“(…) cambios en la conducta humana.... Es difícil ponderar en qué medida influyó en esta mutación de la moralidad un proceso de revaloración del sentimiento que se desarrolló paralelamente al racionalismo, pero es indudable que tal influencia existió. Esta valoración del sentimiento, donde el amor y angustia, vida y muerte, marchan entrelazados, constituye la raíz del movimiento romántico que en las postrimerías del siglo va a arrebatar al Iluminismo su centro. ... Este movimiento de transformación se dio, como es obvio, en forma lenta y gradual y surgió en las capas superiores de la sociedad Pero volvamos al nudo gordiano del tema, de lo que expone García Belsunce los masones tomaron buena nota, puesto que para eso son una sociabilidad importante y cautelosa, la cual tomó prestadas de los gremios canteriles herramientas, modos y maneras para fraguar su fraternal cofradía, a la vez que se fueron dotando de un corpus simbólico que ha venido perdurando desde algunos decenios a esta parte. Como no podía ser menos, en este complejo universo de la "mejora personal" es lógico que también hubiera un paraíso propio, y no es que la masonería postule una Salvación Eterna al modo cristiano, y tenga un Dios como referente, sino más bien lo contrario. Ya en los albores de la llamada masonería especulativa esta había logrado tener su propia “deidad” como quieren significar y magnificar algunas masonerías con la cuestión del Gran Arquitecto del Universo (GADU). Aunque mucho me temo que la denominación del paraíso masónico que podíamos llamar el Oriente Eterno, tiene una peculiaridad y no es quedarse en el “sentido quedo” de estar “en suspense” que nos indica Molina García hablando del “Alma es Inmortal desde la Perspectiva del Grado Masónico”, o sea en ese modo de quedar durmiendo en el Cementerio esperando el acceso al Paraíso Celestial, sino que a mi juicio personal tal actitud y denominación debe proceder más de la cultura de la Ilustración, puesto que no me cuadra que los viejos gremios del labrado de la piedra le dieran un nombre tan simbólico y poético como el que dan los masones cuando se mueren de haber “pasado al Oriente Eterno".
Fuera de este contexto castellano, un tanto esotérico como es Daza, hay que exponer que diccionarios tan prestigiosos como pueden ser el de Daniel Ligou, o el Diccionario Enciclopédico de la Francmasonería de Arús, no contemplan ni siquiera tal acepción. Lo que nos deja ante la papeleta de seguir elucubrando al respecto de la antigüedad o modernidad de la acuñación.
Como ejemplo de la esterilidad de la que me hago eco tenemos el último libro que se acaba de publicar en Francia, y que viene de la mano de Maurice Lévy "Guide de l´Orient éternel" ediciones Dervy, el cual nos aporta en sus trescientas páginas un inmenso catálogo de enterramientos masones, pero nada nos dice de dónde viene esa acepción, o desde cuándo se utiliza en masonería tal calificación, o de dónde arrancan, por ejemplo los rituales fúnebres.
Y esto no es baladí el tema del Oriente Eterno y su trasunto, ha sido una cuestión capital y cenital a la que los masones han dedicado una gran energía, hasta tal punto, que algunas masonerías han hecho de ello una seña de identidad bien de lucha y combate contra las fuerzas reaccionarias y religiosas, o de combate a favor del fortalecimiento de la dignidad del hombre, llegando incluso a crear sus espacios simbólicos como el Oriente Eterno, sino también sus propios cementerios y maneras de pasar a ese paraíso masónico, o bien a la articulación cada vez más perfecta de una ritualidad funeraria.
Las moradas de ese Oriente Eterno. Es evidente que la preocupación de los masones por los una de las moradas en las que moraban sus fallecidos tras el inmóvil y simbólico viaje hacia el Oriente Eterno, era un hecho en el que debía estar garantizada su confortabilidad, con independencia de que fuera o no creyente, pero la morada terrenal y física en el que debían descansar el cuerpo de "hermanos" fallecidos como era el Cementerio era algo que preocupado fuertemente a la hermandad masónica, y sobre todo aquella que se ha desarrollado en el seno del orbe católico.
