En esta lluviosa tarde de invierno bruselense, he pensado que os debía contar ¡Oh amigotes del alma! que he descubierto una escritora que me ha fascinado, embelesado, embrujado (y embarullado un poco, ya os contaré después) : Aki Shimazaki, una escritora japonesa (como su nombre indica, claro, si se llamara Dolores López, habría que pensarse si era japonesa o no) que vive en Canadá. Aunque nació en Japón, emigró al Canadá francófono en 1991. Escribe en francés. No sé si hay traducción al castellano de sus obras. Yo, al menos, no la conozco, pero ahí os dejo el tema, ya que todos mis lectores sois doctos, educados y literatos (no faltaría más), por si alguien quiere traducirla. Es facilito, su francés es sencillo, simple y directo.
Aki Simazaki
La obra de la que os voy a contar sus estresijos es una pentalogía (o sea, no me seais tarugos : que son cinco libros) que se llama "El peso de los secretos", bueno, en realidad se llama "le poids des secrets", pero para empezar he traducido el título. No está mal para una tarde de viernes ¿Eh? Pues venga, no critiquéis.
Cinco libros cortitos, de unas cien páginas cada uno, con capítulos también muy cortos, pero todos ellos cargados con una carga de profundidad, tras esa apariencia de sencillez, que os pueden hacer que os peguéis al libro como lapas a una roca sin poder soltarlo. La obra, sigue la estructura del "Cuarteto de Alejandría" de Lawrence Durrell, del que ya os hablé aquí (pinchad si os apetece). La historia es la misma, pero contada por cinco protagonistas diferentes, de tres generaciones diferentes, padres, hijos, abuelos. No hay orden en el relato, es un laberinto que tiene que reconstruir el lector.
En el libro primero, "Tsubaki" (Camelia), en la página veinte ya te han pegado un buen sobresalto. La abuela, que sobrevivió a la bomba atómica de Nagasaki, cuenta cómo fué el evento, y hace unas interesantes reflexiones. A la pregunta del nieto "abuela ¿por qué los americanos solo tiraron dos bombas?", ella contesta: "porque no tenían más". Cuando el nieto insiste sobre la crueldad de los americanos, la abuela, intentando ser ecuánime, habla de las exacciones que había cometido el ejército imperial en sus colonias asiáticas. Oye, leedlo, vale la pena.
La familia se había trasladado a Nagasaki para huir de los bombardeos de los B-29. Como se ve en el mapa, Nagasaki cae bastante a trasmano de Tokyo, pero el destino es así:
En el libro tres, "Tsubame" (Golondrina), Aki cuenta otro suceso estremecedor. En 1923 hubo un terremoto terrible, con miles de muertos. Sin que explique el porqué, los japoneses decidieron que los emigrantes coreanos (Corea era una colonia del Japón) habían estado robando y pillando en las casas destruidas y se desató una terrible caza de coreanos, con miles de coreanos linchados y muertos. Son cosas sobre las que la historia que conocemos ha pasado un poco de puntillas.
Pero no os voy a contar más, qué rayos. Os léeis el "quinteto" de la Shimazaki, si sois capaces de leer el francés facilito de Aki.
La verdad, con todos esos protagonistas y todos esos nombres que se parecen tanto entre sí, yo me tuve que hacer un esquema para no liarme mucho. Ya sé, es una guarrindongada, pero a lo mejor os ayuda a saber quién es quien:
Y ahora, amiguetes, no os vais a librar de la batallita sorokinesca que aplica en este caso. Un servidor, no conoce Nagasaki, pero estuvo en Kamakura (que es donde vive la tercera generación de los protagonistas del libro) durante uno de mis viajes a Tokyo (digo uno, porque fueron dos, oiga). La atracción principal es el Buda gigante (Daïbutsu, le llaman en los libros de Aki). Naturalmente, sin que yo sepa porqué, siempre hay un turista metiéndose enmedio de mis fotos:
Kamakura, es una ciudad pequeña, costera y agradable. Cuando uno se pasea por su calle principal, podría pensar que Japón no es ese monstruo ultramoderno que pretenden hacernos creer:
Eso sí, nadie sabe cómo pueden hacer imposible que solo se use el servicio (¿dispositivos electrónicos, redes de pesca?):
Ya estuvo suave, Voy a cortar aquí, no sin antes daros un toque gastronómico, por supuesto. Como sabéis, en los restaurantes japoneses se ponen bellas maquetas de los platos que uno puede disfrutar en su interior. Así es que, solo tienes que salir y señalar lo que quieres. Y ahora va la pregunta: ¿sois capaces de ver entre todos esos platillos uno que no tenga un aspecto japonés? Venga, vamos con ello, acepto apuestas:
Y nada más sino un besazo, colegas