“¡Yo no soy rencoroso… pero el que me la hace me la paga!”.
Esta frase tan seria, edulcorada quizás con algo de “fino” humor, la ha soltado el menda en innumerables ocasiones sin ningún tipo de complejos y ante incredibilidad de la concurrencia. Y la he pronunciado tal que así, sin más, sin anestesia y sin nada, porque no puedo dejar de afirmar que de esta guisa es como me siento y así, de forma tan sincera lo expreso.
Me veo en la necesidad de confesar ante todos ustedes que es probable que sea este feo sentimiento, el rencor, mi peor y más vergonzante defecto. Porque en el fondo, es cierto, soy algo rencoroso. Y es que no puedo evitarlo. Siempre trato de ser buena persona, se los juro, pues ya he dejado constancia por escrito tanto en esta Tribuna como en mi Blog que considero que es lo más importante en la vida y la meta de cualquier hombre independientemente de su condición, raza o religión.
Pero uno no es más que un ser humano, y como tal, también está sometido a sus bajezas más deplorables. Esta cuestión no deja de resultarles algo chocante a mis familiares, amigos y conocidos, que tienen a priori un concepto de mí algo más bonachón, el de una persona sin malicia ninguna, muy simpaticote y tal.
Alguno de ustedes también podrán sentirse asombrados, pues pensarán que con lo graciosote que suelo ser, no parece que sea amigo de sentimientos tan horribles. “¡Quién lo iba a decir!”- Pensará más de uno. “Con lo gracioso y simpático que parecía cuanto contaba que estaba más gordo que elmuñeco de Michelín.”
Pues lo siento, señores, no soy perfecto, y aunque puedo prometer y prometo que jamás he hecho daño alguno a alguien, sí conservo en el fondo de mi corazón sentimientos tan deleznables, aunque cierto es también que dirimo una batalla diaria contra ellos en las que desgraciadamente no soy siempre el vencedor. Ya saben ustedes que en la guerra nunca hay vencedores, sino vencidos.
Ya que estamos hablando de frases célebres, sacaré a la luz para terminar otra que también goza de gran popularidad, que es la de “el que ríe el último, ríe mejor”.
No se dejen engañar, pues tal máxima encierra enorme cantidad de mala leche, amén por supuesto de grandes dosis de rencor y venganza. Desde estas páginas, les aseguro que seguiré luchando para ser mejor persona, para no reír el último, sino siempre, al principio y al final, y sobre todo para no tomar el plato frío, pues aquel que lo sirve no sazonará más que de desgracias su corazón hasta el final de sus días, y cuando se dé cuenta, es posible que sea demasiado tarde.
Publicado en Diario HOY el 15/08/2012