El Patio no es eso

Publicado el 14 marzo 2011 por Cosechadel66

Hace unas semanas, a raíz de ciertas “meteduras de pata” de gente más o menos conocida en Twitter, escribí un artículo titulado “Cine Mudo“. En el hablaba sobre que Twitter (Y las Redes Sociales en general) suponían para cierto número de ellos lo que el paso del mudo al sonoro fue para algunas estrellas de cine, como John Gilbert: un nuevo lenguaje que no entienden y que les cuesta aprender. En uno de los párrafos comentaba lo siguiente sobre los medios de comunicación:

… han encontrado en Twitter el perfecto “baúl de recortes” para entrar y tener presencia en ese mismo medio. Es el gobierno de la anécdota y de “videos de primera” modo batacazo ON, de manera gartuita y prácticamente sin esfuerzo. ¿Para que investigar más a fondo la máquina de compartir ideas y conocimiento que es El Patio del Pájaro Azul si puedes tener a Bisbal o a Esperanza Aguirre resbalando en el hielo que supone un tuit? Así todo se convierte en un círculo vicioso en el que los medios nombran a Twitter mayoritariamente para este tipo de “escenas de John Gilbert”, y a la vez Twitter se haca eco de que los medios lo nombran, como si eso fuera tomar carta de una cierta “importancia”.

Ayer, Domingo, uno de esos medios, El País, en su suplemento dominical, publicó un reportaje llamado “Twitterrevolución“, firmado por Delía Rodríguez. Esta es la entradilla del artículo:

Se ha convertido en una poderosísima red social, protagonista tanto en las revueltas árabes como en el ascenso y caída de personajes famosos. España, con dos millones de usuarios directos, es el país europeo donde más crece Twitter.

Tras la publicación del artículo. En Twiter se ha producido una reacción negativa bajo la etiqueta #elpationoeseso, que he tuiteado yo por primera vez junto a varias frases críticas con el artículo y con el periódico. Esto no quiere decir que no haya habido reacciones positivas. Las ha habido y muchas. Es más, no creo que nadie pueda decir “Los tuiteros critican el artículo de El País” o “Los tuiteros alaban el artículo de El País”. Lo lógico y razonable sería añadir la palabra “muchos” delante de cualquiera de las dos frases. Si no, ambas faltarían a la verdad. A partir de ahí, se ha generado un debate entre ambas posturas. Hasta aquí, el resumen de lo ocurrido. Vamos más allá.

O yo soy muy lerdo -que puede ser- o el artículo pretendía mostrar Twitter a aquellos lectores del periódico que no lo conocen o que no tienen cuenta en esta red social. De ahí, entiendo, la referencia a su creador, a los RT, a su funcionamiento… Y es ese intento de definición global, de “cuadro general” de Twitter, lo que provoca la respuesta crítica. Por que si se hubiera titulado ”Famosos y revoluciones en Twitter” o “Mi día a día en Twitter”, no creo que hubieran sido tantos quienes expresaran su disgusto. Mi opinión es que da una parcial visión de la Red Social, haciéndola pasar por completa. No es que mienta. Todo lo que dice es mas o menos cierto, más o menos comprobable, más o menos ajustado al día a día. Lo que falla es lo que falta. En ese sentido, es perfectamente válido criticarlo. Es como si al intentar definirte, alguien nombra tu color de pelo como principal característica. No mentiría, pero no estaría diciendo ni una mínima parte de lo que representas.

Y al criticarlo, no se pretende otra cosa que mostrar el disgusto con esa imagen que se da de Twitter como altavoz de las actividades de los famosos o medio de difusión de noticias sobre acontecimientos más o menos importantes. Pasa por encima de algo que para mí, e imagino que para muchos los que compartieron la etiqueta #elpationoeseso, es la esencia misma de Twitter: compartir. Al artículo no da ni una sola referencia a lo mucho que una persona normal puede sacar de Twitter además de información sobre famosos o revoluciones, ni una mención a las miles, puede que decenas de miles de preguntas, dudas o peticiones de ayuda que se intercambian a cada momento en la red. Nada sobre la cantidad de quedadas que surgen a raíz de un conocimiento previo a base de tuits. Ni una frase sobre la cantidad de gente que hace cosas maravillosamente creativas en fotografía, diseño, ilustración o literatura. El uso que las empresas hacen de la red social se limita a ser expuesto como si fuera un mero teléfono de atención al cliente. Es decir, el artículo muestra a un público que desconoce Twitter una imagen en la que parece que si ellos entraran, no pintarían absolutamente nada, salvo para ser espejo de las actividades de otros u organizar revoluciones. Y yo no creo que eso sea una buena definición, Twitter no es rubio o moreno solamente, atendiendo a la comparación anterior.

