“El paso atrás”

Por Malagatoro

Manzanares retrasando la pierna de salida. El bien denominado “efecto compás” por Agustín Hervás. Foto: Juan Pelegrín/Las Ventas


Escribe Rafael Cabrera en su crónica titulada “El calamitoso paso atrás”

“Manzanares fue muy jaleado en su primero, quizá el más noble y boyante del encierro. Dio para empezar unas verónicas con paso atrás, estéticas pero sin mucha verdad –atrasa la pierna enfrentada al pitón del toro, y con ello parece que ha cargado la suerte-. En la faena, entre ovaciones, consiguió ligar bien las cuatro o cinco series que dio, con clase y empaque, largo y a veces profundo, pero ello con el sempiterno paso atrás, antiético, algo teatral y mentiroso, y situado por ello casi siempre en la oreja del animal. Muy mono para la foto y para los amantes de la estética por sí misma; pero falso cual euro de goma, para los que consideramos que el arte debe nacer del compromiso ético, y que éste es piedra fundamental de la tauromaquia. Hay quien defiende que el paso atrás, no sólo no es vicio y pecado de la actual tauromaquia, sino virtud, porque con él se alarga el muletazo, permite ligar mejor y ¡¡¡se carga la suerte al finalizar el lance!!!!

Vayamos por partes, aunque abundaremos en el asunto este fin de semana:

1.- ¿Se alarga el pase? El pase se alarga por el juego de brazo y cintura, eso Manzanares lo hace de maravilla; la anatomía da de sí lo que da, y nada hay que permita prolongar las dimensiones de aquello si se realiza de verdad y pureza. Es cierto que moviéndose al iniciarlo, algo se puede prolongar; más se haría, por cierto, si a medida que pasa el toro el espada siguiera retrocediendo y permitiendo que el toro prolongara su embestida por donde guste. Así que me temo que la moda acabe en el movimiento sin fin. El pase de muleta, además, necesita para ser considerado como tal, y no como un tiovivo, de su cite, embarque, duración y remate; y en este tipo de toreo jamás se remata uno –se le suele dejar la muleta en la cara, tapándosela, mientras el espada está situado en la oreja de la res o en su costillar, y los pitones miran o hacen frente al más allá-, y rara vez se producen los primeros tiempos del mismo. Fíjense, repito, en la finalización de aquellos: inexistentes. Pero, vale, concedamos… que a pesar de esto, el diestro consiga alargar unos centímetros al recorrido del toro.

2.- ¿Permite ligar mejor? Es cierto; el toro al no ir forzado nunca, al cedérsele siempre el terreno por el que pasa –el diestro ha retrocedido- suele tener más embestidas y conserva mejor sus fuerzas, ya que no tiene que doblar el espinazo para trabajar, esto es doblar su columna vertebral para ir en redondo tras de la muleta del espada. Pero si torear es hacer que el toro vaya por donde no quiere ir, y si –precisamente- en forzar ese recorrido en redondo consiste buena parte del mérito del lance, al describir esa parábola que le impone el paso atrás, y el toro va más cómodo, gran parte de aquello carece de mérito. El ligar, lo hemos dicho una y mil veces, no es el bien supremo de la tauromaquia.

3.- ¿Se carga la suerte al final del lance? No confundamos, señores, el apoyar el peso del cuerpo sobre la pierna contraria –que es una de las consideraciones que tiene el cargar la suerte-, con la esencia misma de ello. Cargar la suerte es importante en tanto en cuanto afianzamos el peso del cuerpo sobre aquella justo en el momento de arrancarse el toro, ganándole terreno al mismo e inmovilizando el cuerpo sobre ella a la par que los pitones han de franquear aquel escollo; es trascendente, por tanto, en la medida que los pitones aun no han sobrepasado la pierna, que queda clavada en la arena antes de que las astas del toro hayan de superar su nivel, rodeándola, pasando a centímetros o milímetros de ella, sin que ésta se mueva un ápice. Abundaremos en ello más adelante. En el toreo moderno, al hurtar y esconder la pierna atrás, por detrás, incluso del frente del cuerpo del matador, eso no ocurre, y cuando al fin –por la mera prolongación del pase- se vuelca el peso del cuerpo sobre aquella para dar término al muletazo –que no rematarlo adecuadamente-,los pitones ya han pasado. Aquí se carga la suerte cuando estamos al nivel de la oreja, las costillas o los riñones. ¡Cómo no decida éste tirarle un riñón, ya me dirán! Y todo ello, repetimos y hagan la prueba con una silla en casa, o con una vaquilla en el campo, sin que los pitones apunten jamás al diestro, sino a una tangente en cuya dirección jamás se encuentra el cuerpo del lidiador. ¡Valiente tomadura de pelo!”