El paréntesis dorado de Yelena Isinbayeva

Publicado el 14 agosto 2013 por Toni_delgado @ToniDelgadoG
La pertiguista rusa se retira temporalmente del atletismo para ser madre con su tercer Mundial en casa y volverá para llegar a los Juegos Olímpicos de Río

Isinbayeva celebra un salto - Getty Images. 


De piedra, petrificado con el bolígrafo y el blog de notas en la mano, se quedó un aficionado de pelo canoso. Había tenido a su lado a la protagonista de tantos capítulos de oro del atletismo y de la pértiga en particular y le había insistido un par de veces con que estampara su firma. Pero Yelena Isibayeva (Volgogrado, Rusia, 1982) ni tan siquiera vio a su fan en un momento tan íntimo, mientras abrazaba a Evgeniy Trofimov, su entrenador y mentor, y festejaba por segunda vez su tercer oro en un Mundial, éste en un Luzniki
convertido en un coro que recitaba el nombre de pila de la deportista en la que se han inspirado las medallas y el logotipo. Un homenaje merecido para Isinbayeva, que había anunciado su retirada después del campeonato en casa y que horas antes de una final que dominó son solvencia –fue la única en superar los 4’89; tanto Suhr como Silva, con más nulos, saltaron 4’82 para ser plata y bronce, respectivamente– rectificó y aseguró que su adiós solo era temporal. Isinbayeva tratará de continuar su legado, ése que sentencia que atesora 28 récords mundiales, 13 en pista cubierta y 15 al aire libre, o dos oros y un bronce olímpicos, tras ser madre. La intención de este mito de 31 años, mirada profunda y encanto natural es volver en dos temporadas para participar en los Juegos Olímpicos de Río, en 2016: “Por el momento no me retiro. Solo me voy a tomar un descanso”. Una noticia tan extraordinaria como su trayectoria deportiva. En su tercer intento sobre 5’07 la cámara recorrió su pértiga, embadurnada de pegamento negro como las manos de Isinbayeva, un icono del deporte que después de reinventar su disciplina y ser la reina indiscutible entre 2004 y 2008, se tomó un tiempo de reflexión. Lo anunció en abril de 2010 –“he llegado a la conclusión de que necesito descansar”–. Isinbayeva estuvo once meses sin competir y, seguramente, sin sacarse de la cabeza no hizo ni un salto válido en la final del Mundial de Berlín de 2009 –el oro se lo llevó Rogowska con un marca modesta, 4’75; un par de semanas después se anunció que era el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes–. Volvió en 2011, pero solo pudo ser sexta en el Mundial de Daegu y en Londres arañó el bronce. Esta vez, en Moscú Isinbayeva se sintió como antes, como ángel en el aire, para recuperar el oro mundialista seis años después, tras el de Osaka. Rivales de peso
Lo hizo sin ponerse nerviosa por fallar su primer salto –sobre 4’65 y llevándose el listón en la subida– ni inquietarse ante rivales de peso, como Silva, líder del año con 4’90 y que no tuvo el día –acumuló cuatro nulos–, y Suhr, con pinta de mala de película. En el cielo de Moscú, Isinbayeva celebró como si fuera la última cada vez que pasó el listón. Se sintió ganadora tras superar los 4’89 -el oro más caro de la historia en un Mundial, solo superado por el 5'01 de la propia Yelena en Helsinki 2005-, cuando empezó a saltar, a gritar y se fue a por Trofimov, que le ha acompañado casi siempre, excepto un tiempo que la entrenó Petrov. 
Suhr, a quien también le dio por hablar antes de saltar como hace Isinbayeva, se quedó clavada en 4'89 y aceptó su derrota, rezando, eso sí, para que Silva –que pidió y recibió apoyo de la grada, algo impensable en muchos deportes, por eso el atletismo es de otra pasta– fallase también y se conformarse con el bronce. A partir de ahí Isinbayeva enloqueció, se fue corriendo hacia Trofimov y le dio un buen achuchón, no se percató del insistente aficionado y se dirigió a la cámara para decir que quería más. Le dijo al juez que pusiera el listón en 5’07. Lástima que no superase el reto. Tiempo tendrá para intentarlo de nuevo cuando reaparezca tras su paréntesis dorado.