Al analizar esto mismo en lo respectivo a las culturas protestantes vemos que hay otra consideración, tal vez porque al nacer la francmasonería tanto la operativa como la especulativa bajo el manto de la concepción religiosa protestante y buscar el núcleo de encuentro en ese "Centro de Unión" ardorsiano pues los masones debieron encontrarse con un mayor acogimiento y respeto a sus creencias y el paso al más allá, y la expresión externa de las formas y modos funerarios.
Pero dentro del orbe católico la cosa pinta o pintaba mal y en ese estadio pesaron desde las propuestas inquisitoriales de sus eminencias papales y la emisión de sus distintas bulas, como por el celo que mostró un clero a todas luces reaccionario ante el hecho masónico, ante ello pronto los masones se vieron desterrados de los cementerios católicos yendo a parar sus huesos a los "espacios no sagrados", siendo enterrados en los denominados "cementerios civiles".
Esta lucha se magnifica y como tal se recoge en todas las historiografías masónicas, llegando a ser una constante en el quehacer de las logias y de los masones durante el siglo XIX y XX.
Puedo decir que mi entorno regional con el resurgir de la masonería en el último tercio del siglo XIX, época en la que la masonería española reaparece como ave fénix de sus cenizas con ciertos matices distintivos con respecto a la anterior época, como fueron su republicanismo, su fuerte crítica anticlerical, junto con el movimiento librepensador, reavivó su trabajó acerca de la dignidad de los "cementerios civiles" que en muchas ocasiones eran auténticos estercoleros.
Los vecinos que reconocían el buen hacer de aquel médico de lenguas barbas y cabellera blanca, sobre el que decían que cuando atendía a las campesinas parturientas dejaba unos dineros encima de la mesa para que se pudiese recuperarse la buena madre y su retoño.. actuaron deprisa y al serle negada por los cogolludos la tierra sagrada tras su fallecimiento, los vecinos no solo adecentaron el lugar sino que de sus respectivos cementerios parroquiales fueron bajando saquitos de tierra sagrada para poder enterrar dignamente al que fuera su gran protector.
Hoy la tumba del médico Leiras Pulpeiro, preside con su columna rota una dignificada parte del cementerio de Mondoñedo
Durante los periodos democráticos del Siglo XIX, los masones mantuvieron fuertes contiendas para que los enterramientos de sus "hermanos" tuvieran una cierta dignidad.
Sus peleas administrativas para que los cementerios civiles fuesen sitios dignos y acordes con los considerandos de la dignidad humana, fueron constantes y tuvieron que contender con el cerril clero y hasta con los propios enterradores, que se deshacían de los muertos no creyentes, los republicanos, los librepensadores y los masones como no merecedores de atención y de unas dignas exequias, como así lo demuestran cientos de litigios, y peleas que encontramos en la base documental histórica de la prensa republicana y masona del momento.
En el caso de Gijón (Asturias) decir que en el futuro libro dedico todo un capítulo acerca de que cómo los protestantes, masones, republicanos y librepensadores van a participar en conjunto en pro de la defensa de un espacio de enterramiento digno, aunque fuera bajo la fórmula de la segregación que constituía "per se" el cementerio civil.
Como ejemplo de lo que constituía en aquellas kalendas el enterramiento de un republicano de pro y magnífico masón, les dejo con el enlace a un artículo sobre Juan González Ríos, (Juan Ríos), cuyo relato refleja muy bien con su pluma Leopoldo Alas Clarín en su novela La Regenta, y que da una idea cabal de cómo se trataba de aquella época tales acontecimiento fúnebres.
