El pequeño viaje a la España misteriosa

Por Boxvot @boxvot
Cuando llegas al Condado de Treviño (Castilla y León) el cielo se vuelve gris. Aparecen pájaros negros sobrevolando tu cabeza y, anti ti, se abre paso una basta extensión de tierras de cultivo donde la vista no te alcanza a ver el horizonte. Es el skyline de la España misteriosa.No sé muy bien cómo llegamos asta allí, pero llegamos. 

Aficionados al misterio, conocíamos la historia de Ochate. Este era uno de los pocos municipios que forman parte de este pequeño condado que dista 11 kilómetros de norte a sur. Ochate sucumbió a la vida, como se afirma en el libro "Ochate, realidad y leyenda del pueblo maldito", en plena peste española. Cuentan algunas gazzetas de la época que los últimos habitantes se enterraron así mismos. Verdad y leyenda, la realidad es que el viajero que llega hasta allí, no vuelve indiferente.


Más de 120 años sin ningún habitante ha hecho que el pequeño pueblo se haya reducido a nada más que ruinas y restos de lo que un día fue uno de los lugares de paso más importantes al oeste de Miranda del Ebro.


Llegamos sobre las 10:30 de la mañana a San Vicentejo, un minúsculo pueblo adosado a la montaña que hay que atravesar hasta el pueblo de Ochate. Lo único que hay allí son granjas tristes. Animales que no cantan. A pocas personas nos cruzamos.

Una vez recorrido el pueblo decidimos poner marcha campo a través para llegar a la antigua localización. Tuvimos que atravesar riachuelos, terraplenes, vayas oxidadas y parte del bosque de Obécuri. Lo mejor fue encontrarnos con un pastor y sus ovejas. Imaginaros qué cara se le quedo al campesino viéndonos aparecer con unos pantalones vaqueros las New Balance, gafas de sol y videocámaras. El hombre amable nos indicó la dirección exacta. Y exacto, en 8 minutos llegamos a Ochate. 


Es una extraña sensación. El pueblo está como a medio cerro aislado de todo. Nada más hay que bosque y más bosque a su alrededor. Mi amigo se dispuso a tomar unas fotos, a hacer grabaciones con videocámara. Cuando estaba en el viejo campanario, sin que lo esperáramos. El cielo se torció. Se puso negro, negro. Eran poco más que las 13:15 de la tarde. Y como no, empezó a caernos un monzón. 

Como si alguien lo quisiera, tuvimos que salir corriendo de allí, sin poder acabar de ver todos los lugares. Corrimos y corrimos campo a través. Cada vez llovía más y soplaba más el viento. Finalmente llegamos a la granja donde teníamos aparcado el coche. Cuando aminoró la lluvia decidimos marcharnos. Tanto mi colega y yo nos quedamos con la misma sensación. "Alguien no quería que estuviéramos allí". 


Ricardo Nadal -

Gestor de Contenidos en Boxvot