Esteban González Pons, secretario de comunicación pepero nos ha llamado radicales. Él, tan centradito y tan mono, cuyo comedimiento le lleva a juzgar las cosas con objetividad, ha descubierto lo que es la radicalidad.
La radicalidad, según González Pons es sacar banderas republicanas a la calle pidiendo un cambio en la forma de Estado.
Pues sí, soy radical, D. Esteban, ¿y qué? Radical --se lo digo en tono menor, porque sé que usted no es radical--, es quien ataca los problemas de raíz. ¿Es eso malo?
El Sr. González Pons que vino de Valencia a ser el hombre de comunicación de Génova, hizo pensar que el PP podría cambiar de imagen. Sin embargo, ha conseguido con esa fácil mueca cuando habla, que nos recuerde a Solís, aquel ministro franquista al que llamaban “la sonrisa del Régimen”, porque era capaz de decir lo más tremendo como si le hubiera tocado la lotería. S
Mire usted Sr. Pons, ser radical no es nada malo. Hay que ser radicales para quitarse la caspa, para evitar a Falange en vez de comprenderla, para avanzar, para conseguir que a esta “democracia”, que ustedes mantienen a su manera para su beneficio, le lleguen aires transparentes y participativos.
No es radical su compañera Sánchez Camacho cuya xenofobia nos ha demostrada hace bien poco, tampoco es radical su amado líder, que huele a alcanfor y a naftalina cuando habla de manifestaciones antidemocráticas olvidándose de la libertad de expresión que tanto ama cuando le interesa, como no es radical su admirada lideresa o su alcaldesa valenciana que se saltan las normas como quieren, como no es radical los negocios de los suyos, Bárcenas, Camps, Viejo y otros ventajistas de tronío.
Así es que más memoria (recuerde cuando maltrataron ustedes a la justicia, cuando Juana Chaos o con el 11-M, o cuando atacan a la policía sin pruebas) y déjese de gaitas radicales.
Y hágame un favor, aplíquese usted aquel plan de belleza que llevaba su nombre (el Plan Pons en siete días) y procure que le ablande esa cara de cemento, que lo necesita.
Salud y República