El pesimismo de un tipo feliz

Publicado el 21 noviembre 2016 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

Como esta sombra, incluso la oscuridad se acaba para dar el paso a un nuevo día, y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún. Esas son las historias que llenan el corazón, porque tienen mucho sentido, aún cuando eres demasiado pequeño para entenderlas.

El Señor de los Anillos: las dos torres (Peter Jackson, 2002)

Hoy, recuerdo a una lectora que viajaba entre mis letras, y, supongo, que a través de las de otros. Se hacía llamar Mamen, o Maco, y no sé cuándo desapareció. El nombre evocaba a María y a Carmen, y me visitaba todas las semanas con la familiaridad que aprueba la rutina.

No sé cómo me encontró. Ni qué buscaba. Mucho menos cuándo recordé que hacía tiempo que no se dejaba ver; a menudo, eso es Internet: anonimato, inestabilidad, fragmentos de vida. Para lo bueno, y para lo malo; para todas las Mamen que yo me alegro de reencontrar en los comentarios, y para aquellos y aquellas que se perdieron por el camino, y que nadie, excepto ellos o ellas, sabrán por dónde guían sus pasos.

Un día cualquiera, esa lectora dejó escrito cómo le afectaban algunas de las columnas de opinión que nacían de mí. Auguro que veía demasiado negro, o gris, y que hacía suyos los desastres que, a menudo, aquí quedan ilustrados. Estoy seguro de que lo dijo en algún comentario, antes de desaparecer; después, lo borró, como con miedo de contagiar una visión demasiado pesimista a aquellos que se movían alrededor  del blog.

Desapareció. A finales de verano, desapareció. Y, sin mirar atrás, o haciéndolo (¿quién sabe, excepto ella?) también destruyó aquellos pequeños espacios de opinión que ella misma había creado o recreado con mis textos y muchos otros: prejubilada, parece ser que se dedicaba a recoger retazos de artículos, de historias, de anécdotas, y a compilarlos a golpe de reblogueo, y de retuiteo.

Entonces, no encontré una respuesta mejor. O no le di importancia; si es así, mea culpa. Hoy, le diría que detrás de la historia de Caos, al menos un coche se detuvo en el arcén; tras cada maltrato, hay cien personas dispuestas a proteger y sanar esa herida; y que una injusticia, es, para muchos, una excusa para alzarse contra ella; le diría: “Mamen, un error pocas veces no funciona como un pretexto que reparar.”

Esas entradas representaban un toque de atención, una excusa, una llamada, o, quizá, el parpadeo que precede al cambio. No un gris, sino el verde que nace, o vuelve a brotar; una palabra que escupe contra las evasivas y hace al lector (o lectora) partícipe.

Supongo que tendría que haberle dicho que, a menudo, aquí, todo lo que subyace no es más que el pesimismo de un tipo feliz; alguien que ha encontrado un espacio donde gritarse a sí mismo y a los orejas de cuantos se le acercan.

Quizá faltaron más entradas sobre todo lo que veo genial del mundo, o decirle que, de haber optado por esa otra alternativa, no acabábamos. Pero esos fragmentos de pesimismo parece que la hicieron huir.

O quizá tengo mis propios textos en muy alta estima.

Quién sabe.


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Algunas de las entradas que hicieron huir a Mamen; quizá también hagan que vuelva.