El peregrino

Publicado el 10 abril 2018 por Monpalentina @FFroi

(III.11) SIMBOLOGÍA TERAMÓRFICA.

Es, en el sentido etimológico de la palabra “per agrum” (quien camina por el campo). Y como tales visten y son representados en el capitel. “Peregrino” es quien va a Santiago. “Romero”, el que lo hace a Roma y “Palmero” quien fija su meta en Jerusalén.


Y dicho esto, señalar la incongruencia cronológica de “Cristo-Peregrino” en el sentido de ir hacia la tumba de Santiago en Compostela. Tampoco Santiago pudo peregrinar en ese sentido, por razones obvias. Y aterrizando en concreciones; para no perdernos por las ramas, ese capitel de Tudela que muestra personas con atuendo típico de peregrinación corresponde a CRISTO Y LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS. Esta aparición tan popular, tiene la grave objeción que resulta al preguntarse sobre el motivo de que Jesús conceda el privilegio de su aparición a Cleofás y a su compañero, dos discípulos que no formaban parte del colegio apostólico y cómo, por tanto, sin haber asistido al banquete de la Última Cena, pudieran reconocerlo por la forma de partir el pan ( Cognoverunt Dominum in fractione panis). Se trataría pues, de una ilustración ingenua del pasaje de Lucas (24:13-35), que se acomoda al lenguaje de la Edad Media donde forastero era sinónimo de peregrino.
Es la sincretización, una vez más, del tema mitológico al evangélico con el mismo mensaje: la revelación de la divinidad a los mortales, pues igual que Zeus y Hermes se revelan a Filemón y a Baucis, Cristo se revela a los discípulos de Emaús y por medios análogos: el vino en aquél y el pan en éste. El viejo mito griego es trasmutado, sublimado, por el judeo-cristiano.
Para San Pablo, Jesús vencedor de la muerte, resucitó como ser celestial y ascendió al cielo el mismo día de la Resurrección; por el contrario, los Hechos de los Apóstoles afirman que Jesús permaneció con apariencia carnal en la tierra durante cuarenta días con apariciones y como peregrino hasta la Ascensión. Cuarenta días es la cifra habitual en la Biblia entre la Prueba y el Noviciado: Moisés pasa cuarenta días en el Sinaí, Jesús ayuna cuarenta días en el desierto...
La catedral de León tiene dos sarcófagos de obispos en los que se reproduce la hospitalidad a peregrinos con toda clase de detalles de ellos. La puerta de madera del Hospital del Rey en Burgos es un magnífico ejemplo de peregrinos, incluso con familia al hombro. El Santiago de Tera no es un peregrino, es el propio Santiago en pendant con su hermano Juan. El de San Lorenzo de Vallejo de Mena es un verdadero peregrino.

El Cristo de Emaús de Silos es la transposición histórica de Jesús como peregrino, en la Vía puesto por el Padre. Su presencia está basada en la frase del discípulo Cleofás "...tu solus peregrinus es in Jerusalem ...", como indicación de extranjero que no conoce la tragedia que había ocurrido en Jerusalén, que era lo que significaba peregrino, "aquel que está más allá del límite (limes o frontera romana), del campo conocido". Cristo representa a la Iglesia peregrina de Abraham, Jacob, José, Moisés, el pueblo de Israel, en la caravana o sinodía (en griego) en la búsqueda de la Jerusalén celeste, meta de los monjes que comprenden su encierro como "vita est peregrinatio". Cristo en su calidad humana peregrina por toda Galilea sin casa propia siendo huésped de quienes le atienden, como un peregrino más en todas las tradiciones peregrinatorias. Cristo en Silos está perfectamente identificado como Hijo del Padre por el "bastón de mensajero" que porta, como enviado o heraldo, al modo que lo fue Hermes de los dioses. No se oculta en Él, ni se confunde con un peregrino más, sino como el Primero, según relata el Códice Calixtino.
Para acabar. El Cristo de Emaús es el más grande homenaje que se le puede hacer a la peregrinación a Santiago, ya que antes que Él lo fueron su Madre, La Virgen peregrina y el Niño Jesús peregrino, de advocaciones frecuentes y patentes en la ciudad de Pontevedra y en Astorga.

Sección para "Curiosón" del grupo "Salud y Románico".