Pero en realidad la vida de Bascombe sigue un rumbo un tanto errático. Por un lado ama su soledad, pero también necesita compañía y no le basta con las frecuentes visitas a su ex mujer y a sus hijos ni con asistir a las reuniones del club de divorciados al que pertenece. Necesita a una mujer a su lado que vuelva a activarle la ilusión, las ganas de vivir en plenitud, aunque esa mujer sea mucho más joven que él y con una visión mucho más ingenua de la existencia. Tras fracasar con ella y vivir en primera persona el terrible destino de un compañero del club que le ha pedido apoyo a gritos ante su casi absoluta indiferencia, el protagonista acaba aceptando que su política de no implicarse profundamente en nada de lo que lo rodea activa caminos insospechados por los que transita a sus anchas el azar y eso no puede ser tan malo, a pesar de las apariencias. Al final acepta que lo mejor para él es seguir manteniendo su perfil bajo e intensamente introspectivo:
"La verdad es que la invisibilidad no es tan mala. (...) Porque, nos guste o no, en algún momento todos nos volvemos invisibles, libres del cuerpo y del deber, flotamos a la deriva en la brisa nocturna, hacemos lo que queremos, intentamos descubrir cómo nos gustaría ser en el momento siguiente. Les prometo que ése no es un momento vacío. Y aún está lejos del auténtico remordimiento. (...) Desvanecerse como un susurro en el viento significa libertad. Si somos lo bastante afortunados como para ganar tal libertad, aunque la provoquen acontecimientos negativos, deberíamos utilizarla. Es el único consuelo natural que nos es dado, único y soberano, sin el apoyo ni la tolerancia de otros, entre los cuales incluyo al propio Dios, que no nos deja permanecer invisibles por mucho tiempo, ya que se reserva ese estado para sí."
El periodista deportivo es una novela irregular. Dotada de una magnífica prosa y con una innegable capacidad de tratar temas universales desde una perspectiva profunda - la de su personaje, un ser reflexivo como pocos - el resultado queda un tanto lastrado por la monotonía en la que se incurre en algunos de sus fragmentos, por lo que para el lector la narración se hace a veces innecesariamente larga y un tanto tediosa. Bien es cierto que la intención principal de Richard Ford es que sintamos lo mismo que su personaje, que acompañemos sus sentimentos hasta el menor detalle durante una etapa vital muy delicada y al final mi sentimiento como lector es que este objetivo se ha conseguido con creces. Tanto que, a pesar de todo, no dejaré de leer el resto de la trilogía, puesto que me queda una profunda curiosidad por conocer el futuro de Frank Bascombe.
Como curiosidad, dejo esta frase que le espeta a Bascombe uno de sus interlocutores (sin dar más detalles). Es muy curiosa leída hoy día y no necesita más comentarios:
"Caspar y yo pensamos que Estados Unidos tendría que levantar un muro a lo largo de la frontera mexicana, tan grande como la Gran Muralla, y vigilarla con hombres armados, dejándoles claro a esos países que aquí tenemos nuestros propios problemas."