Revista Arte

El paso salvador sobre lo incierto, el puente entre el realismo y lo impresionista, y la verdad.

Por Artepoesia
El paso salvador sobre lo incierto, el puente entre el realismo y lo impresionista, y la verdad. El paso salvador sobre lo incierto, el puente entre el realismo y lo impresionista, y la verdad. El paso salvador sobre lo incierto, el puente entre el realismo y lo impresionista, y la verdad. El paso salvador sobre lo incierto, el puente entre el realismo y lo impresionista, y la verdad. El paso salvador sobre lo incierto, el puente entre el realismo y lo impresionista, y la verdad. El paso salvador sobre lo incierto, el puente entre el realismo y lo impresionista, y la verdad. El paso salvador sobre lo incierto, el puente entre el realismo y lo impresionista, y la verdad. El paso salvador sobre lo incierto, el puente entre el realismo y lo impresionista, y la verdad.
Jean Baptiste Camille Corot (1796-1875) comenzó dentro del clasicismo más academicista del primer tercio del siglo XIX. Pero un viaje a Italia le hace descubrir la luz como un elemento más de lo que busca. Pero, impregnado ya del Realismo que aflora después de las guerras napoleónicas, descubre ahora que hay algo más allá, algo que le interesa: la emoción que subyace detrás de la impresión de un paisaje. Y es cuando, recorriendo casi toda Francia, no puede dejar de sentirse entusiasmado por los lugares que responden, aún más, a las pulsiones de su corazón. Busca, recorre, se sitúa, y mira; no deja de mirar ya desde el lugar buscado..., ése que él cree debe ser ahora la mejor perspectiva para inmortalizar el escenario. Porque no es todavía el momento, el instante del día, lo que más le interesa ahora, éso que los impresionistas descubrirán emocionados luego, no; para Corot lo importante ahora es el espacio, el objeto deseado, y el lugar desde donde lo desea.
Y, una vez.., no, una no, mejor muchas, lo encontraría en su madurez. Cuando, a partir de 1855, su obra ya es reconocida oficialmente, ¡a los 59 años de edad! Entonces, deambula por las orillas del río Sena, más al norte de París, sintiendo ahora la majestuosidad de una naturaleza calmada y poderosa. Así, hasta llegar a Mantes, cerca de Limay, una pequeña población a 25 kilómetros de París. Allí, en el siglo XI, fue construído ya un puente que uniera sus orillas, una construcción de mucha envergadura, casi de 37 arcos. Pero sería remodelado en el siglo XVIII, reduciendo a 13 los arcos ahora. Este puente sobre el Sena, que fuera inmortalizado ya por Corot, tuvo que ser inutilizado -derruído dos arcos del mismo- por el ejército francés en 1940 para evitar -inútilmente- que los alemanes lo cruzaran camino de París.
Al menos en cuatro ocasiones Corot pintó el puente de Mantes. Todas las veces, desde la misma posición del lugar del río, aunque sólo una cambiaría la orilla desde donde lo pintara. Y tiene tal vez sentido, ya que la única vez que cambia de orilla es en el lienzo fechado en 1855, unos quince años antes de que hiciera todos los demás, entre 1868 y 1872. Pero, hay más curiosidades. La primera es el título de estas impresiones artísticas de Corot sobre este puente. En algunas publicaciones -y entradas de internet- se confunde la geografía del puente, llamándolo equivocadamente El puente de Nantes. Ésta otra ciudad francesa, situada más al oeste, y a orillas de otro río francés, el Loira, pero que nunca pintaría Corot puente alguno sobre esta ciudad. Mantes es el departamento de Limay, y su puente era más conocido entonces por aquél topónimo. Es evidente que Nantes es más sonoro, por más conocido tal vez, supuestamente lo que ha llevado a este error.
Y esta inexactitud se indica, incluso, en uno de los Museos donde radica la obra más temprana, la de 1855, El Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, y que continúa titulando la obra como el puente de Nantes. Pero, además, la inercia de un quizá más idealizado título -hay que reconocer que suena mejor, es más intuitivo acaso-, sigue manteniendo en una reconocida web sobre Arte el equivocado nombre de la población francesa. Y toda esta confusión es ya como una metáfora de su propio creador, como esa nebulosa incertidumbre, que llevara también a confundir al artista entre el Realismo iniciador de su tendencia y el Impresionismo triunfante posterior.
Corot se situaría casi siempre entre esas aguas, y por ello quizá se obsesionaría tanto con los puentes en su vida. Los buscó para sentirlos, los buscó para entenderlos, para salvarlos, ¿para salvarse? Porque no consiguió definirse del todo, ¿fue un romántico?, no; ¿fue un realista?, tampoco; ¿un impresionista?, en absoluto. ¿Qué fue? Un extraordinario artista; todo eso y nada de eso. Pero, sobre todo, un gran ser humano. Otro pintor, esta vez claramente realista, Honoré Daumier, tuvo la desgracia de quedarse ciego en 1870, Corot le ayudaría pensionándolo en sus últimos años; también atendería a la viuda del pintor realista Millet. Con todo esto, además de ofrecernos su maravillosa visión de aquellos paisajes, consiguió, sin duda, la gloria.
(Óleo El puente de Mantes, del pintor Jean-Baptiste Camille Corot, 1870, Museo del Louvre, París; Fotografía actual del puente de Limay en Mantes, Francia, 2005; Tarjeta postal con la imagen del puente de Mantes, tomada desde el lugar opuesto al que lo plasmara el pintor, principios de siglo XX; Fotografía actual del puente de Limay, de Mantes, desde el mismo lugar de la tarjeta postal anterior; Cuadro El puente de (Nantes), 1855, de Camille Corot, realmente el Puente de Mantes, Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba; Óleo El puente de Mantes, 1870, Camille Corot, Colección Gulbenkian, Lisboa, Portugal; Lienzo El río Sena y el viejo puente de Limey, 1872, Camille Corot, Museo de Los Ángeles, EEUU; Autorretrato de Camille Corot, 1834.)

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