Por Hogaradas
Un buen libro tiene que tener la magia de poder enredarte entre sus líneas desde el principio, conseguir que la lectura de las primeras palabras te transporten de inmediato a los escenarios en los que discurrirá la historia de la que su autor quiere hacerte partícipe, levantar la vista y sentir de inmediato que durante ese breve pero intenso período de tiempo el texto ya te ha atrapado entre sus redes y será difícil que te deje escapar.
Hay libros que he intentado leer una y otra vez, pensando que el estado de ánimo de un momento concreto pudiera haber sido determinante para hacerme desistir de continuar entregándome a su lectura, pero ha sido imposible, a pesar de mi tremenda predisposición a dejarme llevar no han conseguido nunca que acabara leyéndolos, así que reposan en las estanterías sin haber cumplido su gran cometido, con sus páginas nuevas, apenas sin haber sido rozadas por esas manos que tanto necesitan, con esas palabras que no han recibido ninguna mirada, con esos sentimientos que necesitan ser compartidos para tener sentido, para volver a vivir, para saber que un día existieron, y si no fue así, con la imaginación de su autor fue suficiente para que lo sintieran de ese modo.
Con las películas me pasa un poco lo mismo, así que las primeras escenas son cruciales para que no haga uso del mando a distancia y me entregue al placer de una historia que me hará disfrutar al menos durante un par de horas, olvidarme completamente de todo, reír, llorar, sońar que soy su protagonista, dar gracias por no serlo, conocer otros mundos, otras vidas, alabar la imaginación de quienes son capaces de crear seres e historias maravillosas y fantásticas…
Es evidente que para crear hay primero que sentir, pero también creo que es cierto que no todos los creadores tienen la capacidad de transmitir ese sentimiento y saber llegar al público, al fin y al cabo, lo más difícil y la recompensa más esperada tras finalizar su obra.
Cuando escribo sé perfectamente qué pequeńos artículos llegarán y cuales pasarán completamente desapercibidos para quienes se asomen a esta pequeńa ventana. La intensidad con la que los escribo está patente desde la primera palabra; algunos surgen como una necesidad imperiosa de expresar unos sentimientos que deben salir al exterior porque solamente así conseguiré apaciguar mi espíritu, esperando que alguien los lea, me entienda y se ponga de mi lado, otros, sin embargo, aquellos que fluyen sin tanta energía, aunque no por ello sean menos importantes; son esos que probablemente no lea una vez más, reflejos de unos sentimientos y de unos momentos en los que el teclado fue mi mejor aliado, pero sin más.
Hoy me dispongo a leer con la misma ilusión con la que sé que fueron escritas, un puńado de líneas sobre las que debo opinar; como hiedra enredada entre sus palabras, los corazones de quienes se encargarán, a golpe de sílabas de transportarme sin tan siquiera darme duenta a donde quieran llevarme sus sentimientos y su joven imaginación. Mi enhorabuena de antemano a todos ellos por el rato tan agradable que estoy segura me van a hacer disfrutar.