Tal era el combate que mantuvieron las logias o el conjunto de ellas, que algunas enfocaron sus esfuerzos a contar con cementerios propios; en España negra de entonces esto no era fácil, pero aun así algunas logias lograron que dentro de los cementerios al menos en la partes segregadas como eran los cementerios civiles como el de Valladolid, algunas logias compraron una parte del terreno para colocar en ellos a sus deudos. Aun hoy se pueden ver restos de esos enterramientos, señalizados con herrumbrosos triángulos de hierro que aun hoy salpican el espacio masónico del cementerio de Valladolid, y donde encontramos también varios enterramientos protestantes.
Esto que nos puede sonar muy raro en España luego resulta que es muy frecuente encontrarlo en Hispanoamérica, donde las logias contaban y cuentan con cementerios propios, o con zonas especiales para su uso en los cuales pudieran y7 pueden levantar panteones o nichos para albergar a los Hermanos y realizar con total libertad sus exequias. Caso sintomático de lo que expreso son los cementerios masónicos de las logias en Cuba o Brasil o Puerto Rico Desde el respeto y por el respeto. Los rituales fúnebres. Aparte de lo que nos cuente D. Benito “El Garbancero” o sea Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales en los que dedica sus buenas paginas a los supuestos enterramientos masónicos, hay que decir que con ese pasar al Oriente Eterno, la masonería siempre fue muy cuidadosa y respetuosa con los deseos y los modos, de tal manera, que desde siempre se observó que ningún masón pudiera ser enterrado bajo las formalidades de la Hermandad sí este no lo hubiese requerido, o lo hubiesen hecho sus familiares.
Aunque se dieron casos de asaltar la casa del deudo por parte de los cogolludos por arrancarles el féretro a los masones y poder hacer un alarde de poder, tal y como sucedió con el enterramiento del que fuera Gran Maestre de la Gran Logia Regional del Noroeste Alberto de Lera, que parece ser que a la hora el cortejo se formaron dos sequitos compuesto por los cogolludos en una fila y los masones en otra, ya que había una carrera por abanderar el significado de llevar a Alberto de Lera a su última morada, y máxime cuando de Lera había sido un significado anticlerical, pero el curato local con la connivencia de la mujer del Gran Maestre estaba por la labor de demostrar sus fuerza.
Por tanto las Obediencias masónicas y las logias al margen de estas luchas muy propias del siglo XIX y del primer tercio del siglo XX, decir que tienen institucionalizados los debidos ritos y rituales en cuanto a las ceremonias luctuosas en cuanto a ese Pase al Oriente Eterno de los Hermanos Masones.
Estas vienen reglamentadas y recogidas en algunos rituales y textos ,como por ejemplo, en el de Robert Macoy en su librito sobre Los Ritos Funerarios de la Masonería, decir que en él recogemos directrices a cerca de comportamientos por ejemplo que cuando intervinieran sociedades cívicas o militares en el funeral de un masón, el cuerpo y los servicios fúnebres debían estar a cargo de una logia debiendo transcurrir los rituales como si los presentes fueran todos masones, por tanto lo portadores del féretro debían ser todos masones, salvo que el finado perteneciera a alguna de esas agrupaciones por cual o debería de haber una porción de ellos en el porteo del féretro.
En dichos textos se definen a sí mismo el tipo de vestimenta que han de llevar a los enterramientos masónicos los Hermanos presentes, indicando que toda su ropa ha de ser negra y que deben ir dotados de sombrero, debiendo portar los consiguientes guantes blancos y un mandil de Aprendiz. "con una banda de crespón negro en el brazo izquierdo por encima del codo, y un retoño de siempreviva sobre la solapa izquierda" Sobre el féretro del finado, según indica Macoy, se colocaría un mandil blanco de Aprendiz; y en los reglamentos y estipulaciones se establece todo un correlato de modos y formas en caso que el masón tuviera o no un cortejo fúnebre por las calles, o se unieran al cortejo más logias, o sí fuera enterrado en panteón o en tierra. En general se registra toda una directiva para que la parte estética de ese viaje al Oriente Eterno tuviera una gran dignidad y solemnidad. Dentro de esa consideración de respeto con los deseos del finado, se estima que sí hubiera servicios religiosos, y el fallecido deseara también los servicios fúnebres masónicos estos último se efectuarían al finalizar los anteriores. Es curioso, y hasta paradójico el hecho de que la plenitud de derechos masónicos que se alcanzan con la Maestría, sigue el mismo patrón hasta los aspectos fúnebres, pues de estos homenajes solo estaban dispuestos para los Maestros Masones y se excluía tanto a los Aprendices como a los Compañeros.
