Revista Solidaridad

El paseo en «descapotable» de una niña de tres años

Por Aparcamientodiscapacitados
Victoria pide a su madre que le ponga la misma música de ayer, la misma que escuchan todos los días, Supertramp. Desde Aranjuez a Toledo canta todas sus canciones excepto una, Cannoball porque sus acordes le aterran. Madre e hija sienten «The logical song» como si sus versos estuvieran inspirados en ellas, en sus sonrisas, en su manera de disfrutar el camino y de afrontar la vida.
El paseo en «descapotable» de una niña de tres años
«When I was young, it seemed that life was so wonderful. A miracle, oh it was beautiful, magical. And all the birds in the trees, well they’d be singing so happily, joyfully, playfully watching me».
«Ya casi estamos, mamá mira el castillo» grita la niña al ver desde la ventanilla el Alcázar de Toledo. Apenas diez minutos después están en el Hospital Nacional de Parapléjicos. Compuesto de dos edificios de ladrillo visto que impresionan al espectador. Como si se tratara de una gran catedral que no deja que aprecies su belleza en el primer instante. Un lugar con una profunda huella humana que no se percibe en historiales médicos, se conoce a través de las miradas de los que allí corren a su manera.

Su segunda casa

Es un lunes más en su segunda casa, aunque son días diferentes. Esta vez Victoria no llega al gimnasio en su carrito empujado por Montse, Victoria llega sola en su silla de ruedas. Ella ya es casi independiente. Su rostro habla por sí solo, pero para quien no queda prendado de su expresividad ella grita insistiendo para que admires su particular manejo de la silla. Como una modelo de medidas perfectas exhibe cómo tuerce a derecha e izquierda, cómo da marcha atrás y marcha adelante.Hace apenas diez días que Victoria tiene su primera silla de ruedas, su Cadillac descapotable personal, con la que imagina que llegará a la Luna algún día. Hace apenas tres años que nació y desde entonces hasta ahora siempre ha necesitado algún aparato para poder andar. Mientras antes preguntaba cuándo iba a caminar, ahora proclama que ya tiene su gran tesoro, su silla de ruedas.La pequeña se siente alejada de los bordillos que un paralítico puede encontrar en su camino y de los que encuentran las personas que la rodean cuando imaginan su día a día futuro. Victoria juega a esquivar obstáculos. Ha aprendido a agarrar las riendas de sus piernas aparentemente flojas, profundamente fuertes. Se ha convertido en una prematura autodidacta de la vida que nada estilo perro, rodea la mesa baja de su salón pasito a pasito, mantiene el equilibrio durante dieciséis segundos y baila «el aserejé».

La carrera de su vida

Victoria sabe que donde va todas las mañanas no es un cole como le intentaron hacer creer sus padres al principio. Tiene claro que es el lugar donde va a trabajar«mucho mucho» para lograr «ir solita al cole de verdad». Toledo es su gimnasio, donde tiene muchos amigos y una fisioterapeuta a la que adora que se llama Ana. Por las mañanas, durante cuarenta y cinco minutos, ambas hacen multitud de ejercicios para fortalecer sus músculos, estimular sus movimientos reflejos y conseguir que sus logros no tengan meta. Entre las dos existe una relación especial. Ana confiesa que no tiene pacientes sino niños, para Victoria, su «fisio», como dice ella, es una más de su círculo de mejores amigas.La primera vez que Victoria se sentó en su silla de ruedas se colocó en posición de salida y con las manos protegidas con unos guantes rosas comenzó la carrera de su vida.
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