El pato mexicano, de James Crumley

Publicado el 24 marzo 2013 por Aramys

¨Treinta minutos después, el sol había desaparecido del todo y estábamos los tres sentados con chaquetas de plumas contemplando unas tazas de café turbio, algo que beber además de la cerveza, después de un par de dosis de la metanfetamina motera de Norman.¨

¡Que la generación Beat venga y me bese el culo!

¡Que arda la jungla!

¡Que silben las balas a nuestro alrededor!

¡Vamos jodidos vagos!

¡QUE ALGUIEN ME DE UNA CERVEZA, QUE SUENE LA  MUSICA Y QUE ARDA EL PUTO INFIERNO!

¨Un pobre desgraciado salió del retrete del pasillo, dio un respingo cuando me vio en la cocina, y trato desesperadamente de desenfundar la automática de acero inoxidable que llevaba debajo de la chaqueta. Como un auténtico gilipollas, apreté el gatillo del M-1 hasta oír el ‘ping’ del cargador vacío al salir despedido. En líneas generales, creo, que no le di en ningún órgano vital. A esa distancia, tampoco importó mucho. La llamarada del cañón le arrancó el antebrazo por la mitad, le prendió fuego a su abrigo de lana, y lo lanzó dando tumbos por el estrecho pasillo hacia la puerta delantera, donde un sujeto no del todo inocente salió despedido hacia afuera, a través de los cristales hechos añicos, víctima de la ráfaga sin apuntar.¨

Jojojojo Crumley era el mamonazo más loco de todo Montana joder. Que tío.

¿Recordáis las películas bélicas de los años ochenta?  ¿Películas como La colina de la hamburguesa o La chaqueta metálica? ¿Habéis leído a alguno de la generación Beat? ¿Kerouac, Cassady, Burroughs? Es más, ¿os gusta lo que ahora se han empeñado en denominar la narco literatura? ¿Novelas con tramas llenas de mexicanos, policías y tráfico de drogas?

Bien.

El pato mexicano es, de una manera asombrosa, increíble y brutal, una mezcla de esas tres cosas. Y es una pasada. Crumley ha mezclado en ésta novela; la filosofía viajera, drogodependiente y con fuerte componente sexual de la generación Beat, ha dotado a sus personajes de un pasado en la guerra del Vietnam, convirtiéndolos en veteranos de guerra locos y con poco aprecio por sus vidas, dispuestos a las mayores locuras suicidas por apenas el amor de una tarde, unos cuantos dólares, o simple y llanamente, ganas de diversión. Y para rizar más el rizo, ha vasado la trama en una compleja, que no complicada, historia sobre tráfico de drogas, mexicanos, pozos de petróleo, amor, locura, dignidad y orgullo Tejano.

Y luego Crumley  se ha reído de todo el jodido establishment literario añadiendo a nuestro querido C.W. Sughrue; un detective desquiciado, drogadicto y alcohólico, para darle ese toque Noir que hace que la novela sea una auténtica bomba de principio a fin, una autentica pasada, una novela tan potente, que luego vas a tener que leer al puñetero Marques de Sade para volver a sentir algo parecido.

Nuestro querido Sughrue no está bien; frecuenta un bar, tiene deudas, algún vicio, ninguna mujer a su lado y su vida es completamente aburrida. Hasta que su amigo Solly le consigue un caso. Dos gemelos enormemente gordos quieren recuperar sus peces, unos malditos peces tropicales increíblemente caros que le han vendido a un motero. El motero no ha querido pagarlos, así que Sughrue tiene que recuperarlos. Unos mierdosos peces. ¿Y quién tiene los peces? ¿Quién? O demonios… ¿en serio le vendisteis peces a ese tío? Joder. ¿Tenéis un tanque? Nos va a hacer falta….

Y esa es solo una parte muy pequeña de cómo empieza esta fantástica novela….

Os juro que cuando una novela empieza con un tío haciendo saltar por los aires un Jukebox de la manera más bestial y sin usar explosivos, esa novela consigue toda mi puñetera atención.

Crumley sigue siendo en El pato mexicano ese autor con una escritura sólida y potente, sigue siendo ese escritor de género negro con toques poéticos, con reflexiones sobre el ser humano, sobre la vida, la muerte y la amistad, sigue siendo, puede qué más que antes, un novelista sobresaliente, un constructor de historias fantástico, un cabrón con talento puesto al servicio de la novela negra.

Amo a Crumley, como amo a Chandler, a MacDonald, a M.Cain, o a Nesbö, son esa clase de tíos que hacen que te obsesione un libro, qué hacen que el protagonista sea tan cercano, tan humano, que cueste respirar, que te cueste pensar.

Recuerdo haber flipado mucho al leer El último buen beso, ahí descubrí a Crumley, ahí me enamore de él, leí la novela totalmente abducido y maravillado. Con El pato mexicano me han entrado ganas de correr desnudo gritando muy alto CRUMLEY ERES UN CABRON LOCO, sin ningún pudor y con una gran sonrisa en mi barbuda cara. También de beber mucha cerveza, intentar vivir la vida más intensamente y ser enormemente feliz cada segundo de mi vida.

CrumleyCrumleyCrumley, eres un Dios narcotizado mamón.

El pato mexicano

James Crumley

RBA Serie Negra 2013

329 páginas.