Estas preocupaciones por otro lado no solo eran nacionales , sino que se extendían por el largo territorio universal que ocupaban logias y Obediencias, en Francia la masonería también tuvo esos mismos debates y combates, y entre ellos cabe destacar los que desarrollaron hermanos del GODF como Antonie Blatin que planteó en 1890 que el Reglamento General del Gran Oriente de Francia se recogiera la celebración de una Tenida Fúnebre durante los Conventos de la Obediencia, planteando que la ceremonias pudieran ser realizadas por las logia de una manera reservada y discreta.
Cosa que al final se ha institucionalizado, ya que según el ritual de Referencia del Gran Oriente de Francia "las logias podrán celebrar , al menos cada tres años y en otoño una Tenida Fúnebre para honrar la memoria de los miembros muertos desde la anterior ceremonia, y esta tendrá lugar en el seno de la logia a la cual solo los familiares más próximos serán invitados.
Por otra parte si bien el enterramiento del maestro Hiram careció de ritual alguno, puesto que fue enterrado aceleradamente por sus enemigos marcando su tumba con una rama de acacia, ese parámetro no se sigue en las logias, pues cuando un Hermano pasa al Oriente Eterno, este simbólico espacio cambia de aspecto ya que se decora con ánimo fúnebre, con "colgaduras negras” en el caso del GODF recomienda que tenga franjas de plata e igual sucede en las mesas, lo cual se complementan con unas luces muy tenues, articulando un catafalco en medio de la logia, sobre el cual se colocará una rama de Acacia, y tres coronas de Laurel (laurus nobilis) que se colocarán del siguiente modo una ante la mesa del Venerable y las otras dos se repartirán entre los dos Vigilantes de la logia.
Dentro de esos distintos rituales que son cambiantes en función de Obediencias y ritos y que además van a su vez siendo alterados pues no es lo mismo por ejemplo el ritual masónico del GODF de 1907 que el del 2009.
En algunas logias y rituales se indica que los Hermanos/as han de dar vuelta a su mandil presentando la parte posterior que es negra de este para reforzar el aspecto funerario del acto.
Los masones no solo se quedan en el ritual de despedida del cofrade y Hermano cuando este pasa al Oriente Eterno, sino que algunas masonerías tienen lo que se llama el Ritual del Recuerdo en cuyo transcurso se despeja buena parte de la logia colocándose varios cestos de rosas a un lado, y otros tantos de acacias al otro, habiendo tantas flores como asistentes al acto y estos se colocan alrededor de una sábana que se coloca “en el centro de la logia, donde se despliega una sábana de unas determinadas dimensiones, en el ángulo NE se coloca una Escuadra, y un Compás en el ángulo SO, y en el centro un ramo de Acacia, sin guantes y los Hermanos oficiantes no llevaran su correspondiente mandil” y de esta manera realizan un sencillo ritual en recuerdo a los Hermanos que han pasado al Oriente Eterno.
Y así es como el Oriente Eterno conforma parte de la idiosincrasia masónica que tiene también su expresión en los cementerios, tumbas y panteones que de una forma discreta o bien muy externalizada los masones, algunos, van dejando la huella de su señera membresía.
Y aquí se acaba este acercamiento al encargo de mi editor ya que irme a las expresiones simbólicas funerarias de ese Oriente Eterno no llevaría muy lejos y otro tacado de textos, que dejaremos para otra ocasión. He dicho
Victor Guerra
[1] Costumbre de enterrar a los muertos cerca de los mártires o de las iglesias. [2] Iglesia y Masonería de Emilce Sosa. http://congresobicentenario.webuda.com/files/mesa10_sosa.pdf