El Partido del Congreso indio es un partido muy sui géneris. Existe desde antes de que la India fuera independiente. Es más, el Partido del Congreso fue en gran medida responsable de que la India llegara a existir. Durante los primeros cuarenta y tantos años de independencia, el país fue gobernado ininterrumpidamente por el Partido del Congreso. En otro país esto habría desembocado en un régimen de partido único. No en la India, que siguió siendo una democracia mal que le pesase a Indira Gandhi.
A partir de 1875 emergió en la India una generación de intelectuales más radical y nacionalista que sus predecesores. Entre las demandas que perseguían estaban que se mantuvieran las tarifas a la importación de textiles, la libertad de prensa, la reducción del gasto militar, la indianización de la Administración… Algo que les distinguía de sus mayores era que adoptaron una visión pan-India de los problemas. Ya no se trataba de preocuparse sólo por los intereses de una región o una casta determinada.
A comienzos de la década de los 80, a Allen O. Hume, un funcionario jubilado del Servicio Civil Indio, se le ocurrió la idea de organizar un congreso en el que los notables de la India debatiesen sobre temas sociales y no políticos. Hume era un tipo curioso que merecería una entrada para él solo: ornitólogo y teósofo, funcionario dedicado preocupado por la justicia y el progreso sociales, hombre capaz de acciones decididas y valerosas durante el Motín de 1857, iluminado deseoso de convertirse en discípulo de algún guru… El Virrey Lord Dufferin aprobó la idea. Probablemente pensase que más valía encauzar las críticas crecientes mediante un grupo de discusión amaestrado y animado por un ex-funcionario colonial. De hecho resulta curioso que la primera reunión del Indian National Congress se celebrase en Bombay, mientras Surendranath Banerjee, el niño malo de la política india, estaba organizando la conferencia de su Indian Association en Calcuta.
En un principio los deseos de los británicos se vieron cumplidos. Durante sus primeros años, el Congreso estuvo controlado por miembros de la élite occidentalizados y que apreciaban la labor “civilizadora” del Imperio Británico. Eran personas que se consideraban súbditos de la Reina-Emperatrizy tenían en alta estima los valores británicos. Deseaban una cierta medida de autogobierno para la India, pero no querían, ni mucho menos, la ruptura con el Imperio Británico. Algunas de sus demandas eran: libertad de expresión; más programas de bienestar social; promoción de la educación; acceso de indios a los puestos superiores de la Administración; disminución del gasto en administración; terminar con el drenaje de la riqueza india hacia Gran Bretaña. Menuda panda de comunistas radicales, ¿verdad? Pues bien, eso fue lo que le pareció al Raj británico.
Inicialmente los británicos habían considerado al Congreso como poco más que una plataforma para que esos inditos practicasen el arte de la retórica. Sin embargo, pronto se les dispararon las alarmas: formulaban demandas coherentes y podían acabar atrayendo a las masas. Los británicos comenzaron con el vilipendio, la ridiculización y la calumnia. Los líderes del Congreso eran “babus” desleales (“babu” era un término peyorativo que designaba al indio enteradillo que porque sabía inglés y había adquirido los rudimentos de la civilización occidental ya se creía igual que un blanco), brahmanes sediciones y bandidos violentos. Otra de las críticas es que sólo representaba a una minúscula parte de la población y que acceder a sus peticiones equivaldría a saltar en el vacío. Más tarde, los británicos recurrieron a otra táctica en la que son maestros: divide y vencerás. Incitaron a otros indios pro-británicos a formar una plataforma anti-Congreso.
En 1899 fue nombrado Virrey de la India uno de los ingleses más racistas que pasaron nunca por el cargo, Lord Curzon. Lord Curzon despreciaba la cultura india (no había cultura que contase fuera de la europea) y le jodían los indios listillos que creían que valían tanto como los blancos ingleses. Lord Curzon detestaba especialmente al Congreso y proclamó su deseo de asistirle en su muerte natural. Lord Curzon soñaba con una India donde los príncipes estuvieran muy uniditos a sus señores británicos (lo de hacerte fotos con un príncipe, mola) y los plebeyos del Congreso se disolviesen.
