El pastenacapríncipe

Por Evaletzy @evaletzy

Aclaración previa lectura: La autora espera que este post no toque las zonas sensibles de sus lectores masculinos, nada más lejos de su intención que algún portador de cromosomas XY en su par número 23 se sienta ofendido.
Rasgo principal del pastenacapríncipe: podría tener más luces, pero no las tiene.
Es aquel al que tú le explicas con toda tu paciencia que tiene que hervir agua en una cacerola, echar aproximadamente medio paquete de espaguetis, colarlos, ponerlos en un plato y agregarles un chorro de aceite de oliva, sal y pimienta (le aclaras «molida», no vaya a ser que le eche el grano entero, que no sería la primera vez) y queso rallado a su gusto. ¿Él qué hace?: o se le evapora el agua hasta que sale humo y arruina la cacerola, o saca los espaguetis cuando están tan duros que hay riesgo de quebradura de dientes, o los saca tan pasados que se pegaron a modo de pelota, muy útil esta técnica culinaria por cierto, cuando se desea jugar al fútbol y no se tiene con qué.
Es aquel al que le pides que te cuelgue un cuadro y él, solícito, accede (eso sí que no se le puede criticar, es uno de los príncipes más serviciales que hay en el mercado). ¿Qué hace entonces?: valiéndose de una mecha/broca cuyo tamaño es muy difícil de disimular luego de su paso por la pared, agujerea donde a él le apetece, y no donde tú le pediste.
Es aquel al que tu vajilla le tiene terror, pues cuando escucha sus pasos encaminándose hacia la bacha/pila, vasos, platos y todos aquellos utensilios de cocina de los considerados frágiles tienen por seguro que alguno se convertirá en inservibles trozos que morirán en la basura. ¿Qué es lo que el pastenacapríncipe hace en esta ocasión?: como tu vajilla bien temía, rompe, y no solo los objetos recientemente mencionados, sino también tu paz interior.