paso de abrir el contenido de tan misteriosa entrega.
En la caja sólo ponía: "ENTREGA URGENTE, PAQUETE EXPRESS". La pegatina le sonó a chiste. Ya todo era como cuando compras una lavadora, Plus, A Plus, varios pluses, Premium y Express, cuando lo que quieren decir es que el producto es de buena calidad y/o de entrega inmediata.

Dejando a un lado los pensamientos, buscó cómo abrir el ya "maldito" paquete. Palpó a los lados de la caja, y buscó sus laterales, con esos abre fáciles con tira que vienen hoy día en las cajas de cartón, éste se encontraba a la izquierda y tiró de él. Dentro había un envoltorio con papel descolorido, y debajo un libro de bolsillo junto con una nota:

-"Para mi hijo Juan:Espero que estés bien. Como me dijiste que no habías dormido, te envío este libro: "Quién quiera descansar, las ovejas deberá contar", con el que espero caigas rendido de aburrimiento y descanses mejor.
Te Quiere, Mamá".-
Juan soltó una carcajada, y miró complacido aquel libro durante unos instantes. Acto seguido agarró el teléfono móvil y llamó a su madre.

Ya que la siesta se había truncado, al menos sí tuvo tiempo de darle las gracias y rememorar con su madre las historias pasadas junto con su abuela materna, Rosa, con esos dichos de pueblo que le dieron sentido a su niñez, recordando al caso su favorito: - "Juan, no dejes para mañana lo que puedas dormir hoy".-


FIN.