Si, es cierto, dice que cada uno se puede hacer Twitter a su medida eligiendo a quien sigue, pero es un par de frases contra más de dos tercios del texto dedicadas a contar experiencias de gente con decenas de miles de followers. ¿Alguien no conocido fuera de Twitter va a tener esa experiencia si entra hoy en Twitter por primera vez? No, rotundamente no. Pero no se le cuenta nada de que podrá conocer gente que le ayudará a empezar, que le recomendará a quien conocer, que le preguntará si una película, una serie le gusta, que le atenderá si pide ayuda con dudas sobre que móvil comprar o que tiempo va a hacer. Ninguna de estas cosas las obtendrá de los perfiles que se muestran en El País. No se muestra en el artículo los debates, ajustados al medio, por supuesto, que se crean a partir de las noticias generadas por los medios o también, por las propias experiencias de los usuarios. No se dice nada, en fin, que al entrar, será tan importante para los que le sigan a él como esos famosos. No tendrá un avatar más pequeño ni sus frases tendrán menos caracteres que las de Iniesta o Piqué. Se olvida el artículo de que los famosos podrán tener miles de followers, pero que donde no son mayoría es en cada una de las listas de seguidos de cada uno. No creo que la mayoría de la gente tenga más famosos en su TL que gente con la que conversa y se relaciona día a día. Sin esa conversación, sin esa relación, no creo que Twitter fuera otra cosa que un medio más. Lo que cambia, lo que le hace diferente, es la respuesta y experiencia de esos usuarios, y su difusión ante cualquier información. Si no, es como ese neón que va mostrando las noticias a la gente que está mirándolo desde la calle.

Habría que añadir otra cosa. Se dice en el texto que la “etiqueta” de Twitter permite no contestar a las menciones. Es un claro signo de la orientación y el pensamiento que lo impregna en general. ¿Que etiqueta? ¿Quién la ha establecido? ¿Donde está escrita? Una cosa es que una persona tenga 100 menciones al minuto y eso la impida contestar a todos. Es igual de ilógico que pretender que un actor saludase a todos uno a uno  a las salida de un estreno. Pero esos usuarios no son mayoría en twitter. A mi, y se que muchos comparten esa opinión, me parece obligado responder por sistema a las menciones, y así lo suelo hacer, si no existe una causa mayor que lo impida, como un aluvión momentáneo de ellas o la salida de la red por cualquier causa. Eso no es etiqueta, es educación y me lo enseño mi abuela, que no tenia ni idea de Twitter o Facebook.

He dicho y escrito en muchas ocasiones que creo necesario, para la madurez y utilidad de las redes sociales, que se incorpore cada vez más gente a ellas. Gente con sus problemas y conocimientos, con sus alegrías y derrotas, con sus experiencias y defectos. Y quiero gente, sin especificar su profesión, fama o influencia. Me encantaría que todos los directores de cine se abrieran un perfil, pero no distinguiría Twitter del Fotogramas si no puedo conversar con ellos. De ahí el enojo con el artículo. De ahí que no me gusten las informaciones que tan sólo muestran Twitter como un escaparate, un teatro o una revista del corazón, sin tener en cuenta más que como audiencia a quien está paseando de manera mayoritaria por ellas. Para eso, ya tenia los escaparates, los teatros y las revistas del corazón.

Aun así, ayer cometí, en parte, el mismo fallo que el artículo. Fui parcial. La etiqueta se entendió y se difundió, por lo que pude ver, con el mismo espíritu que yo utilice al crearla. Pero no para todo el mundo Twitter es El Patio del Paájaro Azul. Evidentemente, no lo es para Delía Rodríguez o para El País. Tengo derecho a criticar su artículo en cuanto a que no estoy de acuerdo con lo que dicen, pero no puedo decir que esté “mal” que ellos o cualquiera tenga esa visión de esta red social o de que sea negativo que sigan a famosos. En consecuencia, la etiqueta debía haber sido #MIpationoeseso. Porque la única verdad sobre Twitter es que hay tantos Patios posibles como vecinos.

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