El Pescao: arte jondo de ayer y hoy

Publicado el 10 marzo 2012 por Ruta42 @ruta42

El Pescao en plena actuación en la Sala Experimental del Teatro Zorrilla. Foto de Edardo R. Salgado

“¿Y eso dónde lo anuncian?” Resulta que los amantes a las músicas folclóricas, aquellas que se asientan en la tradición, en el respeto al pasado, pero sin complejo a evolucionar, están condenados a repetir esta pregunta. España intencionadamente desde la primera mitad del siglo XX se ha identificado de puertas para fuera con el flamenco. Como si esa fuera la música que mejor ejemplificara al país. Entonces y ahora, el flamenco es una música marginal. Las ventas de discos son asoladoras al lado del éxito que músicas como las de El Barrio tienen bajo la etiqueta “flamenco”, y que como el Pesaco (Enrique Lozano) arremete, no lo son.

El Pescao (Palencia, 1951), uno de los mejores cantaores de Castilla y León, reunió este viernes a las 21:00 a cuarenta personas en la elegante Sala Experimental del Teatro Zorrilla. Cuarenta amigos del flamenco que no pueden despistarse si quieren de vez en cuando darle un gusto a sus sentidos, ya que los medios no ayudan y las posibilidades son escasísimas para escuchar los desorbitantes quejíos de este genio del cante flamenco que es Enrique Lozano.

Concierto de el Pescao, con el bailaor, y el Persa al fondo. Foto de Eduardo R. Salgado

Nada más entrar al escenario, el palentino, enfundado en una impoluta camisa blanca, dio la bienvenida al público a su manera, con sencillez y cercanía “no tenemos nada preparado, como de costumbre”. Para esta ocasión Enrique no se acompañó de su compadre Javier Serrano (“el Piños”). Guitarrista habitual de el Pescao y compañero de mil batallas. Hoy, como el año pasado, vino con Reza Jafari “el Persa”. Un joven iraní que toca la guitarra con bravura y delicadeza, cada nota en sus dedos es tratada con cuidado, pellizca las cuerdas como si estuvieran vivas.

“Vamos a hacer un repaso del flamenco” Estas fueron su últimas palabras antes de marcarse una soleá. Enrique es un cantaor de raza, que domina su arte, en sus conciertos trata de dar una vuelta completa por casi todos los palos del flamenco. Sabe que esto lo pueden hacer pocos, y por eso, entre canción y canción, para que nadie se pierda, anuncia que lo que se va a escuchar: un cante de levante, un tango, una malagueña, una seguiriya… Así hasta diez palos diferentes, pasando de “la soleá más dura que hay” a una simpática rumba aflamencada (Inevitable), compuesta por La Negra. Porque eso es el Pescao, puro nervio, pasión y amor al flamenco, respetando la base sin perjuicio de añadir toques modernos, valientes o innovadores.

En mitad del espectáculo, Enrique anunció la gran sorpresa de la noche, a la voz y guitarra se le sumaba el baile. La santa trinidad del flamenco estaba al completo para regocijo del respetable.

El flamenco es tragedia, hambre, amor, fatiga… Todo esto lo cantó el Pescao con su inmensa voz, entregándose en cada verso, terminando exhausto cada tema, con la mano de el Persa levantada, señalando al maestro, al portento de Enrique. Puede cansarse pero no claudicar “aunque me reviente el toro, no hecho la pata atrás”, le canta a José Tomás.   El púbico de vez en cuando animaba con un olé o,  vamos pescao. Estamos en Castilla y León, que nadie espere clamores espontáneos. Tampoco los necesita, él mismo se denomina “gitano de tierra adentro”, un cantaor de ahora, castellano, que canta con el alma.

Tras dos horas de memorable arte flamenco, el Pescao y el persa, se despiden. El público tocado, seguirá alerta por si el Pescao vuelve a dar uno de sus coletazos.
 

Eduardo R. Salgado

Estudiante en 4º de Periodismo de la Universidad de Valladolid. Colaborador en el programa radiofónico: La Milana Bonita. Sección (bandas de libros).