El título busca expresar una apreciación personal sobre la naturaleza humana, así como un deseo de promover el compromiso y la dedicación consciente para con el propio ser por parte de cada uno. Con lo primero me refiero a la inherente capacidad del ser humano de formar un punto de vista propio y válido. Lo segundo hace alusión a lo que considero una necesidad que compartimos como especie, pero que la cultura global suele minimizar en pos de ciertas tendencias un tanto siniestras.
Una pausa para hablar de lo inevitable.
La habilidad de formular un criterio de la realidad propio y sano merece mucha más confianza de la que se le está dando. Actualmente, se deposita la autoridad para definir los parámetros de la validez del conocimiento en fuentes externas. Estamos hablando de una minúscula minoría de la población mundial que formula teorías y buscan validarlas.
Existen varios ejemplos en los que se ha removido las palabras “la teoría de” previas a ciertos conceptos de suma importancia, únicamente porque se ha consensuado que habrá ocurrido algo bastante similar a lo que se propone. Ello me hace pensar que, tal vez, validar el conocimiento bajo la etiqueta de “científico” es lo único que se busca. Del mismo modo, me llama la atención encontrar culturas que parecen estar siempre listas para impregnarse con el último grito de la moda científica.
Nada nos asegura que los intereses detrás de la selección de ideas a popularizar sean los más humanistas que hay en el mercado; por lo que cabe preguntarse si no son los más mercantilistas entre la humanidad. Aclaro, simplemente creo que es algo que podría ocurrir entre los grupos humanos de manera común y silvestre, sin atribuirle “buenas” o “malas” intenciones a nadie.
Tampoco pretendo meter a toda la comunidad científica en el mismo cajón. Me consta que muy recientemente han surgido teorías bastante interesantes pero que advierten con sumo cuidado lo experimental del campo al que refieren. Aunque no deja de resonar en mí una voz que señala la alta probabilidad de que dichas ideas son más marginadas simplemente por no atender a ningún interés industrial y/o político.
Observando el panorama con detenimiento.
Admito que cuando me intereso por algún tema hago algún tipo de investigación, así no sea más que un vistazo por internet para ver qué encuentro. Sin embargo, es sólo un primer paso que facilita una visión general para dar comienzo a la parte más profunda y jugosa del proceso de formular un criterio propio.
Luego, procedo a escuchar lo que dictamina mi sensibilidad para detectar qué es lo que resuena más armónicamente en mí de todo lo que he visto. Así mismo, presto atención para identificar aquellos aspectos o elementos que me hacen ruido o no me cierran. Por último, me concentro en dejar fluir mi sensibilidad a través de mi racionalidad. La finalidad es que la primera utilice como herramienta a la segunda dando espacio al surgimiento de la Creatividad.
A veces surgen intuiciones que suenan muy locas y descabelladas. En otras ocasiones todo lo que llega es una imagen más simbólica, nítida y concreta pero muy abierta a la interpretación. Mientras que otras veces las ideas toman la formas de palabras claras, conceptos con límites y diferenciaciones precisas que me suelen servir mucho al momento de compartir mis ideas con alguien más. Aun así, la clave está en abstenerme de quitar validez a ninguna de mis ideas, porque si yo no las escucho ni les doy una oportunidad puede que nadie lo haga en mi lugar.
El procedimiento puede sonar demasiado azaroso y ser tildado como sumamente ineficaz. Ciertamente, por lo general sólo provee de respuestas tentativas que suelen requerir de varias readaptaciones. Junto con ello, resulta imperativo aclarar que la única forma de validación saludable es la propia experiencia. Aunque, en mi vivencia personal, he comprobado que rara vez se descarta algo por completo al experimentarlo, simplemente suele ser necesario realizar algún reajuste para adaptarse a los avances que van surgiendo. Creo firmemente que en función de esta apertura a la experiencia es determinado el nivel de salud de nuestro criterio de realidad.
