Por Guillermo Sullings
Desde hace mucho tiempo que la economía argentina sufre las consecuencias de un movimiento pendular, cada vez más veloz y extremo, entre las políticas populares (algunos las llaman progresistas, y otros populistas), y las políticas neoliberales o conservadoras. Sin embargo, los medios de comunicación dominantes y las mentiras que circulan por las redes sociales, han convencido a gran parte de la población de que los últimos 80 años han sido un desastre por culpa del populismo peronista, el que sería una suerte de cáncer que hay que extirpar. En ese contexto, la irrupción de algo supuestamente nuevo como el ultra-liberalismo que llega de la mano de un outsider como Javier Milei, coincide con esa expectativa de un cambio estructural de rumbo, diametralmente opuesto al de ese “monstruo populista” que se supone controla el país desde hace 80 años. Claro que bastaría con leer un poco de historia por parte de las nuevas generaciones, o ser intelectualmente honestos por parte de las viejas generaciones, para desmentir tal falacia, ya que ese “populismo peronista tan aborrecible”, sólo gobernó 28 años de los últimos 80, mientras que el conservadurismo y el neoliberalismo se aplicó durante 35 años (contando los gobiernos militares y algunos gobiernos democráticos de diverso signo político que aplicaron las recetas neoliberales); en los años restantes hubo gobiernos de centro (algunos aprovechando la proscripción del peronismo que duró 18 años). Pero en estos tiempos de poca lectura y mucho TikTok, el conocimiento de la historia parece ser una pretensión excesiva, y si a eso le agregamos que muchos de los que la conocen prefieren negarla o sesgarla, ya sea por intereses creados o por simple odio irracional hacia el populismo, empieza a explicarse en parte el surgimiento de un electorado kamikaze. Porque sin duda es un voto suicida aquel que nos entrega otra vez a las manos de una derecha conservadora, que cada vez que gobernó nos dejó con una enorme deuda externa, altos porcentajes de desocupación, crecimiento de la pobreza y destrucción de la industria. En síntesis, gran parte del resultado del ballotage se explica por altas dosis de ignorancia y de odio, dos ingredientes letales de una ceguera autodestructiva.
Porque en ese movimiento pendular de las políticas económicas en Argentina, cada vez que asumieron gobiernos populares, si bien han realizado esfuerzos para mejorar la situación de las mayorías, no han conseguido cambiar las estructuras de un sistema que funciona como un plano inclinado que lleva a la acumulación de riqueza en pocas manos, a la conformación de oligopolios y monopolios que detentan cada vez más fuerza para torcerle el brazo al poder político. Entonces, los intentos por mejorar la situación de la gente se han visto reducidos al posibilismo, a los parches, a los paliativos, implementados a través de infinidad de regulaciones, represión artificial de precios de bienes, servicios y divisas. Ante la imposibilidad de lograr una mejor distribución estructural del ingreso a favor del salario y las jubilaciones, se ha optado por subsidiar cada vez más consumos: transporte, alimentos, combustibles y servicios, cayendo en la trampa de un déficit fiscal creciente y una inflación indomable. Desde luego que estas políticas también han sido condicionadas por la terrible herencia de deuda externa que han ido dejando los gobiernos de la derecha conservadora y neoliberal; desde ya que el poder económico siempre ha puesto palos en las ruedas a los gobiernos populares, tanto a través de sus propios medios como por su influencia en el Poder Judicial; pero eso no es suficiente excusa para justificar la falta de ideas y de osadía de parte de algunos gobernantes del progresismo, cuyo libreto se ha ido agotando.
Siendo un tanto reduccionistas podríamos decir que el electorado propio de Milei (un 30%), se compone en gran parte por jóvenes y sectores empobrecidos que, desencantados y sin mucha información, creyeron que su discurso neoliberal era novedoso, verdadero y esperanzador.
Mientras que el otro 25% que sumó para ganar en el ballotage proviene del anti-peronismo rabioso, dispuesto a apoyar al peor de sus verdugos con tal de “expulsar al populismo”.
Precisamente por esta composición del voto es que probablemente los primeros en quitar su apoyo a Milei, serán los de su electorado propio, por ser el más volátil, mientras que el anti-peronismo lo seguirá respaldando sólo para evitar que regrese el “odioso populismo”. En este contexto político, y mientras el Congreso debate si aprueba o no una serie de medidas que terminarían por destruir la industria, el empleo, el salario y la soberanía, el descontento en la población aumenta y la posibilidad de un estallido social en corto tiempo no se descarta. Pero, a diferencia de lo ocurrido en el 2001, cuando luego del desastroso gobierno de la Alianza hubo un estallido social y posteriormente se llegó a cierto consenso en que el Justicialismo se hiciera cargo de la gestión, hoy no existiría consenso democrático para que, en el caso de colapsar el gobierno actual, regrese al poder precisamente el sector político que gobernó hasta hace sólo un mes. Lo más probable es que una pronta crisis social con desbordes populares tenga como característica un fuerte rechazo a toda la política y a la dirigencia en su conjunto, con grandes dificultades para que se encauce detrás de liderazgos que hoy por hoy no se avizoran en una sociedad fragmentada, plagada de rencores. También cabría preguntarse, que harían otros factores de poder frente a un caos creciente, ya que inclusive sectores que tradicionalmente respaldan las políticas de la derecha neoliberal, tales como el poder judicial, los militares y las grandes empresas, tienen sus reservas con respecto a la salud mental del presidente y a la viabilidad de sus drásticas medidas.
huelga, pérdida de derechos laborales y debilitamiento de los sindicatos; entrega de los recursos naturales y las tierras a empresas extranjeras, penalización de la protesta social, privatización del sistema jubilatorio y potestad discrecional para licuar las jubilaciones actuales; autorización para endeudarse ilimitadamente, y centenares de otros artículos destructivos.