Tres varones y una mujer insultaron y vejaron al cura el Domingo de Resurrección de 2011 tras la procesión al negarse a oficiar la misa si persistían en la tradición de colgar gallos vivos.
La Justicia pone paz entre el párroco de Valdemanco del Esteras, un pequeño pueblo al suroeste de la provincia de Ciudad Real con algo más de 200 habitantes, y cuatro vecinos que mantenían un litigio con el cura por unas tradiciones.
El párroco y los cuatro vecinos volvieron ayer a verse las caras en la Audiencia Provincial, donde sellaron la paz dos años después de los hechos ocurridos el Domingo de Resurrección y que han acabado sentando en el banquillo de los acusados a tres varones y una mujer por insultos y expresiones vejatorias y humillantes vertidas contra el cura.
El padre Gabriel, que ha ejercido la acusación particular contra los vecinos, como sacerdote y cristiano, aceptó ayer las disculpas de estas personas y las perdonó.
Las acusaciones y la defensa alcanzaron un acuerdo de conformidad que fue ratificado por las partes en la sala de vistas, ante el Tribunal de la Sección Primera presidido por María Jesús Alarcón.
Uno a uno, los acusados (E. R. L.; A. R. M.; A. R. F.; y F. R. P.) admitieron la falta de vejaciones que se les imputaba y pidieron públicamente disculpas al párroco. El Ministerio Público, ejercido por el jefe de la Fiscalía, Jesús Caballero Klink, consideró los hechos constitutivos de una falta de vejaciones injustas de carácter leve por la que pedía que se condenara a los cuatro acusados a la pena de 20 días de multa a razón de una cuota diaria de 12 euros. Sin embargo, en el proceso celebrado ante el Tribunal, solicitó la absolución ya que al aceptar el cura las disculpas se extingue la acción penal. Caballero Klink explicó que al tratarse de una falta «opera con el perdón del ofendido», de manera que gracias a la generosidad del sacerdote, que aceptó el perdón para favorecer la paz social en el pueblo, no cabe la acción penal ya que queda extinguida.
De su lado, la abogada María del Carmen Rodríguez, que ha ejercido la acusación particular en el proceso, explicó que en un principio pedía un año de cárcel al considerar que se había cometido un delito contra la libertad religiosa. Pero como los acusados «le han pedido perdón, hemos retirado la denuncia por entender que como sacerdote y cristiano debía aceptar las disculpas y perdonar». De tradiciones. El origen del pleito que ha sentando a unos en el banquillo como acusados y a otro en el estrado como ofendido es una de las tradiciones del pueblo. El Domingo de Resurrección salen en procesión por las calles los quintos, acompañados por el resto de vecinos, hasta llegar a la iglesia, en cuya puerta se colocan varios gallos vivos colgados de sus patas en unas cuerdas. Tras la misa son soltados e indultados para siempre. Una tradición que no le gusta nada al párroco, que decidió no oficiar la misa si persistían en la idea de mantener colgados a los gallos. Fue entonces, según fuentes vecinales, cuando se produjeron los insultos y expresiones como «sinvergüenza, viejo, cura jubilado, vete de aquí no te queremos». El cura cerró la iglesia y se marchó.
Fuente: latribunadeciudadreal.es
Fotografía: Asgea
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