Ahora bien, llegados a octavos, hay que decirlo, la posibilidad de perder se agiganta. Especialmente cuando el rival es el que es.
Si había un equipo del grupo D que no era deseable, era Costa Rica con esa pinta de selección de morondanga que termina tercera en los mundiales. Y el otro era Uruguay. Corazón, garra, un espíritu de lucha deportiva que sucede muy pocas veces y que, las pocas veces que sucede, conquista. Pícaros, aguerridos, expertos en estas fases mundialistas, tienen para una pared, para una gambeta, para un gol, y ese puchito que va sumando les alcanzó para pasar de fase en un grupo con Italia e Inglaterra, trayendo el sufrimiento desde repechajes eliminatorios, convirtiendo el obstáculo en desafío, generando un envión anímico difícil de quebrar. Si en el fútbol hay algo a lo que le llaman Mística, debe ser, tiene que ser, lo que parece haberse despertado en Uruguay.
Distinto la Colombia de Pekerman que, aunque no será sólo una anécdota, sí un cimiento, sí la simiente del porvenir, todavía, hay que decirlo, la barba no florece con sólo regarla de deseo, hay que esperarla, darle tiempo, y quién no tiende a sentirse maduro con la primera pelusita.
No todo está perdido. Nada está perdido, y a toda esa turba iracunda comandada por el Vlad Tepes de mate calcinante y amargo, hay que enfrentarla con juego, juego, y más juego, tal vez así resplandecieran las chances. Mientras tanto, lo más caro es soñar.
Los once iniciales de Colombia no se conocerán hasta el mismo día del partido, pero quedó visto contra Japón que las características se acoplan a una idea principal.
Si Ospina sigue siendo el arquero seguro, si no vuelven como contra Japón los fantasmas de un pasado en apariencia exterminado, aquellos problemas en las salidas a cortar centros, y si el área está marcada por una defensa sólida, respaldada por volantes, y siendo los delanteros los primeros defensores.
Si Zúñiga sigue siendo el lateral de siempre, si Zapata sigue siendo veloz para decidir, ágil para cruzar, audaz para salir, impecable para rechazar, si Yepes fuera el primer atacante al direccionar los anticipos y los robos, si Arias es el lateral de mente fresca que fue siempre que le tocó ingresar, especialmente en el partido contra Japón donde fue figura sólo opacado por la extraordinaria actuación de Jackson y por el golazo de James (10).
Si Cuadrado es el magnífico volante que vive dentro de un partido, si Aguilar es el que está siempre en todos lados, si Sánchez es ese que hay que pasarlo varias veces antes de asegurar que perdió. Si Guarín es el custodio de la pelota, si James (10) es James (10), si Teo todavía pudiera ser el que defiende las pelotas paradas, el que se acopla al juego de elaboración, el que aguanta de espaldas y asiste, y el definidor.
Si Armero es el rey del desparpajo, el que comete la equivocación de su vida y al instante mueve los brazos hacia la tribuna exigiendo aliento, si es el que nunca se esconde, el coreógrafo de las celebraciones, si regula un poquito el arousal hiperactivo que lo caracteriza, si Ibarbo es el que ofrece un despliegue altísimo en pos del equipo, si es el que arrastra marcas y refuerza las líneas defensivas, si hace un gol, si Mejía es el que juega su primer mundial como si hubiese jugado cincuenta, si Quinterito se divierte y sigue acumulando experiencia, si Jackson es el que se presentó en el mundial con tres chances, dos goles, lúcidos pases, sacrificio para turnarse en el retroceso, si Adrián Ramos es un psicópata del área, el que poco a poco y sin lucimientos va robando el alma de las defensas hasta provocar el gol o el espacio.
Si Mondragón es el prócer que tiene millones de años, entra llorando a un mundial para jugar cinco minutos, y tapa un mano a mano espectacular. Si Valdés y Balanta, así como Vargas, Carbonero, y Bacca están al pie del cañón para aportar lo que tienen. Si José Pekerman es el que lee los partidos a la perfección, el que armó esta selección de buen juego y excelente conducta, si es el que se emociona cuando la configuración funciona.
Si Colombia es Colombia, tendrá el sábado con qué jugarle a Uruguay un partido que puede resultar largo.
EL ESTADO DEL MARACANÁ
Los campos de juego son un desastre. Varios ya tuvieron problemas para hacer que la pelota rodara, Balanta casi se entierra por la izquierda. No sé si la altura del césped, si la blandura de la tierra, no sé, pero pronto nos toparemos con un socavón y, así como ahora hay "volantes externos" porque la pelota anda mucho por afuera, así como hay "volantes aéreos" porque la pelota anda mucho por el aire, pronto tendremos "volantes subterráneos". Ayer, Francia y Ecuador dejaron el Maracaná a la miseria, el sábado va a ser un barrial.
No se entiende que Armero todavía fuese titular en este equipo.
Pasenlá joya.