Podía haber sido en uno de los largos trayectos por Guatemala o México, incluso en Brasil o Vietnam. Podía haber pasado en un día cualquiera perdido en la China profunda o en una de las interminables caminatas por la Patagonia entre viento y frío, incluso podía haber sido el día que decidí volver o el propio día de la vuelta a casa, pero no fue ninguno de esos ni está tan alejado en el tiempo.
No todo es felicidad en un viaje y menos aún en uno tan largo.
El peor día de mi vuelta al mundo fue en Hong Kong, una noche cualquiera de Abril de 2015.
Seguramente con el paso del tiempo y poniéndolo en contexto, no fue para tanto (o sí), pero fue el único momento de todo el viaje donde pensé en volverme, que tanto esfuerzo no merecía la pena. Recuperar mi zona de confort y olvidarme de todo, pero si estaba viajando era también por probarme en situaciones como ésta. Por ver si había aprendido algo en 9 meses… y así fue, sentí que todo lo que había viajado, me había hecho mejor y, sobre todo, me había enseñado a afrontar situaciones como ésta. Era el mismo, pero gestionaba las cosas de otra forma. Tenía un plan A y uno B, pero además tenía recursos para crear un C o un D.
La historia comenzó en Pekín, China, bien entrada la noche, donde debía salir mi vuelo hacia Hong Kong (HK). Unas 4 horas y media de vuelo que debían ser plácidas y me dejarían en HK aproximadamente a las 1:00 de la mañana, por lo que siendo previsor y viendo los horarios tan terribles, me decidí a reservar una habitación individual de hotel para no tener problema al llegar y, principalmente, poder descansar bien sin compartir habitación. Dos días después tomaría mi siguiente avión con destino Jordania.
Conociendo el horario tan intempestivo, contacté con el alojamiento previamente y les informé de mi hora de llegada. No pusieron problemas, decían que tenían recepción 24 horas, así que reservé a través de Booking.com (incluyo la referencia porque es parte clave de la historia) dos noches, la que llegaba de madrugada y la siguiente. De esta forma, podría descansar tranquilamente.
Volvamos a Pekín, donde mi vuelo comenzaba a tener retraso, primero unos 15-20 minutos, para finalmente acumular casi 1 hora. Previsor, eso pensé, escribí un mail al alojamiento informando de mi nueva hora de llegada, que serían aproximadamente las 2:30 am, contando con el transporte desde el aeropuerto. No recibí contestación, por lo que supuse que no habría problema, aunque nada más lejos de la realidad.
Finalmente, el vuelo salió con 50 minutos de retraso y transcurrió sin sobresaltos, más allá de la intranquilidad que tenía por la hora de llegada. Algo me decía que tendría problemas con el hotel, así que nada más llegar a Hong Kong, me conecté a un Wifi y comprobé mi correo, nada, sin noticias. Así que me dirigí hacia la zona de autobuses, nocturnos por la hora de llegada, lo que sumarían 30 minutos a lo que yo había calculado. Empezaba a estar preocupado y, lo peor, agotado tras toda la jornada en Pekín y en el aeropuerto. Tuve un par de momentos de crisis en el bus, pensando que me quedaba dormido, pero nada que una buena dosis de música intensa no solucionara.
Por fin, al filo de las 2:30 llegaba a las inmediaciones de mi alojamiento, situado en el centro de la ciudad, en el barrio de Tsim Sha Tsui. El destino era el famoso edificio Chungking Mansion, donde se sitúan la mayoría de hoteles/hostales de la ciudad a un precio asumible para un viajero solitario, bien sea compartiendo o en habitación individual.
En mi primera estancia en HK conseguí evitar quedarme allí, pero estaba vez no me quedaba otra opción si no quería cargarme mi presupuesto de 5 días en una noche.
Definir qué es la Chungking Mansion es algo complejo, pero imaginemos un recinto formado por 4 edificios, donde viven unas 4000 personas, con una amplia zona comercial en su planta baja y dominado principalmente por indios, que son los dueños de algunos comercios (los otros son de comerciantes chinos) y los principales “vendedores” de la zona. Aquí puedes comprar todo lo que imagines, el asunto es que yo no quería comprar nada, tan sólo quería encontrar mi hotel para dormir.
Hay que introducir otra variable para comprender el contexto y la situación de la noche. Mi vestimenta. No por nada especial, bueno sí, vestía mi clásico pantalón de montaña, mi chaqueta verde, mi mochila grande a la espalda y la pequeña por delante. Hasta ahí todo bien, si no fuera porque lucía, y si que lucían, la única compra que hice en China: las zapatillas Jordan XI, que brillaban en la oscura noche de Hong Kong. Digamos que llamaba la atención bastante, cosa desaconsejable por la hora que era y las personas que estaban por allí.
Y entré a la Chungking Mansion, esperando no encontrar ambiente a esas horas, pero nada más lejos de la realidad. Había un ambientazo con lo mejor de cada casa. La fotografía era la siguiente: decenas de indios ofreciendo hostales, comercios abiertos, varios negros, drogadictos en las esquinas, junto a las ascensores prostitutas varias, algún europeo muy borracho y algún chino que parecía perdido. Como podéis imaginar, caminé lo más rápido que pude por aquel entramado hasta encontrar la dirección de mi alojamiento: Las Vegas Guest House.
En el ascensor me crucé con dos prostitutas y un hombre negro que me sacaba dos cuerpos de ancho y largo. Me miraron de arriba a abajo, yo hice lo propio , pero con más discreción; creo que ninguno de nosotros entendía nada. Respiré hondo y llegué al piso 13, allí estaba la recepción y me recibió un señora muy simpática: una puerta cerrada con un cartel indicando dos números de teléfono y que si estaba cerrada fuera a otra planta.
