Cualquiera que use la red para expresar su opinión, use o no más de 140 caracteres, debe mantener una opinión sobre la detención del usuario de Twitter que colgó opiniones de halago sobre el asesinato de Isabel Carrasco. Cualquiera, como yo, que no tenga reparos en mantener un tono elevado en lo que se refiere a comentarios yopinioes, y que, desde luego, no considere que deba, ni yo ni nadie, cortarse ni un pelo en exponer su opinión sobre cualquier cosa que suceda. Si las redes sociales en masa han vitoreado el hecho por el motivo que sea, lo último que debe la sociedad es mantener un silencio hipócrita, y lo primero que debe hacer el gobernante de turno o el político de turno es reflexionar sobre la respuesta de la sociedad a la que se supone que pretende servir.Si bien el tema se reduce a ajustes de cuentas por motivos personales, la cuestión repercute más allá. Como si expresar júbilo por la desaparición de un antagonista fuera patrimonio de un determinado sector. Cuando se desea la pena de muerte para un criminal, o que se pudra en la cárcel, nadie levanta la voz de alarma por apología de la ley del Talión, cuando se desea muerte a los etarras eso es patriotismo español y sentido de la justicia. Pero una política que se había granjeado enemigos da con unos (además, correligionarios de su misma fuerza política, que no es otra que el PP) a los que se les acaba la paciencia y le meten cuatro balas en la cabeza, y nadie, nadie, puede expresar nada diferente a la indignación sin correr el riesgo de incurrir en delito: en uno de esos delitos que empiezan por la palabra apología y que deben ser tan difíciles de acotar, y definir, pero no de condenar. Las redes sociales y los blogs y todas las herramientas de expresión de Internet son, obviamente, cajas de resonancia dependientes del nivel de alcance de cada uno. Reprimir las ganas de decir lo que se piensa, por bárbaro y reprobable que ello sea, no tiene el más mínimo sentido. A veces es el único canal en que muchos pueden expresarse, en una sociedad con medios de comunicación masiva sumamente castrados y controlados. No he sabido de nadie de los que salen en @apuntem que haya sido detenido por desear horribles muertes a todos los catalanes. Reivindico mi derecho a alegrarme y expresar mi alegría si alguien desaparece, sin importarme el motivo. Y el de mis enemigos a decir lo mismo de mi. Vamos: hablar es diferente que hacer, dicen los ingleses. Perro ladrador, poco mordedor, se dice por aquí. Expresar rabia y frustración es un canal más para mitigar esa rabia y esa frustración. No pretenderán los gobernantes que eso quede dentro de nosotros. No les aconsejo que pretendan eso, vamos. Yo ya les he avisado.
Cualquiera que use la red para expresar su opinión, use o no más de 140 caracteres, debe mantener una opinión sobre la detención del usuario de Twitter que colgó opiniones de halago sobre el asesinato de Isabel Carrasco. Cualquiera, como yo, que no tenga reparos en mantener un tono elevado en lo que se refiere a comentarios yopinioes, y que, desde luego, no considere que deba, ni yo ni nadie, cortarse ni un pelo en exponer su opinión sobre cualquier cosa que suceda. Si las redes sociales en masa han vitoreado el hecho por el motivo que sea, lo último que debe la sociedad es mantener un silencio hipócrita, y lo primero que debe hacer el gobernante de turno o el político de turno es reflexionar sobre la respuesta de la sociedad a la que se supone que pretende servir.Si bien el tema se reduce a ajustes de cuentas por motivos personales, la cuestión repercute más allá. Como si expresar júbilo por la desaparición de un antagonista fuera patrimonio de un determinado sector. Cuando se desea la pena de muerte para un criminal, o que se pudra en la cárcel, nadie levanta la voz de alarma por apología de la ley del Talión, cuando se desea muerte a los etarras eso es patriotismo español y sentido de la justicia. Pero una política que se había granjeado enemigos da con unos (además, correligionarios de su misma fuerza política, que no es otra que el PP) a los que se les acaba la paciencia y le meten cuatro balas en la cabeza, y nadie, nadie, puede expresar nada diferente a la indignación sin correr el riesgo de incurrir en delito: en uno de esos delitos que empiezan por la palabra apología y que deben ser tan difíciles de acotar, y definir, pero no de condenar. Las redes sociales y los blogs y todas las herramientas de expresión de Internet son, obviamente, cajas de resonancia dependientes del nivel de alcance de cada uno. Reprimir las ganas de decir lo que se piensa, por bárbaro y reprobable que ello sea, no tiene el más mínimo sentido. A veces es el único canal en que muchos pueden expresarse, en una sociedad con medios de comunicación masiva sumamente castrados y controlados. No he sabido de nadie de los que salen en @apuntem que haya sido detenido por desear horribles muertes a todos los catalanes. Reivindico mi derecho a alegrarme y expresar mi alegría si alguien desaparece, sin importarme el motivo. Y el de mis enemigos a decir lo mismo de mi. Vamos: hablar es diferente que hacer, dicen los ingleses. Perro ladrador, poco mordedor, se dice por aquí. Expresar rabia y frustración es un canal más para mitigar esa rabia y esa frustración. No pretenderán los gobernantes que eso quede dentro de nosotros. No les aconsejo que pretendan eso, vamos. Yo ya les he avisado.