Casi todo el mundo conoce las monstruosas atrocidades que los nazis infligieron durante aquel inicuo régimen llamado Tercer Reich: la masacre de millones de personas en los campos de concentración, el desdén homicida con el que vulneraron fronteras e invadieron países, el racismo criminal que desplegaron sin encontrar apenas resistencia... Pero ya no son tantos los que saben que para sustentar "científicamente" aquel reino de horror llegó a constituirse un instituto de investigaciones raciales: la Ahnenerbe, fundada por Heinrich Himmler en 1935.
Ahora, la investigadora Heather Pringle, en un certero y documentadísimo trabajo que lleva por título El plan maestro (Arqueología fantástica al servicio del régimen nazi) y que publica contundentemente Random House Mondadori con su sello Debate, analiza todas las insensateces, demencias, fraudes y crímenes que se cometieron por parte de los responsables de aquella institución, que comenzó de un modo más o menos idílico (buscaban restos arqueológicos que demostraran que los primitivos arios habían sido los fundadores de casi todas las culturas notables del mundo: desde la casta sacerdotal de los brahmanes o los jefes mongoles hasta los samurais de Japón, y para ello organizaron expediciones a Libia, Irán, el Tíbet, las islas Canarias, Islandia, Sudamérica y otros lugares); que derivó hacia el puro latrocinio (ellos fueron los asesores que determinaban, sin vacilación, qué piezas artísticas o arqueológicas debían ser expoliadas en los museos de todos los países que habían sido invadidos); y que acabó del modo más espantoso y más indigno: colaborando con sus conocimientos médicos en la tortura y el exterminio de los judíos, a quienes se les cercenaba la cabeza para formar colecciones de cráneos que se pudieran estudiar y exhibir en las universidades del Reich.
La investigadora Heather Pringle, sabiendo que son muchos quienes aún se niegan a aceptar la evidencia del horror nazi, no habla nunca basándose en suposiciones. Al contrario, respalda cada afirmación con un documento; cada acusación, con un informe firmado por Himmler, Ernst Schäffer, Bruno Beger o cualquier otro implicado; cada monstruosidad, con un dato histórico o fotográfico irrebatible. El libro es, pues, horrendamente exacto, horrendamente cierto. Y nos instala de lleno en la incomprensible frialdad con la que aquellos engendros torturaron, mutilaron, humillaron, robaron, violaron y asesinaron a todos los que consideraban inferiores.
Las fronteras morales pueden quedar vulneradas por muchas personas, eso es evidente. Pero la gran incógnita (con la que Heather Pringle cierra este valioso trabajo) radica en preguntarse por qué unas personas cultas, inteligentes y dotadas de sentido común, fueron capaces de abocarse de una forma tan criminal y tan descerebrada por el terraplén del horror. Seguimos sin conocer la respuesta para esa interrogación.