Para que dicho trastorno sea diagnosticado, no basta con que situaciones como las comentadas aparezcan de forma circunstancial, sino que debe ser un patrón estable en la forma de percibir el mundo que tiene la persona.
Aquellos que lo padecen suelen presentar verdaderas dificultades para establecer relaciones duraderas con los demás, pues el hecho de que sospechen de todas las acciones, incluso de las más inocentes, hace que suelan ser rechazadas o difíciles merecedoras de confianza.
Muy posiblemente, experiencias infantiles en las que la confianza ciega en alguien relevante se vio dramática e inesperadamente vulnerada, explicarían la aparición de este trastorno.