Un ser cuya capacidad de amar ha sido destruida, se sumerge en una oscuridad aberrante y es noqueado por las sombras de un pasado que lo atormenta. Para defenderse algunos se encierran, otros hacen un tratamiento y otros, así sin más, matan. En un teatro alejado de las luces de la calle Corrientes, El Petiso encontró su lugar en una acogedora sala de La Tertulia. La angustia se hace carne y los personajes, que ya están en escena, dejan entrever sus vicisitudes. Algo en el aire indica que lo que está por verse no será poca cosa…
Si vas a verla y te quedás mudo, con un nudo en la garganta y un sutil dolor de panza, es por culpa del Petiso... ¡ejem! digo, de Pablo Juan. Por su parte, Blanc y Chiesa con sus múltiples y versátiles personajes, aportan a la obra el ritmo necesario. La puesta es minimalista y sutil, con juegos constantes de luces sectorizadas y un inmejorable uso de los recursos sonoros que nos sumergen como por un tubo en este policial tétrico y escalofriante.
Pero este Petiso (con su psiquis atrofiada, producto de una vida dolorosa y marginal) genera más pena que odio. El grado de humanidad sacude e incomoda. El desamparo, la exclusión social, el zambullido en morbosas fantasías, los deseos de carácter abyecto, madres que reclaman a sus hijos muertos, las secuelas de una vida sin amor y el recuerdo recurrente de un hermano muerto en Italia, nos van adentrando en el siniestro mundo de este niño asesino de niños. Una obra que desconcierta, incomoda y dispara reflexiones sobre la cárcel como dispositivo de castigo y control (y no de regeneración social) nos sitúa, como diría el amigo Nietzsche, más allá del bien y del mal. . ¿Si vale la pena ir? Eso ni se pregunta.
Ficha ArtísticaAutoría: Julio OrdanoActúan: Facundo Blanc, Marcelita Chiesa, Pablo JuanVestuario: Pablo JuanEscenografía: Magdalena de la Torre, Virginia TaboadaMaquillaje: Magdalena de la Torre, Virginia TaboadaAsistencia general: Lorena BasarAsistencia de dirección: Basia FiedorowiczPrensa: Silvina PizarroDirección: Adrian Cardoso