Particularmente, el procedimiento de escucha interno que describí es de una utilidad absolutamente personal. No pretende representar ninguna garantía para nadie más, mucho menos a escala masiva ni nada que se le parezca. Si lo comparto es porque es el que se ha manifestado con mayor frecuencia en mi vida, teniendo efectos realmente saludables para mí. Lo aclarado no necesariamente descarta que pueda ser funcional de ser llevado a cabo como experimento por alguien más. Estaré más que feliz de saber de cualquier experiencia que haya sido llevada a cabo intentando ponerlo en práctica, independientemente de los resultados que se presenten.
Sentarnos frente a la Inmensidad de la que somos parte.
El panorama propuesto puede resultar desalentador. Pero al comienzo toqué dos puntos que, al desarrollarlos ahora, funcionarán a modo de conclusión. Primero nos enfocamos en la naturaleza propia del ser humano, gracias a la cual resulta inevitable formular conceptos propios y únicos a los que otorgamos veracidad individualmente. No podemos aspirar a ninguna otra opción que no sea responder lo mejor que podamos para luego comprobar si podríamos haberlo hecho mejor y, así, readaptarnos.
Queda mucho más en claro cuando se piensa en el caso de alguien que quisiese dejar de lado la angustia existencial que la responsabilidad genera. Dicha persona podría ceder ante los consensos socialmente aceptados y validarlos. Se trata de una ilusión, un autoengaño que se lleva delante en un grado de mayor o menor consciencia. Porque incluso entre los convencionalismos más antiguos hay distintas voces y versiones, que suelen actuar como si fuesen irreconciliables. Dejando de lado que dicho fenómeno fomenta el fanatismo ciego, lo interesante es que el mero hecho de elegir una versión y erguirla por encima de todas las otras representa un mínimo acto de autodeterminación.
De todos modos, la aplicación del esfuerzo mínimo y suficiente no suele traer consecuencias benéficas en éste tipo de asuntos. La falsa creencia estática de que se sostiene una idea más acertada que las otras, sólo genera estancamiento y tendencias enfermizas a gran escala entre las distintas sociedades del mundo. Ello se debe a que todos los convencionalismos fueron igualmente convenidos por meros seres humanos, por tanto gozan exactamente de la misma validez. En comparación, depositar nuestra fe en las propias percepciones de nuestro ser ya no suena tan errático. Entiéndase mi propio criterio de fe como un profundo sentimiento de confianza inamovible.
Siendo conscientes de que dichas percepciones pueden cambiar, que de hecho lo hacen dinámica y continuamente, nos permite pararnos desde una postura más humilde y libre. En contraposición a la impostura y el insoportable peso de “defender La verdad”. Es un proceder con el que se defiende tan sólo una verdad, la propia verdad. Siendo la misma aceptada como tan válida como la verdad experimentada por cualquier otro.
Llegado éste punto, sólo queda envolver el moño aclarando la segunda referencia a la que hace el título. La Necesidad Humana de un proceder autoconsciente para con el cultivo de un pensamiento propio, se hace claramente evidente ante todo lo expuesto anteriormente. Dedicarnos con compromiso abierta y plenamente al desarrollo de ideas verdaderamente propias es una condición natural que nos atraviesa a todos. Ignorarla, huir de ella o cualquier otra técnica de evasión, no es más eficaz que el intento de ningún otro animal que persigue desenfrenadamente su propia cola. La esencia de nuestro ser sólo nos pide que la miremos a la cara con aceptación y empatía hacia nosotros mismos.
Considero que la falta de autoconsciencia y determinación en el cultivo de un pensamiento auténtico y original es simplemente una etapa más de nuestro proceso evolutivo como especie. Por ello confío en que, con todo y sus complejidades, va a traer como resultado el movimiento justo para que avancemos en el desarrollo de nuestras potencialidades y el despliegue de nuestra naturaleza. Espero que, en algún punto, la propuesta que estoy abordando sea de utilidad para que vayamos avanzando juntos en la transición de la etapa evolutiva que nos toca protagonizar.
Avancemos hacia lo que nos espera tras el horizonte.
“Confío plenamente en la Evolución Humana y deseo todo aquello que sea necesario para la misma, esperando así mismo ser un agente facilitador activo en su proceso tanto como esté dentro de mis posibilidades. Es por ello que espero que estas palabras sean útiles para el desarrollo de quien se tome el tiempo de leerlas”.
Exequiel I. Galeano.