Al final de su mandato, Curzon adoptó dos medidas que contribuyeron a exaltar los ánimos: la Ley de Universidades, que permitía al gobierno interferir en la autonomía universitaria, y la partición de la provincia de Bengala en 1905 en una parte hindú y otra musulmana, toma ya divide y vencerás del bueno.
La partición de Bengala causó una gran agitación social, al tiempo que sembró las semillas de la división entre las comunidades hindú y musulmana. Un efecto de la partición es que radicalizó al Indian National Congress y le animó a adoptar posturas mucho más firmes que hasta entonces. El liderazgo del Congreso condenó la partición y apoyó el movimiento swadeshi que abogaba por el boicot a los productos ingleses y la revitalización de las industrias indias en Bengala. Sin embargo, los ánimos estaban tan encrespados que a muchos no les pareció suficiente. Querían que la campaña swadeshi se extendiera a toda la Indiay el boicot alcanzase a toda forma de asociación con las autoridades coloniales.
La división en el seno del Congreso era tanta que en 1906 eligieron como presidente a Dadabhai Naoroji, un patriota al que todos los grupos respetaban. Dadabhai era uno de esos moderados que, aun siendo consciente del carácter explotador del dominio británico, confiaba en el sentido de juego limpio y de justicia de los británicos. Haciéndose eco de las aspiraciones de los extremistas dentro del Congreso, en su alocución presidencial de 1906 dijo que el objetivo del movimiento era el “swaraj”. Etimológicamente “swaraj” significa “autogobierno”. El concepto de “swaraj” que tenía Dadabhai era bastante estrecho: se trataba de que la gente del país administrase sus propios asuntos. No implicaba la idea de soberanía. Dadabhai aspiraba más bien a que la Indiatuviese un estatus semejante al de Canadá o Australia dentro del Imperio Británico.
En la sesión de 1906 los moderados habían ido todo lo lejos que podían ir y de hecho varios de ellos querían plegar velas y deshacer parte de lo hecho el año anterior. Los moderados prepararon la sesión de 1907, que tuvo lugar en Surat, de tal manera que los extremistas quedaran marginados. Pero los extremistas, que representaban a las generaciones más jóvenes, eran demasiado fuertes como para que se pudiera arrumbarlos sin más. Al final el movimiento se dividió en dos facciones, la Garam Dal(“la facción caliente”, los extremistas, para entendernos) de Bal Gangadhar Tilak y la Naram Dal(“la facción suave”) de Gopal Krishna Gokhale. Los moderados ganaron en 1907, pero a la larga serían las posiciones de los extremistas las que se acabarían imponiendo.
Los británicos reaccionaron de la manera habitual: divide y vencerás. Mientras con una mano les daban bastonazos a los extremistas, con la otra les acariciaban el lomo a los moderados. En 1909 entraron en vigor las reformas Morley-Minto que permitían la entrada de los indios en una serie de consejos legislativos. A poco que se examinasen un poco, se advertía que las reformas no eran más que un caramelito para que los nacionalistas se callasen: el cuerpo electoral era muy restringido; los indios estarían en minoría, frente a los miembros británicos designados; los consejos legislativos de legislativos no tenían más que el nombre, ya que en realidad eran meros consejos asesores; de ninguna manera se preveía que el sistema fuera a evolucionar hacia algún tipo de parlamentarismo ni que la India fuese a obtener el estatuto de Dominio. Las reformas contenían además una carga de profundidad importante: reservaban un número de escaños a los musulmanes. Sí, los ingleses habían comprendido la importancia de dividir a indios y musulmanes para mejor gobernar.
Aunque los moderados eran conscientes de que les habían metido un gol y les habían ofrecido un caramelito, optaron por trabajar con los británicos y hacer que las reformas funcionasen. Su postura acomodaticia fue vista por muchos indios como lo que era: una bajada de pantalones. Perdieron el respeto de la opinión pública india y empezaron a caer en la irrelevancia.