Algunos que han retrocedido se dicen a sí mismos: “Puedo arreglar cuentas con el Señor, cuando yo elija. Sólo que no estoy listo. No estoy enojado con Dios; sólo necesito tiempo con mis amigos, tiempo para pasarlo bien. Sé que Dios es amoroso y misericordioso, así que cuando esté listo, iré a Él. Sabré cuándo es ese momento”. Escucho estos pensamientos especialmente entre los jóvenes que se están alejando.
El Espíritu Santo me ha obligado a mostrarte el peligro de la frialdad. No es que Dios se aparte de aquellos que retroceden; Su gracia se ofrece continuamente. La sangre de Cristo hacia los pecadores nunca perderá su poder, pero la frialdad espiritual tiene un efecto potente y predecible. Lleva a la dureza de corazón.
El término “dureza” indica una condición que está más allá de la influencia de cualquier petición de gracia, cualquier persuasión del Espíritu Santo. Comienza con frialdad, una exclusión autoimpuesta de Dios, sin intención de obedecer el llamado de Su evangelio. Continúa en la frialdad a la voz de Dios, manteniéndose distante del Espíritu Santo; esto resultará en dureza.
Pablo se refiere a esto cuando dice que antes del regreso de Cristo, vendrá “la apostasía” (ver 2 Tesalonicenses 2:3). Él está hablando de una apostasía masiva, a la cual seguirá la liberación de un espíritu del Anticristo en ese momento. Aquellos que “no recibieron el amor de la verdad” (2:10) caerán bajo un gran engaño; creerán mentiras en lugar de verdad. Y aquellos que se aparten de Aquel que es verdad, perecerán (2:10).
Hebreos ofrece esta advertencia: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado” (Hebreos 3:12-13).
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