La noche podía empeorar y lo estaba haciendo. Ya eran las 3 am y, como sospechaba, no tenía alojamiento, pero intuía que la cosa podía ir a peor. Intenté llamar por teléfono, pero esa noche mi móvil decidió que no eran horas para funcionar, así que bajé a la otra planta y miré, nada, sin rastro. Llamé a los timbres y golpee la puerta no menos de 30 veces, pero allí estaba claro que no había nadie. No me quedaba otra que bajar a la planta baja y preguntar a alguien…
Nada más abrir el ascensor, me di cuenta que las cosas sí que podían empeorar y mucho. Caminé dos metros y encontré la escena: gente corriendo y un chico tumbado en el suelo manchado de sangre. Estaba claro, en los 5 minutos que estuve arriba, había habido una pelea y de las buenas, pero creo que lo esperaba, al menos caminé como si nada fuese conmigo hasta el centro de la planta baja, donde había una especie de puesto de información. Allí había un señor chino muy simpático que hablaba el mismo inglés que yo chino, pero no sé muy bien cómo le hice saber mi situación (quizás mi cara reflejaba la necesidad de ayuda) y llamó hasta 10 veces a los números del cartel, todas ellas sin éxito.
Evidentemente, faltaba la policía a la historia, así que apareció a los pocos minutos para gestionar el tema de la pelea, la sangre, los drogadictos, las prostitutas, vaya, casi nada. Entre tanto, me di cuenta que había una tienda de comestibles abierta al lado del puesto de “información”, allí una chica me ayudo algo con el inglés, también intentó llamar y me aconsejo irme al McDonalds que estaba enfrente hasta que se calmara un poco la cosa. Me dijo que estaba abierto 24h y que tendría Wifi gratis. Lo entendí, pero le expliqué que eran las 3:30 am y que no tenía donde dormir…
Mis Jordan brillaban, al tiempo que mi mente se apagaba, sin embargo, le hice caso y me fui al McDonalds. Allí comí algo y, con la ayuda del Wifi, realicé varias llamadas por Skype al hotel, pero sin éxito. 15 minutos después, volví al edificio, intentamos de nuevo llamar sin obtener respuesta. Mi cuerpo se agotaba, pero no contemplaba dormir en el suelo en semejante lugar y menos aún en el McDonalds, había que agotar las últimas balas.
La penúltima opción fue preguntar a la dependienta si habría algún hostel abierto a esa hora, al menos un sitio con cama. Dada la cantidad de prostitutas en la zona, pensaba que algo habría. Me dio un par de referencias en el mismo edificio que mi hotel, subí, llamé, pero allí no había nadie.
Eran las 4:00 de la madrugada y estaba sólo, sin rumbo en Hong Kong, hasta que un flash apareció en mi mente, podría intentar ir al hostel donde me alojé la última vez en HK. Estaba lejos, concretamente, en la otra punta de la ciudad, pero sabía que tenía horario 24 horas y me atenderían. Así que me tiré a mi última opción, antes de dormir en la calle esa noche… salí fuera del edificio, encontré un taxí, recuperé la dirección del sitio de mi última vez y pagué el taxi más caro de todo el viaje, pero esta vez debía salir bien.
Efectivamente, al filo de las 4:45 am, llegué al hostel: Yesinn – Causeway Bay. Allí me atendieron rápidamente, aunque algo extrañados por llegar a esa hora, sin reserva y para tan solo una noche. La recepcionista me recordó que el check-out era a las 10 am, que quizás no me merecía la pena una noche, para sólo 5 horas, pero en mi mente sólo estaba volver al día siguiente a “Las Vegas Guest House” y solucionar el problema con el hotel, pero recapacité y decidí, con acierto, quedarme dos noches. Así podría descansar y levantarme con calma.
Recuerdo entrar a mi habitación de 21 personas (nada más), de forma silenciosa y buscar mi cama, en la parte de abajo de unas literas de 3 pisos. Solté la mochila, me hice la cama, me quité los zapatos brillantes y enchufé el wifi. Sólo 2 destinatarios y un mensaje: “estoy bien”. Llegaba la hora de dormir, aunque ya casi estaba amaneciendo. Había acabado el peor día de mi vuelta al mundo, aunque no la pesadilla…
Desperté sobre las 11 y miré mi correo electrónico, por si tenía respuesta del hotel y sí que la tenía, pero vía Booking.com, con un cargo de las dos noches por no haberme presentado. En ese momento, no sabía si volverme a dormir o levantarme de un salto e ir a por los simpáticos gestores del hotel. Al final, apliqué la tranquilidad y abrí una queja a Booking, explicando la situación, adjuntando el recibo del hostel, con la hora de entrada, el taxi, el retraso del vuelo, etc. Primeramente, no obtuve respuesta positiva de la web diciendo que el hotel se negaba al reembolso, pero tras 3 correos, alguno subido de tono, y más de 1 mes, obtuve el reembolso de las 2 noches y la consecuente disculpa, no de los impresentables del Las Vegas Guesthouse sino de Booking.
Así terminó mi peor día de la vuelta al mundo, en un país que conocía, en el momento menos esperado y afrontando, de madrugada, la situación más delicada del viaje. No todo pueden ser bonitas historias, también las hay intensas, diferentes y con ese punto de miedo y emoción ante situaciones inesperadas. La clave está en saber afrontarlas o, al menos, superarlas.