Pero, ése era el momento de aprovecharse de la mano pública -aquella que era denostada años atrás por ser absolutamente incompatible con el café para todos- con el objetivo de tapar un inmenso agujero generado por la codicia y la inmoralidad. Se acordaron cifras astronómicas para dar liquidez, se echó mano del dinero de los contribuyentes para rescatar a los principales responsables de este desastre.
Y tras este “paréntesis en el libre mercado” como llegó a reclamar el ejemplar, Gerardo Díaz-Ferrán, todavía presidente del empresariado español, todo se olvidó. Los gobiernos se olvidaron de ser beligerantes a la hora de pedir que la banca abriera el grifo de la financiación tras la inyección pública; los todopoderosos y omnipresentes mercados se olvidaron de qué es lo que los había llevado al precipicio; la sociedad se olvidó de reclamar lo que era suyo y de exigir mayor control en el uso de SU dinero.
El resultado es que dos años después de aquella catástrofe financiera las aguas vuelven a su cauce. Un ejemplo sangrante e indignante, a partes iguales: en 2010 se batirán todos los récords en los ‘premios’ económicos a los banqueros de Wall Street, por volver a las ‘buenas’ prácticas que suponen asumir altísimos riesgos para lograr los más rápidos y jugosos beneficios. Está claro que hoy, el paréntesis del capitalismo se ha cerrado.