¿Por qué?
Porque consiste en sentirse orgulloso de una pura casualidad -haber nacido en un sitio en vez de en otro-. Es tan ridículo como sentirse orgulloso de ser de una raza.
Existe un modo de concebir las nacionalidades distinto al tradicional -consistente en que cada uno es del país en el que nace, por mucho que le chinche-. La manera progresista de concebir este asunto es otra muy distinta: la nacionalidad entendida como la expresión de la voluntad de cada uno. Esta es la única manera verdaderamente avanzada de entender este asunto. La otra visión es arcaica y excesivamente inmovilista.
Si de verdad queremos avanzar hacia un modelo igualitario, la primera medida debería ser evitar igualarnos por la fuerza.