El péndulo político

Publicado el 04 noviembre 2014 por Abel Ros

La ventaja del presente, sin las manchas del pasado, hacen de Podemos una marca impoluta de cara a los comicios 


ace unos años escribí un post titulado: "el deterioro de la marca ZP". En dicho artículo critiqué la segunda campaña electoral de José Luis Rodríguez Zapatero. Una campaña, les decía, de cortes americanos, basada en la figura del líder por encima del partido. En ella, se pretendía poner en valor los logros del presidente durante sus cuatro años de gobierno: talante democrático; políticas sociales y crecimiento económico. Así las cosas, el partido socialista consiguió, por fin, un líder de brisas felipistas que le hiciera cara a una derecha inmersa en cuestiones sucesorias y convaleciente por las heridas de Atocha. Rajoy se convirtió en el hazmerreír de los suyos; Aguirre, Losantos y Pedro Jota etiquetaron a Mariano como un monigote, de usar y tirar, en el circo del partido. Mientras tanto, Rodríguez Zapatero arrastraba con sus redes a miles de votantes provenientes de la casa Llamazares. La campaña de la "ceja" y las notas altas en los sondeos demoscópicos hicieron que la figura del líder disimulara las miserias de su partido. No olvidemos que en Ferraz aún colgaba el sambenito de "corruptos" desde los tiempos de Roldán, Vera y Barrionuevo.

Después de aquella campaña electoral a la americana, José Luis se convirtió en ZP para lo bueno y para lo malo. Digo para lo malo, y digo bien, porque no hubo una línea divisoria que marcara el territorio entre el líder y el partido. Con la llegada de la crisis: la España del talante; de los derechos sociales, y del crecimiento económico, cambió por un paisaje marcado por palos de ciego; políticas neoliberales y un decretazo – mayo del 2010 – que puso fin al zapaterismo. El deterioro del líder le sirvió a la derecha para lanzar todo su arsenal de retórica barata contra Zapatero. "La culpa es de ZP" – como recordarán – se convirtió en la estrategia electoral de Rajoy y los suyos para conquistar la Moncloa. Tanto es así, que la crisis económica, de tintes globales y altas complejidades, fue "causada" por la "ineptitud" de ZP. Así las cosas, el discurso de la derecha caló entre el "analfabetismo económico" mundano y el Pepé – como ustedes saben – ganó por goleada a "el último error de ZP": Rubalcaba. La derecha ganó, les decía, por el influjo del recuerdo. El "España va bien" de los tiempos aznarianos fue el caramelo que le sirvió a don Mariano para llevarse a su bolsillo a los desencantados de Zapatero. Hoy, tres años después de aquella victoria, los sondeos demoscópicos – la reciente encuesta realizada por Metroscopia para El País -, no dan "ni un duro" por aquella derechona que prometió la luna y gobernó, a su antojo, de espaldas a su programa.

Son precisamente, las promesas incumplidas – del Pepé – y el papel mojado de su programa, las que ponen a Podemos en la palestra de la mañana. El hartazgo social por las mentiras de don Mariano; los constantes casos de imputados en el partido popular y en el Pesoe; la losa del desempleo; el empobrecimiento de la clase media; la cronificación de la crisis económica;  las huelgas estudiantiles; las mareas sanitarias; las tarjetas opacas de Caja Madrid; el caso Urdangarín y, muy reciente, el jaque mate del pequeño Nicolás; son – entre otros – factores que explican por qué los recién llegados al escenario político son aplaudidos por millones de espectadores hartos de "la casta" que les representa. Así las cosas, Podemos se convierte en la fe de los racionales cuando la medicación y las recomendaciones de sus médicos no solucionan sus males fisiológicos. Por ello, a pesar de que Pablo Iglesias prometa la luna – como hace tres años hizo Rajoy, tras el deterioro de la marca ZP – la gente le cree porque detrás de su "coleta" no hay un pasado político que le sirva al rival de la tribuna para decirle: "y tú más"; como ocurre entre socialistas y populares. La ventaja del presente, sin las manchas del pasado, hacen de Podemos una marca impoluta de cara a los comicios. No olvidemos que en España existe la presunción de inocencia, o dicho de otro modo, todos somos santos salvo que se demuestre lo contrario.

 El "España va bien" de los tiempos aznarianos fue el caramelo que le sirvió a Rajoy para llevarse a su bolsillo a los desencatados de Zapatero

Si se cumplen los pronósticos demoscópicos, Pablo Iglesias se podría convertir en el nuevo presidente de España, gracias al desalineamiento político provocado por el sumatorio de los factores anunciados en el párrafo de arriba. La única baza que le queda a Rajoy para mantenerse en su silla es la recuperación económica. No olvidemos que don Mariano jugó sus cartas al todo o nada, o dicho de otro modo, apostó por sacar al país de la crisis como condición necesaria y suficiente para revalidar su mayoría absoluta y convertirse en un "Aznar segunda parte". El "España va bien" de los tiempos aznarianos se han vuelto contra don Mariano y los suyos. En días como hoy, el Pepé calla como una tumba sobre los "Ronaldos" de José María. Así las cosas, hablar de Rato, Acebes y compañía es como mencionar a Roldán, Vera y Barrionuevo en la era de Zapatero. Por mucho que se esfuerce Cospedal en generalizar la corrupción, más allá de las paredes de Génova, lo cierto y verdad es que aunque "chorizos" hay en todas partes, en unas los hay más que en otras. No olvidemos que en los tiempos de Roldán, la corrupción era un asunto exclusivo del partido socialista. Nadie del Pepé habló de corruptelas como males democráticos sino como asuntos de partido. Gracias a que supieron articular la ecuación: corrupción igual a Pesoe, Aznar se hizo con La Moncloa. 

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