Revista Salud y Bienestar

El PGAD o la constante necesidad de sexo en la persona

Por Fat
El roce del pantalón ajustado, un cruce de piernas, el contacto de las nalgas con la silla es suficiente para llevarlas a un estado de excitación intensa, prolongada, incontrolada. El clítoris, la vagina y el perineo comienzan a palpitar con tal fuerza que las hace sudar y las perturba. Sufren el denominado Síndrome de Excitación Persistente (PGAD por sus siglas en inglés). Un estado que no pueden evitar y, aunque no siempre llegan al orgasmo, cuando éste sobreviene la situación se vuelve insoportable. Porque «no disfrutan, por lo que la comparación que algunos hacen con el término ninfomanía no se apoya en datos clínicos», explica James Pfaus, miembro del departamento de Psicología de la Universidad de Concordia (Canadá). De hecho, los expertos insisten en que se trata de un estado muy molesto e incluso doloroso. «No buscan el sexo por el sexo, pero prefieren la sensación del estado post orgásmico porque éste induce la salida compresiva de la sangre de los genitales y las alivia», dice Pfaus.
Por eso Michelle Thompson no hacía más que practicar sexo con su novio. «Hasta diez veces al día» para intentar apaciguar su fogosidad. El caso saltó a los tabloides porque manifestó tener hasta 300 orgasmos diarios que le causó problemas laborales, ya que tuvo que dejar su puesto de trabajo en una fábrica de galletas porque el ruido de las máquinas le provocaba orgasmos. ¿Cuántas hay?Aunque sólo se describe en el género femenino, si hubiera que buscar algún tipo de correspondencia con el masculino, «sería más bien priapismo, es decir, erecciones espontáneas que se pueden prolongar y resultar desagradables y dolorosas».
La complejidad del PGAD hace difícil obtener cifras sobre su incidencia. Francisco Cabello, director del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología y presidente de Honor de la Federación Española de Sociología y Sexología, argumenta que «una autora estadounidense, Sandra Leiblum, lanzó un cuadro magnificado en una investigación en la que se hablaba de 18.000 pacientes en Estados Unidos, pero la fiabilidad es relativa porque interpretaron a su forma los síntomas». Cabello añade que «yo en 26 años de profesión sólo he visto cuatro casos». Precisamente Leiblum, fallecida recientemente, fue la primera investigadora en describir los criterios para establecer un diagnóstico. Léase la mencionada excitación involuntaria durante un largo periodo de tiempo (horas, días o meses), que a su vez puede ir acompañada de uno o más orgasmos y que no se relaciona con un sentimiento de deseo. James Pfaus matiza que «clínicamente, parece haber pequeñas distinciones entre las afectadas realmente por este síndrome y las que no. Obviamente, una de ellas es que se masturban con frecuencia para relajar su estado».
Como le ocurrió a Johanna. Esta mujer, que ya supera la barrera de los 50, acudió a una web especializada en PGAD (www.psas.nl) donde las afectadas pueden liberarse y contar y contrastar sus experiencias diarias. De esta forma pudo explicar cómo el sexo acaparó su vida. «Los casos en los que me masturbaba podía contarlos con los dedos de una mano. Pero en cuestión de tres meses pasé de ser una mujer no demasiado activa sexualmente a alguien que parecía no poder pensar en otra cosa que no fuera el sexo. Sentía que estaba a punto de correrme en cualquier momento. Necesitaba correrme sin ninguna razón y en los momentos más extraños».
«Tenía que cambiarme de ropa varias veces al día porque estaba constantemente húmeda». En cuanto a las causas, éstas aún se desconocen. No obstante, entre las diferentes teorías que se barajan, el estudio de Pfaus publicado en «Journal of Sexual Medicine» revela que es posible que se deba a alteraciones neurológicas, farmacológicas, y hormonales. Y también a problemas vasculares «provocados por malformaciones pélvicas arteriovenosas que hacen que la comunicación arterial sea irregular en los genitales y generen una congestión».
-Hipótesis que concuerdan con los expertos consultados.
Así, Debby Herbenick, investigadora de la Universidad de Indiana afirma que «para algunas mujeres parece estar vinculado a cambios hormonales (algunas los manifiestan por primera vez en la menopausia, por ejemplo). En otros casos, se relaciona con alguna medicación». En cuanto al origen neurológico éste «sería similar al del Síndrome de Piernas Inquietas, donde las terminaciones nerviosas, en este caso de los genitales, se vuelven incontrolables» dice Bat Sheva Marcus, directora del «Medical Center for Female Sexuality» de Nueva York (EE UU). Por su parte, Francisco Cabello añade la posibilidad de «la presencia de un tumor o una cicatriz alrededor de los vasos de los genitales que aumenta la cantidad de sangre en la zona».
Y aunque no quieran, necesitan aliviarse y a algunas recurren a la pareja que, ni comprende lo que le ocurre ni sabe, o mejor dicho, puede ayudarla. «Puede ser problemático, porque se sienten incómodas y les cuesta hablar de ello abiertamente, por lo que el compañero se siente confundido y frustrado ante la incapacidad de actuar», concluye Marcus. A Michelle su síndrome le costó la ruptura con varias parejas. «Todos acababan cansados de mí», explicó. Otras veces era ella quien rompía porque no quedaba satisfecha.Por eso Herbenick señala que «es muy importante que sean capaces de hablar de sus experiencias sexuales, porque esto puede ayudar a la afectada a aprender que no es una “responsabilidad” de su compañero o “un trabajo” tener sexo con ella siempre que se lo pida para intentar suavizar sus síntomas. Y también debe saber que no es su culpa el hecho de no poder satisfacerla».
Descartado el sexo como remedio, los científicos han tratado de buscar en la farmacología una terapia que logre reducir sus síntomas y molestias. Y, pese a que los casos en los que se ha probado son bastante reducidos, los resultados parecen dar cierta tregua a las afectadas. «Se ha probado con analgésicos locales en algunos casos pero con pobres resultados», concluye Francisco Cabello.
-Tratamientos
Pero un estudio elaborado por el Departamento de Psiquiatría del Hannover Medical School (Alemania) reveló una vía alternativa: dos antidepresivos, duloxetina y pregabalina, que apaciguaron los síntomas de varias pacientes estudiadas. La duloxetina es un inhibidor de la recaptación de serotonina, noradrenalina y leve efecto de la dopamina aprobado en Europa para la incontinencia urinaria y también para tratar ciertos cuadros depresivos. La pregabalina es un anticombulsionante para tratar la epilepsia, el dolor neuropático y los síntomas generales de la ansiedad. Las afectadas sometidas a estos tratamientos mejoraron notablemente su estado y dejaron de sufrir orgasmos espontáneos. Otro de los fármacos que abren una vía de tratamiento es la vareniclina para dejar de fumar. «Reduce el ansia por la nicotina, por lo que puede calmar los síntomas del PGAD», dice James Pfaus, autor del estudio. Porque la nicotina actúa sobre el sistema nervioso, donde se une a unos receptores que liberan dopamina (responsable de la sensación placentera). «Por tanto, la vareniclina regularía esos niveles de dopamina y controlaría el flujo de sangre en los genitales».
**Publicado en "La RAZON"

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