El patio de mi cole

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Me levanto por las mañanas en mi oficina. Quiere decir esto que trabajo en mi propia casa, no vayan a pensar. Aunque no comparto el espacio con nadie más y a pesar de mi tendencia a la misantropía agravada en los últimos tiempos por motivos que no vienen al caso,  después de un par de horas sentada en mi mesa de trabajo siento la imperiosa necesidad de salir al aire, de estirar las piernas, de cambiar el paisaje que observo desde mi silla. Los días que hace bueno paseo despacio con mi perra y hago algún recado por las cercanías: compro el pan, me siento en la terraza del hotel a leer el periódico quince minutos… lo que sea. Los días de lluvia me armo con el paraguas y doy una vuelta rápida a la manzana, intentando no sacarle los ojos a ningún turista despistado. A veces no es sencillo.

Lo cierto es que ya ando rondando los cuarenta y a estas alturas ya debería haberme acostumbrado a prescindir de mi recreo, pero me cuesta. Mi mente no funciona igual si no puedo disfrutar de ese rato de asueto que me cargue las pilas para el resto del día. Mi carácter, ya de por sí medio amargo, acaba convirtiéndose en zumo de limón rancio y empiezo a odiar las paredes que me separan del exterior. Algunas veces hasta grito por teléfono, incapaz de volcar mi rabia con algún compañero incauto.

Como decía, con casi 40 podría ser un poco más racional y resignarme a la falta de recreo. Pero no lo hago. Y recuerdo agobiada las veces que, de chica, tuve que pasar la media hora sagrada dentro del aula por vaya usted a saber qué. Esta semana me enteré de que hay un colegio entero que vive castigado sin recreo no por mala conducta, sino por los caprichos del tiempo y de una administración despreciable que no se digna a ponerles un techo en su patio. Esos niños me duelen porque muchos son hijos de amigos, a los que quiero más que a algunas personas de mi sangre. Y porque por la desidia de no se sabe muy bien quién viven pendientes del cielo para saber si van a poder salir al patio, o a hacer la representación que llevan meses ensayando. Para colmo de males, su colegio está en Las Mercedes, donde la lluvia no da un respiro y muchas veces, cuando lo hace, le deja paso a un sol infernal bajo el que tampoco pueden estar. Son tan chiquititos… ¡Y lo que piden es un techo!

No quiero caer en la demagogia de escribir cosas del tipo “miren como para X sí tienen dinero…” pero no me faltan ganas ni ejemplos. Prefiero que vean ustedes su testimonio y me digan si hay derecho.