Mil veces he advertido en los muy diversos matices de esta obra de teatro, al leerla, que su representación teatral debía de ser divertida y darle mucho juego al actor. Hasta ayer, no había tenido el gusto de comprobar que mis intuiciones eran ciertas y que sí: es una obra excelente y entretenidísima de ver.Mas nuevo pensamiento mío, desvanecido en el viento, que no puedo evitar visualizar la película de Pilar Miró (1996) cuando a mi mente acuden los recuerdos y figuraciones de esta historia y sus personajes. Tantas veces yo la vi, con tanto gusto aprendí algunos de sus sonetos y me deleité con la maravillosa interpretación de todos, todos y cada uno de sus actores. Es por esto que me costaba arriesgar y dar una oportunidad a otra versión, otra visión, un distinto Perro del hortelano.
¿Qué me quieres, amor? Cuando una quiere a una película por los buenos ratos que le ha hecho pasar, es difícil arriesgar y buscar en otras lecturas nuevas satisfacciones ¿no? Pero ¡qué bien hice en ir al teatro!. Ahora lo veo claro.Dirigidos por Helena Pimenta, los actores de la Compañía Nacional de Teatro Clásico desbordan energía y carisma; sin duda los que hacen falta para ver una obra así sobre un escenario porque, muy cierto es que en la pantalla grande se trabaja de otra forma y se ven otros resultados. No digo nada nuevo si confirmo que cine y teatro han de apreciarse con distinto criterio.Una de las grandes hazañas de Pilar Miró con su película consistió en enlazar con sutileza un relato que es constante cambio de ritmo y género: comedia de matices groseros, romance, aventuras y un texto en verso que se siente natural y fluido en boca de sus intérpretes. Aquí tenía yo mis mayores miedos, porque entiendo a la Condesa Diana de Belflor como la máxima heroína, el mayor exponente de la mujer caprichosa, apasionada, manipuladora e infinitamente inteligente y para mí, era Emma Suárez y su afectado y agudo tono de voz. Era perfecta.Marta Poveda es otra Diana, una Condesa de Belflor distinta y payasa que de otra forma, por otros medios y en un contexto diferente, me ha gustado mucho. Sobre sus hombros, el sarcasmo perfecto de un texto con infinitas dobleces al que da vida con fuerza y gracia. Otra Diana, pero magnífica Diana.De esta versión orquestada por Álvaro Tato, diré que aprecio su colorido y la magnífica adición de ese nuevo personaje que es el pensamiento de Teodoro, o su sombra gigantesca proyectada sobre la pared del fondo del escenario. Con ella dialoga en uno de mis pasajes preferidos del Acto II y aunque recuerda mucho a aquel anuncio de perfume masculino de Chanel, yo lo compro, lo encajo y lo aplaudo: