JULIETA
data: http://www.imdb.com/title/tt4326444
Pedro Almodóvar nos da una de sus más áridas películas, adaptando tres cuentos de Alice Munro. Cuando decimos árida, no queremos decir que es una película difícil de seguir. Tiene una simpleza clásica. Decimos árida porque la historia que nos cuenta Almodóvar no ofrece flancos para el delirio, para el desborde, para el brochazo grueso. Es austero en esta crónica del dolor que no se puede despegar de la piel, retrato de un proceso sin solución ni sentido, revolotear del pasado que se disfraza de culpa para amargar al presente.
En esa economía de recursos para asomarse al drama de Julieta Arcos, Almodóvar exhibe su diestra mano maestra para señalarnos con las imágenes. Es una película que vale sentir en sus planos, sus colores, sus escenografías, su iluminación. Dice mucho el ropaje que viste esa historia. Hay una sintaxis visual en paralelo a la aparente (sólo aparente) levedad de la historia de Julieta.
Asistimos a un comienzo radiante en la vida de Julieta Arcos: se va a vivir a Lisboa con su pareja, Lorenzo (un Darío Grandinetti digno representante de la Escuela de Sobreactuación del Gran Actor Argentino; afortunadamente no está mucho tiempo en pantalla). En plena mudanza, tira a la basura un sobre celeste. El tiempo que se toma para desecharla, revela que es un dato importante de su pasado. Un nuevo tiempo se abre para Julieta, un momento que presumimos apto para el reposo final de una madurez con amor y serenidad.
Al día siguiente, el último día en Madrid, Julieta se cruza con una joven que la reconoce, la saluda y le dice que acaba de ver a su hija en un viaje a Como, que se la veía bien y que tenía tres hijos.
El terremoto acecha a la vuelta de la esquina. Porque esa charla cambia todos los planes de Julieta que ha venido sosteniendo su vida durante los últimos doce años, intentando olvidar lo que no se puede olvidar tratando (en vano) de reinventarse otra vida.
Lo que sigue es el secreto que Julieta ha estado guardando estos años: qué pasó con su hija y porqué dejó de verla.
Almodóvar elige dos actrices para encarnar a Julieta Arcos: Adriana Ugarte en su juventud; Emma Suárez en su actualidad madura y sufriente. La transición de una actriz a otra se logra con dos magistrales pases: un fundido del presente al pasado; una toalla que seca a Ugarte y descubre a Suárez. Detalles de maestro. Para la mayoría de los espectadores les pasará desapercibido. Pero esa transición, tan elegante y breve, es un ejemplo de buen cine que escasea (cada vez más) en estos tiempos.
Hay otro detalle visual constante en la trama: el rojo y el azul. Esos colores se entrelazan, una y otra vez, en la vida de Julieta. Azul es el pulóver que lleva en el tren; roja es la chaqueta que lleva Xoan. Roja es la mitad de la pared del departamento que va a dejar Julieta; no es en vano que falta el azul (azul es el mar de Xoan). Rojo y azul es su pulóver cuando toca Madrid por primera vez. Presten atención al cruce del rojo y al azul, en las escenografías, en la fotografía, en la repetición de ese contraste en vestidos, paredes, calles.
El tema central de “Julieta” es la culpa. La culpa de intentar ser feliz. Los personajes de “Julieta” conviven con esa contradicción: el egoísmo por ser feliz, a costa de dejar al moribundo, al fallecido, al inválido. Julieta reemplaza a la esposa de Xoan antes de que ella fallezca; Xoan retoza con su amiga Ava cuando las esposas (tanto Julieta como la anterior) no están en su cama; el padre de Julieta hace lo propio que su hija.
Ser feliz (satisfacer los deseos de la carne, la sensualidad del ser) implica olvidar a los que quedan atrás, exige prescindir de los que arrastran la muerte a su lado. Y esa traición es básica para proseguir la vida. (El símbolo del viajero del tren, el tipo solo sin nada más en el bolso, esto es, sin futuro, al que ya nadie quiere darle la chance de escuchar).
En la vereda de enfrente Marian (la excepcional Rossy de Palma) y Antía son los personajes que señalan con el dedo, los que ejercitan el derecho de adjudicar la culpa. Marian en su gastado cuerpo ajeno; Antía cayendo en manos de una secta religiosa para no afrontar su iniciación amorosa con su amiga Bea.
El drama central de Antía es que ha sido feliz cuando su padre (su mayor amor) ha muerto. Esa actitud, humana y normal, es lo que la paraliza y la aleja de sus afectos. Por no caer en el pecado de egoísmo de ser feliz, cae en otra falta aún mayor: el del desprecio de aquellos que la aman.
Aunque no tenga el mismo tenor, Julieta ve en Antía un espejo: también ella ha censurado la elección por la felicidad que ha hecho su padre.
“Tu ausencia llena por completo mi vida, y la destruye” escribe Julieta en la mejor frase de la película. Algunas personas sólo pueden dar, como Antía, esa retribución: dolor.
El final es abrupto, no demasiado convincente. Esperábamos otro tipo de corte a la historia de Julieta. Pero cierra desde la lógica: otra muerte que permite entender. Sólo cuando se pierde un hijo puede entenderse que no es necesariamente trágico perder un padre. A algunos (como a Antía) le lleva toda la vida.
Sobrevuela en “Julieta” una última idea: como las elecciones pueden torcer nuestra vida para siempre. Como algunas vidas están presas, para siempre, de una elección que ni siquiera ha sido suya. Un enojo, una charla que no se lleva a cabo, una salida al mar apresurada, puede cambiar todo lo que dábamos por seguro hasta entonces.
Así de frágil e incierta es la vida como para que no aprovechemos las pocas oportunidades de ser feliz que hay desparramadas entre tanto dolor, muerte, soledad y hastío.
Recomendada. Nos gustó mucho este Almodóvar. Para no dejar pasar.