Leemos, pues, por sed de desdoblamiento, para encarnar todo aquello y todos quienes no pudimos ni podremos ser, leemos para escapar de la carne de todos los que somos, para evadirnos, aunque sea por breve tiempo, del ordinario servilismo de todas cuantas pieles no podemos dejar atrás. La ficción nunca es suficiente porque la realidad es siempre demasiado.
Leemos, pues, por sed de desdoblamiento, para encarnar todo aquello y todos quienes no pudimos ni podremos ser, leemos para escapar de la carne de todos los que somos, para evadirnos, aunque sea por breve tiempo, del ordinario servilismo de todas cuantas pieles no podemos dejar atrás. La ficción nunca es suficiente porque la realidad es siempre demasiado.