El Patrocinio de san José sobre la Iglesia y los Papas. San José, cuida de la Iglesia. P. Teófanes Egido, OCD

Por Joseantoniobenito

En 1870, en unos momentos especialmente difíciles para la Iglesia y por petición expresa de los Padres del Concilio Vaticano I, el Papa Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia universal. El Papa Francisco tiene una especial devoción al Custodio de la Sagrada Familia, en cuya solemnidad, el próximo martes 19 de marzo, celebrará la Misa de inicio de su pontificado. Escribe el Director del Centro Josefino Español:

1. Imagen de san José y el Carmelo de la web del Centro Josefino; P. T. Egido; Ilustración del libro Vida de san José,de Louis Dominique Champeau, 1886 y 

La misión de san José en la Iglesia tardó en ser reconocida oficialmente. Y, si bien es cierto que tarde, el reconocimiento eclesial de san José llegó de forma estupenda con la proclamación solemne de su patrocinio sobre la Iglesia universal. La verdad es que la concesión del título singular y expresivo se debió sobre todo a un Papa y a las circunstancias tan especiales, casi trágicas, de la Iglesia por aquel año de 1870. El Papa, ferviente devoto de san José, era Pío IX; y el momento eclesial, uno de los más críticos de su historia: justamente en el segundo semestre del año, el Concilio Vaticano I tenía que ser aplazado para no reanudarse ya. Y es que, por avatares de la guerra entre Francia y Prusia, y por el proceso de la unidad de Italia, el Papa se había quedado sin dominios territoriales, sin su mermado ejército, sin la Urbe y, como decía él mismo,prisionero en el mermado reducto romano.

En aquel clima de temores y de miedos apocalípticos, Pío IX se hizo eco de las peticiones de los fieles, de las elevadas por los Padres conciliares, y, justamente en la fiesta de la Inmaculada de 1870, declaró a san José Patrono y abogado de la Iglesia, para que cuidara de ella, en aquellos tristísimos tiempos, como cuidó de su familia de Nazaret, verdadera y primera Iglesia naciente. La decisión pontificia tuvo efectos inmediatos y permanentes. Comenzaron a abundar Congregaciones religiosas llamadas de san José y de la Sagrada Familia; fueron más frecuentes aún los nombres de José impuestos en los bautismos; se dedicaron al santo cofradías, asociaciones, parroquias e iglesias; se escribieron libros de alta teología y de piadosa devoción en un movimiento creciente hasta el Concilio Vaticano II. Los Papas, todos, manifestaron paladinamente su devoción con gestos eclesiales. León XIII, en la fiesta de la Asunción de 1889, publicaría la primera (y única hasta ahora) encíclica josefina, la Quamquam pluries, con la oración más popular: A vos, bienaveturado san José, y con clara intención social, al igual que la autorización de la fiesta de la Sagrada Familia. Pío XII, también con sentido social, instituyó la fiesta de San José Obrero en 1955.

Juan XXIII no sólo incluyó el nombre de san José en la misa (en el Canon, en 1962), sino que también se atrevió a declarar al santo como Patrono del Concilio. Lo hacía poco antes de su inauguración en un documento cálido y, con palabras sencillas y profundas a la vez, lo llamaba «cabeza augusta de la Familia de Nazaret y protector de la Santa Iglesia». Y oraba: ¡Oh, san José, invocado y venerado como protector del Concilio Ecuménico Vaticano II! En el centenario de la encíclica de León XIII, Juan Pablo II publicaba, en agosto de 1989, su Exhortación apostólicaRedemptoris custos -Custodio del Redentor-. Es, indudablemente, el documento pontificio más extenso y más profundo, rebosante de Evangelio, de teología, de sensibilidad, en el que se expone la misión de san José en la Iglesia en consonancia con la que tuvo como cuidador de Jesús. En cuanto a la dedicación de templos al protector de la Iglesia como efecto inmediato de la proclamación de su patrocinio, el más hermoso de todos ellos quizá sea el de Antonio Gaudí a la Sagrada Familia. En noviembre de 2010, Benedicto XVI lo consagraba en persona en unas jornadas inolvidables. Y confesaba que «la alegría que siento de poder presidir esta ceremonia se ha visto incrementada cuando he sabido que este templo, desde sus orígenes, ha estado muy vinculado a la figura de san José. Me ha conmovido especialmente la seguridad con la que Gaudí, ante las innumerables dificultades que tuvo que afrontar, exclamaba lleno de confianza en la divina Providencia: San José acabará el templo». En estos días, la Iglesia ha vivido la situación singular de un Cónclave celebrado no por la muerte del Papa, sino por la renuncia de este gran devoto de san José: Benedicto XVI. Es seguro que la mirada buena del protector cuidará también del nuevo Papa Francisco. Teófanes Egido

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Oración: Dichoso Patriarca San José, elegido para cumplir los oficios de padre cerca del Verbo Humanado. Grande fue tu dolor al ver nacido a Jesús en tan extrema pobreza, pero este dolor se cambió en gozo celestial al oír los cantos de los ángeles y contemplar el resplandor de aquella luminosa noche. Por este dolor y gozo, te suplicamos nos alcances la gracia de que, después de haber seguido nuestro camino en la tierra, podamos oír las alabanzas angélicas y gozar de la vista de la gloria celestial. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén