Ayer, los jugadores del Atlético de Madrid, hicieron un partido mediocre. Un Hércules descendido nos puso en serios problemas y si no es por el penalti parado por De Gea es probable que ahora estuviera escribiendo sobre una derrota y no sobre una victoria.
En realidad, hay muy pocas cosas a destacar pero siempre hay algo como, por ejemplo, el gol de Domínguez, que se ve desdibujado por el fuera de juego posicional de Agüero que hay que pitar, ya que está enfrente del portero completamente solo y levantando el brazo, situación que despista al portero al 100% (critiquemos cuando nos pitan en contra pero también cuando se equivocan a nuestro favor).El debut de Pulido. Correcto aunque pudo haber sido el causante de nuestra derrota al provocarun penalti muy tonto y pecar de pardillo en el gol de Treceget. Se le notó la falta de experiencia ante jugadores de ese nivel, pero nadie nace sabiendo y la calidad se gana partido a partido.Un tiro de Koke a la cruceta que merecía haber sido gol.Paradón de De Gea en el penalti, ayer volvió a ser el portero que nos da puntos, aunque en el gol creo que podría haber hecho algo más, si hubiera intentado salir de puños sobre el balón peinado hacia atrás.Por el momento todos canteranos y eso ilusiona.La lucha de Juanfran, que lo intentó todo para meter el gol y dedicárselo a su padre, fallecido recientemente, pero no era el día de los rojiblancos, al igual que tampoco fue el día del Kün, que gozó de muchas ocasiones y ninguna fue dentro.
Lo mejor, que tenemos asegurada la clasificación para la UEFA Europa League, pero hay que intentar quedar quinto o sexto para evitar la maldita ronda previa, que nos afectará no solo a la hora de preparar la pretemporada, sino que también nos hará dejar de ganar dinero al no poder jugar ciertos bolos asiáticos y americanos.
Una vez analizado el partido de ayer, con más desgana que otra cosa, voy a pasar a hablar de lo que más me preocupó ayer. Con un Vicente Calderón medio vacío, cosa que no entiendo, ya que ayer era un partido muy importante y el apoyo de la grada fundamental, se montó un extraño plebiscito entre el Señor Quique Sánchez Flores y el Señor Diego Forlán.
Yo soy un seguidor de mi club, del Atlético de Madrid, y no de sus jugadores ni entrenadores. Evidentemente tengo mis preferencias, pero nunca me compraría la camiseta con el nombre de un jugador o entrenador ya que estos vienen y se van y, como siempre, los que quedamos somos nosotros. Pero eso no me impide agradecer, a los héroes de los títulos rojiblancos, su labor en nuestro club, a Quique por haber cogido un equipo muerto y levantarlo y a Forlán por todos los goles que ha metido incluyendo el mítico gol de Hamburgo.
Soy un tonto idealista y estaba seguro que la grada colchonera iba a olvidar el feo detalle de Quique con Forlán en el partido de ayer al dejarlo en la grada para que no se pudiera despedir de su afición, que no íbamos a pensar que tiene el mismo número de victorias que de derrotas, de la falta de identidad de nuestro fútbol, de haber desaprovechado una oportunidad inmejorable para haber montado un gran grupo de futbolistas a su alrededor en lugar de fomentar los grupitos al grito de “conmigo o contra mi”; o la frialdad del Uruguayo con la grada en muchas declaraciones en la prensa, o su feo gesto después de un gol importante empequeñeciendo su leyenda de ganador de la bota de oro con el Atlético de Madrid, o de su exceso de profesionalidad consigo mismo, pero no con el club que le paga, en declaraciones tales como “no le debo nada al Atlético”... Soñaba con dar toda una lección de señorío coreando los nombres del entrenador y del delantero… pero no, lo que se hizo fue pitar a uno y a otro. La mitad del campo coreando el nombre de Quique agradeciendo su trabajo pero la otra mitad pitando por su mala cabeza y orgullo. De nuevo, la mitad del campo llamando a Forlán mercenario y la otra aplaudiendo por su gol de Hamburgo.
Al final, este iluso soñador se fue con el corazón roto a casa, pensando que los jugadores y entrenadores son capaces de enfrentar a hermanos de sentimiento, que consiguen nublar nuestro señorío haciéndonos fuertes en una fe ajena a la rojiblanca, haciéndonos seguidores de personajes mediáticos y no de nuestros colores.
Soy de la opinión de que al aplaudir a un jugador o a un entrenador se está aplaudiendo la camiseta que defiende en ese momento, el escudo que lleva cerca del corazón y no al jugador o al entrenador en sí mismo, a esos grandes egos a los que en la mayoría de las ocasiones les importa muy poco o nada nuestro Atleti.
Ayer, mis hermanos de pasión aplaudieron y pitaron a estos dos personajes que fueron parte fundamental de los títulos logrados la pasada campaña y, al hacerlo también le quitaron valor al club y al resto de la plantilla, ya que parecía que los habían ganado ellos y no nuestro Atlético de Madrid.
Esta fea situación la han provocado estos dos “profesionales”. Me gustaría que se dieran cuenta que ser profesional de esto implica mucho más que decirlo constantemente delante de unos periodistas. Hay que demostrarlo cada segundo, parándote en las puertas de los hoteles con la gente que lleva horas esperando para que se firme un trozo de papel en lugar de ir con los cascos puestos evitando el tumulto, pensando en el equipo y comiéndose el orgullo a la hora de las alineaciones y convocatorias, midiendo muy bien las palabras en las ruedas de prensa para que tu exceso de sinceridad no se entienda como un frío sentimiento comparable al de los mercenarios, haciendo bien las cosas durante la semana y los partidos y no tener que pedir perdón a la afición en la rueda de prensa posterior por un patinazo tácticamente incomprensible.
Este frustrado enamorado de un fútbol más sentimental seguirá escribiendo sobre el Atlético de Madrid, seguirá pagando su abono año tras año, seguirá soñando con un equipo campeón, pero hoy lo hace con el corazón un poco más dolorido y con el alma un poco más encogida al pensar en la gran oportunidad que hemos perdido de volver a demostrar lo grandes que somos.
Forza Atleti.